Le pondrá por nombre Emmanuel Una doncella embarazada (Is 7, 1‒15)

Pregón y camino de Adviento

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Texto.
Isaías 7, 1-15

En los días del rey Acaz, Hijo de Jotán, hijo de Ozías, Rasín, rey de Damasco, y Pécaj, hijo de Romelías, rey de Israel, subieron a Jerusalén para atacarla… Llegó la noticia al heredero de David: Los sirios acampan en Efraím. Y se estremeció su corazón y el del pueblo como se estremecen los árboles del bosque con el viento. Entonces Yahvé dijo a Isaías:

– Sal al encuentro de Acaz, con tu Hijo Sear Yasub, hacia el extremo del canal de la Alberca de Arriba, junto a la Calzada del Batanero, y le dirás: Estate tranquilo, no temas ni desmayes… Pide una Señal de Yahvé, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.

Pero Acaz respondió: – No la pido, no quiero tentar a Yahvé. Entonces Isaías dijo: – Escucha bien, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, para que canséis incluso a mi Dios? Pues el Señor por su cuenta os dará una señal: Mirad, la joven está encinta y dará a luz un hijo; y le pondrá por nombre Emmanuel (Dios con nosotros). Comerá requesón con miel, hasta que aprenda a rechazar el mal y escoger el bien.

 Ambientación

  Lo que se narra sucedió en torno al 733 a. de C. Los reyes de la costa siro-palestina, capitaneados por los de Damasco y Samaría, querían formar una coalición contra Teglatpalasar, rey de Asiria que avanzaba por Oriente. Acaz de Jerusalén se opuso: no quería entrar en alianzas con sus vecinos, prefería liberarse de ellos, firmando una tratado de vasallaje con el mismo invasor de Asiria.

Lógicamente, le atacaron los coaligados, intentando que Judá se pusiera de su parte. Se acercaba, pues, la guerra: subían hacia Jerusalén los ejércitos enemigos y temblaron los mortales de Judea. Acaz, como rey, consciente de su deber, prepara la defensa: inspecciona la traída de las aguas, prueba la solidez de los muros, pasa revista a los soldados.

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El rey es eficaz, está versado en las artes de la guerra,   cumple sus obligaciones de monarca militar: asegura las defensas, visita a sus soldados, conforme alos principios del realismo político: su dios son las armas, su ley la violencia. Tal era la lógica del mundo; tal sigue siendo.

Frente al rey se sitúa el profeta. Representa la Palabra de Dios y su poder creador sobre la tierra. Hubo antaño profetas de la guerra, pero Isaías ha superado esa visión: cree sólo en la paz que ofrece Dios y piensa que todos los intentos militares acaban revelándose infructuosos; sólo allí donde los hombres y mujeres de Judá y Jerusalén confíen en la gracia de Dios y dialoguen sin aras podrá nacer la paz sobre la tierra.

Conforme a su lógica de paz, el profeta ofrece al rey un signo humano: una mujer embarazada que dará a luz un niño y le llamará Emmanuel, Dios con nosotros… Pero rey no acepta el signo. No quiere la paz de esa mujer embarazada y ese niño. ¡No necesito muchachas dando a luz en la ciudad situada.  Quiero armas y guerreros, debo resistir hasta que lleguen los aliados asirios, para liberarse del asedio de los reyes vecinos

La tradición judía ha reelaborado este signo en un largo proceso de creatividad simbólico-religiosa. La doncella innominada tiende a convertirse en virgen que concibe de forma especial y el niño aparece con rasgos de mesías. No es extraño que la iglesia primitiva haya pensado aquí en el nacimiento de Jesús: Mt 1, 23 dice que la virgen ha concebido al Emmanuel; Lc 2, 12 aplica la señal al niño del pesebre envuelto entre pañales.

1. El Dios de los soldados

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No sé si el rey Acaz, (como soberano militar de un reino vasallo) tenía que aceptar el signo del profeta: ¡ Una doncella embarazada, que ha de dar a luz en una ciudad situada! Un rey como aquel no era un hombre particular. Es jefe de estado y de gobierno, siendo al mismo tiempo general en jefe y ministro de la guerra. Por eso debe escuchar la opinión de todos los que pueden influir en guerra y paz, no puede fiarse sólo de un profeta, y de la promesa de una doncella embarazada

2.Objetor de conciencia

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Isaías era un objetor, alguien que sabe negarse. Tiene una palabra que decir y la dice en medio de la guerra, y su voz forma parte del Adviento. Esta libertad de objetar, de negarse a lugar en guerra de hermanos, me parece el testimonio supremo del profeta. El ejército está al servicio de la imposición. El profeta, en cambio, se planta y abre así un espacio de vida para la muchacha y su niño que va a nacer. Este profeta representa la reacción antibélica de nuestro mundo. Pero al mismo tiempo es signo de lo más antiguo: de la vuelta a la vida fundante, a la mujer con el niño, al campo con los animales (requesón, miel silvestre). En tiempos de crisis debemos volver a la naturaleza. Allí está Dios, como dice el profeta. 

3. Un tema de economía

El ejército en sí cuenta poco, y también los objetores de conciencia (en un plano externo); lo que cuenta es el dinero. Los soldados eran y siguen siendo criados de los ricos. Se les engaña, haciéndoles creer que poseen el poder, pero en el fondo no lo tienen, de forma que, si no piensan lo que hacen y se paran…, pueden convertirse en asesinos legales a sueldo. Pues bien, por encima de toda milicia y de toda economía, este pasaje nos sitúa ante una mujer embarazada y un niño que va a nacer.  En esa línea se puede afirmar que hay Dios porque existe y será acogido ese niño. Una vida frágil, indefensa, en manos de una pobre muchacha  asustada pero deseosa de dar vida, eso es Dios para los hombres y mujeres de este mundo.

