Adiós a un cristianismo sin Dios cristiano ¿Qué pasa si muere esta Iglesia? Una nueva teología (pero no la del Card. Müller)

Dios Trinidad: Epéktasis y Transfiguración (con Moltmann y Taranzano)

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Contexto, el fin de una Iglesia:

Nos han inundado titulares de muerte de Iglesia y de desesperanza humana, algunos quizá con alegría anticlerical (¡que muera ya!), otros con pena (¡envejece y desfallece nuestra Madre Iglesia, sin relevo clerical, con templos cerradas o reconvertidos en museos, sin gente en los cultos!), sin esperanza.

España deja de ser católica: hay más ateos o no creyentes que católicos practicantes

El desenganche de la juventud es brutal…De los 25 años en adelante y hasta, al menos los 65 años, la práctica religiosa regular entre los españoles que se dicen católicos es del 8%

Cuando Manuel Azaña dijo “España ha dejado de ser católica” se refería al Estado…Hoy, en cambio, es la sociedad la que ha dejado de ser católica.Es mayormente laica.

No comparto la oposición entre católico y laico, del último titular… (es falsa y engañosa…), ni la identidad entre un tipo de iglesia y cristianismo, pero la situación es sin duda alarmante: O recreamos el paradigma cristiano, volviendo a Jesús y su Reino (=esperanza…) o seremos guardianes inútiles de un sepulcro vacío, sin memoria verdadera de Jesús (como los soldados de Mt 28).

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Ser iglesia es crear esperanza (con o contra el Card. Müller, imagen 1)

Estaba yo pensando en lo anterior, cuando ha entrado en mi FB (Xabier Pikaza, 4.9.19) una nota de Adrián Taranzano (sic) que aparece también su FB y que quiero empezar citando, pues ella trata de mi recensión a su libro sobre la Trinidad y Esperanza en Moltman. Desarrollo después mi visión de Moltmann, y concluyo con una conclusión sobre Trinidad y Liberación o esperanza creadora.

La crisis de la Iglesia Católica Actual (y del cristianismo y de la religión en general) no es de clero, sino de teología (es decir de visión y experiencia de Dios) como dicen el Card. Müller y sus “amigos”, los “enemigos” del Papa Francisco.

          En un sentido, el Card. Müller y sus amigos tienen razón  al interpretar la crisis y al ofrecen una respuesta contraria a la del Papa Francisco, hace falta una buena teología...

Sí, hace falta una buena teología, pero no la Müller y los suyos, sino una teología creadora de gozo y esperanza. Tienen razón, hace falta teología (palabra de Dios), pero no la suya, que no es la del Jesús histórico ni la de la primera iglesia (ni la del siglo XXI), sino la de un siglo XIX decadente, una iglesia imperialista y colonizadora, como la de algunos movimientos eclesiales más sonados del XX, que han nacido muertos por ser restauradores de un pasado ya pasado, por jerárquicos e impositivos, aunque alardeen de números y ruidos, pues ofrecen seguridades de poder, no de  Jesús que es esperanza en (sobre) la crisis.

          Se trata de volver a Jesús, humildemente, en su camino de Galilea, con inmenso gozo y esperanza creadora de Reino, como quiso y quiere J. Moltmann, teólogo de tradición evangélica y apertura “católica” (universal), testigo del Dios‒Trinidad, esperanza de liberación, de gracia y de vida en estos nuevos tiempos. Con él comienza mi postal de este día de la Transfigración (6.8.19) sobre una Iglesia que mueres, porque cree (debe creer) en la resurrección, es decir, en la esperanza.

TARANZANO, UNA NOTA DE FB SOBRE MI RECENSIÓN

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Agradezco sinceramente a Xabier Pikaza por la recensión de mi trabajo editado en España y premiado por la Luwdig-Maximilian-Universität-München, Alemania. Xabier Pikaza, uno de los autores españoles más importantes de nuestro tiempo, ha comentado mi libro sobre el pensador Jürgen Moltmann y lo ha calificado como "una de las mejores visiones" de su pensamiento.

Sostiene que he "recogido y sistematizado de un modo riguroso la obra de Moltmann" y que no me he contentado simplemente con analizarlo. En efecto, he querido desarrollar ideas nuevas y ofrecer una "epéktasis" y nuevos horizontes ((Epektasis es la doctrina de un despliegue incesante del hombre hacia la felicidad, como puso de relieve San Gregorio de Nisa (335-394). Es la visión y esperanza creadora del Dios que es felicidad y futuro para el hombre)).

(https://www.facebook.com/xabier.pikaza?fref=nf, 5.8.19)

RECENSIÓN DE PIKAZA: TARANZANO Y LA TRINIDAD EN MOLTMANN

Adrián Jorge Taranzano, El futuro trinitario de la promesa. En diálogo con la escatología de J. Moltmann, Sec. Trinitario, Salamanca, 2016, 474 págs. 

A. J. Taranzano (Córdoba, Argentina 1974), estudió filosofía y teología en su ciudad natal y se ordenó como presbítero el año 2001… doctorándose en teología en la Ludwig-Maximilians U. München (2015), con una tesis titulada El futuro pericorético de la promesa: Un acercamiento a la escatología-pneumatalogía trinitaria de Jürgen Moltmann, que ha sido reelaborada en el libro que ahora presentamos.

Ésta obra toma como punto de partida la visión trinitaria de Moltmann, fundada en su libro inicial Teología de la esperanza (1968), recreada y aplicada después en varios trabajos fundamentales, entre los que destaca El Dios Crucificado (1972), en el que pone de relieve el hecho de que el principio material de la doctrina trinitaria es la cruz, y el principio formal de la teología de la cruz es la doctrina de la Trinidad como fuente de esperanza en amor (perijóresis).

De esa manera, vinculado a la Cruz pascual de Jesús, Dios viene a manifestarse como historia de amor salvador (como epéctasis o futuro de esperanza para el hombre). Por eso, el teólogo cristiano no especula en abstracto sobre Dio, sino que descubre y cuenta el sentido de su presencia en Cristo, para inaugurar e impulsar de esa manera un camino de reconciliación en la historia (y de un modo especial en el eskhaton o cumplimiento de esa historia). Desde sí misma, sin necesidad de una aplicación posterior, la teología cristiana es esencialmente práctica.

Esta doctrina trinitaria de Dios, abierta a la esperanza de la reconciliación escatológica y fundada en la Cruz de Jesús ha permitido superar un monoteísmo político-religioso que identifica a Dios con el “poder” del mundo. El misterio de la trinidad describe la unidad esencial de Dios Padre con el Hijo humanado y crucificado en el Espíritu Santo, y se expresa siempre en forma de comunión liberadora. Por eso este concepto de Dios no puede utilizarse como justificación religiosa de un césar divino (de un hombre no comunitario, ni crucificado).

De esa forma, el señorío trinitario del Cristo de Dios sólo se puede extender liberando a los hombres de unas formas de dominio que les hacen menores de edad y les vuelven apáticos, sacándoles de las religiones políticas que les esclavizan. De esa manera ha interpretado Moltmann su teología de la esperanza, situándola en el centro de la experiencia de la cruz, no para negar la esperanza, ni para impedir el desarrollo político y social, sino para fundar y expresa la esperanza de un modo político, pero no en línea de poder (imperio), sino de transformación humana, en gratuidad y comunión liberadora, abierta a la liberación final de la humanidad.

A partir de este contexto ha elaborado Taranzano su visión del “futuro trinitario” de la promesa de Jesús, Ciertamente, él ha recogido y sistematizado de un modo riguroso la obra de Moltmann, ofreciendo así una de las mejores visiones de su pensamiento. Pero la intención de su libro no ha sido interpretar y comentar a Moltmann, sino elaborar su propia visión eclesial y trinitaria, más en sintonía con el pensamiento católico, expresado especialmente por K. Rahner y von Balthasar (y desde una perspectiva protestante por W. Pannenberg).