4. Insumisión creadora

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El mundo sigue así porque pensamos que no puede cambiarse. Pero Isaías pensó que podía, y por eso se puso de parte de la muchacha embarazada y de su niño. Desde ese fondo, por la muchacha y el niño, debemos unirnos los insumisos del mundo para anudar la solidaridad, para aumentar la utopía. Todo eso lo podremos hacer porque el profeta nos ofrece su signo: la mujer gestante con el niño esperado.  

5. Dios, la paz.

En otro tiempo la guerra era de dioses y caudillos militares. El mismo Yavhé de los judíos se mostró guerrero, valeroso en la batalla, flotando sobre el agua del mar Rojo, galopando sobre nubes por los campos del desierto. Pues bien, en esa línea de religión militar, el rey no quería la paz, sino la guerra… Por su parte, la mayoría de los hombres y mujeres de este mundo siguen prefiriendo la guerra, aunque digan que quieren la paz. Pero la paz ha de venir, por encima de toda mentira y toda guerra, como regalo de Dios y despliegue de su vida. 

6. Dios, la vida.

 En el tiempo antiguo había dioses de muerte: Hades y Plutón, Mot y Sheol. Pero Yahvé, Dios de Israel, cambió su rostro doble y vino a mostrarse sólo como Dios de vida, expresándose a través de esa mujer y de ese niño que nace indefenso, pero  más fuerte que la guerra.  Por eso, el profeta, en medio de la angustia que atenaza las gargantas y la devastación que nos la tierra levanta la bandera de la vida: ¡el niño va a nacer y mientras nazca hay esperanza!

7. Dios, la mujer

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 El centro de esa historia no es el rey, ni es el profeta, sino la mujer.  En aquel mundo machista, patio de guerra de varones, viene el profeta y dice: Esta mujer grávida de vida es el signo de Dios. Esta figura se debe interpretar desde el Cantar de los Cantares, que es el libro de Navidad! Sólo allí donde existe y se canta el amor como hace el Cantar, se puede hablar de una mujer embaraza y de un niño Dios.

8. Dios, el niño.

 Muchas veces se ha dicho que Dios es poderoso, grande, inmenso. Pero, si fuera poderoso ¿qué necesidad tendría de nosotros? Podríamos temerle, pero nunca quererle. Sólo podemos querer de verdad a un Dios pequeño, que se pone en nuestras manos, necesitando de nosotros, diciendo “amadme” (como en Dt 6, 4‒6). El Dios del poder absoluto se impone, pero no podemos amarle, ni sentir que él nos ama. Sólo es verdadero Dios aquel que necesita de nosotros.

9. Escándalo de Dios

El escándalo mayor de Navidad es la misma pequeñez de Dios, su impotencia. El Dios siempre más grande de la tradición filosófica se vuelve un Dios menor, Dios que se desnuda no de sí sino de su apariencia de grandeza, de su poder de imposición, de su soberbia destructiva. En ese sentido, la Navidad es una tentación vencida. Muchas veces nos hubiera gustado una teofanía diferente: un Dios que se revela en el triunfo, el poder y la grandeza humana. Pero ese Dios no hubiera sido evangelio sino fuerza. No nos dejaría más salida que la rebelión, el triunfo sobre los demás o la derrota, siempre en línea de muerte.

10. La fiesta del Padre

En el sentido anterior, el signo de la Navidad de Dios es el Niño. Pero en otro sentido la Navidad es que haya Dios, que Dios Padre omnipotente haya querido compartir con nosotros su Vida, es decir, su Hijo. Por eso en Cristo somos todos hijos de Dios y celebramos su fiesta de Padre. Siendo muchacha, siendo niño, dios es Padre‒Madre: Aquel que entrega su vida y así engendra a Jesucristo en su misma eternidad, haciéndolo nacer entre nosotros, en la historia de la Navidad.

11. Dios, familia.

 Por Navidad el mundo se hace casa: se han roto las barreras que rompen y separan; para todos nace el salvador, simplemente hermano, amante, amigo, amor. Por eso nos unimos, saludando la noche y esperando la luz de la vida. Es triste que al llegar la Navidad sin junten a veces muchos familiares sin saber demasiado por qué, sin hacerse de verdad hermanos. El día en que la fraternidad de Jesús aparezca visible en cada plaza de la tierra; el día en que se extienda por barrios y hospitales, por pueblos y naciones la comunión de vida, en nacimiento y amor… ese día será por fin Navidad. 

12.- Navidad, silencio de Dios

            Quizá debamos volver al principio, al pobre rey Acaz preparando la guerra. ¿Qué culpa tiene de ser rey? Ha nacido para eso, debe responder de su tarea y dentro de ella está la guerra. Si hubiera escuchado la palabra del profeta e habrían quitado la corona y la cabeza, en consejo de guerra. Parece muy fácil jugar a profeta, ir diciendo que nace Jesús o la paz o las revoluciones. No sabemos lo que seguiría haciendo el rey, pero podemos imaginar que murió en la guerra, defendiendo como bravo su muralla. Pues bien, a pesar de ello, a pesar del posible fracaso de la Navidad en ese mundo hecho comercio (¡todo se compra y se vende estos días!), Navidad es la fiesta del silencio clamoroso de Dios que sigue hablando en el interior de nuestros corazones.

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