De esa forma se ha permitido distanciarse del mismo J. Moltmann, insistiendo en la revelación eclesial de la Trinidad, en un contexto de amor ya realizado, en forma sacramental y social. El cristiano camina según eso desde la promesa de Dios hacia su cumplimiento trinitario, fundándose en una escatología ya realizada en misterio, en la comunión de los creyentes en la Iglesia. (Recensión de Xabier Pikaza, Estudios Trinitarios 2017). 

 Moltmann, Jürgen(1926- ).

(entrada de X. Pikaza, en Diccionario de Pensadores Cristianos, Verbo Divino, Estella 2010, 634‒639)

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                  Teólogo protestante alemán, nacido de una familia religiosamente secularizada. Participó al final de la guerra mundial (1939-1945) y estuvo dos años prisionero en Inglaterra (1945-1947), donde entró en contacto con el cristianismo. De vuelta a Alemania estudió teología y se doctoró en la Universidad de Göttingen (1952), ordenándose ministro de la Iglesia Reformada. Fue por unos años Pastor en Bremen-Wasserhorst. Pero después se dedicó al cultivo del pensamiento cristiano y fue profesor en Wuppertal y en la facultad de teología de la Universidad de Bonn (1963), para pasar finalmente a Tübingen (1967), donde ha enseñado hasta su jubilación (1994).

Teología de la esperanza, una teología completa.

Moltmann es uno de los maestros de la teología dogmática contemporánea; ha contribuido a la renovación del pensamiento protestante y ha ejercido una gran influencia sobre la teología católica, en especial en Latinoamérica, por su compromiso al servicio de una reflexión y de una praxis abierta a la esperanza trascendente, pero comprometida con el cambio social e histórico de los hombres, en línea de evangelio. Así ha querido superar la “subjetividad trascendental” de → Bultmann (centrado en el sujeto humano) y la “objetividad trascendental” de → Barth (centrado en el Dios que se revela), para desarrollar un tipo de teología mesiánica centrada en la promesa de Dios (siempre futuro) y en la creatividad de los hombres, llamados a responder de un modo social (comunitario), para crear de esa manera el Reino. Éste es el planteamiento básico de la más famosa de sus obras: Teología de la Esperanza (Salamanca 1968, original alemán del ).

Moltmann es el teólogo de la esperanza, entendida de forma receptiva y activa, como expresión de una Palabra de Dios (que es promesa de futuro) y como principio impulsor de una palabra humana, que ha de expresarse como protesta contra lo que existe y como impulso de perdón y reconciliación futura. De esa manera ha vinculado el mejor protestantismo (teología de la gracia) con el impulso de la modernidad, que se ha expresado en los movimientos de liberación de los siglos XIX y XX. No ha sido nunca marxista en el sentido dogmático de la palabra, pero ha recibido el influjo de E. Bloch, con su versión de un marxismo humanista, de raíces judías, abierto a la trascendencia de la esperanza. Por eso, él no entiende la verdad como adecuación entre el pensamiento y la realidad que ahora existe (conforme a una visión esencialista de la realidad), sino como descubrimiento de la profunda inadecuación entre lo que hay y lo que debe haber (lo que debemos hacer). En ese sentido, la verdad es la expresión de un desequilibrio y de una tarea creadora, impulsada por la promesa de Dios (el Dios Promesa), a quien debemos entender como “el que viene”, en línea mesiánica.

Partiendo de esa visión, Moltmann ha elaborado una gran obra teológica, que quiere ser fiel a todos los rasgos y momentos del cristianismo y de la realidad social, desde un mundo cuya violencia él ha experimentado de manera intensa en los años de la Gran Guerra, que han marcado su vida y el comienzo de su teología. Esa experiencia ha definido su pensamiento, abierto a las raíces del misterio de Dios desde la ruptura y dolor de un tiempo presente, marcado por la inadecuación entre lo que hay y lo que debe haber. Así ha distinguido y vinculado los dos rasgos principales del misterio cristiano. 1. La promesa de comunión final con Dios, que será todo en todos, fundando la reconciliación entre los hombres. 2. La experiencia del dolor de la historia, vinculada a la Cruz de Cristo, como lugar de la revelación trinitaria.

En un mundo marcado por el gran dolor y la lucha de unos hombres contra otros, sólo la Cruz puede ser punto de partida y centro de nuestro lenguaje de Dios. En esa línea, asumiendo algunos rasgos de la tradición protestantes, releídos desde Hegel (más allá de Marx), Moltmann ha puesto de relieve el carácter dramático de la Trinidad, que resulta inseparable de la Cruz de Jesús y del sufrimiento de los hombres.

La Cruz como acontecimiento trinitario.

Moltmann ha vinculado la esperanza humana, como principio de transformación social, con el misterio de la Cruz, entendida en forma trinitaria, como expresión del dolor supremo de Dios abierto al amor hecho presencia de vida en la Vida de los hombres. De esa manera, él ha tenido la osadía de penetrar en el misterio de Dios, de una forma que puede vincularse a la cábala judía, pero que responde a la experiencia cristiana de la Trinidad, manifestada en la Cruz de Cristo.

«La Trinidad ya no es entonces una especulación sobre los misterios de un Dios “sobre nosotros”, al que es preferible adorar en silencio a investigar vitalmente, sino que en definitiva constituye la expresión más concisa de la historia de la pasión de Cristo. Este lenguaje trinitario preserva a la fe tanto del monoteísmo como del ateísmo, manteniéndola adherida al Crucificado y mostrando la cruz como inserta en el ser mismo de Dios y el ser de Dios en la cruz.

El principio material de la doctrina trinitaria es la cruz. El principio formal de la teología de la cruz es la doctrina de la Trinidad. La unidad de la historia del Padre, del Hijo y del Espíritu puede luego, en un segundo término, ser denominada “Dios”. Con la palabra “Dios” se quiere expresar entonces este acontecer entre Jesús y el Padre y el Espíritu, es decir, esta historia determinada. Ella es la historia de Dios a partir de la cual sobre todo se revela quién y qué es Dios» (cf. Concilium76 [1972] 335-347).

 Dios es, según eso, la esperanza de los hombre, entendida como historia de amor salvador. Por eso, el teólogo cristiano no especula en abstracto sobre Dio, sino que descubre y cuenta el sentido de su presencia en Cristo, para inaugurar e impulsar de esa manera un camino de reconciliación, esto es, de esperanza práctica en amor, dentro del mundo.

Teoría política de la Trinidad. Los cristianos como “ateos”

Sobre esa base, como continuación de la Teología de la Esperanza, el libro quizá más denso de Moltmann ha sido El Dios Crucificado (Salamanca 1977, original alemán), un texto clave para entender la teología de la segunda mitad del siglo XX, en su línea vertical (de experiencia de Dios) y en su línea horizontal (de compromiso de liberación humana). Así lo quiero poder de relieve, citando y comentando su capítulo octavo, que se titula “caminos para la liberación política del hombre”.

«La primitiva cristiandad fue perseguida como impía y enemiga del estado tanto por el poder estatal romano como por los filósofos gentiles». En esa línea, también hoy los cristianos tenemos que ser ateos: No creemos en los dioses del estado, ni el Dios‒Dinero, sino en el amor gratuito, creador de esperanza (es decir, que es la esperanza).

 Sólo ahora, siglo XX‒XXI está terminando y debe terminar el Dios “político” que empezó a desarrollarse en el cristianismo del siglo IV, que ha tendido a identificar al Dios cristiano con su opuesto, que es el poder político, la interpretación de la Iglesia con un tipo de poder social.

  1. El monoteísmo político-religioso fue superado con la elaboración de la doctrina trinitaria en el concepto de Dios. Dios no es poder‒kratos, de forma que no se refleja en el Emperador, ni en el Estado, ni un tipo de jerarquía sacral… La doctrina trinitaria describe la unidad esencial de Dios Padre con el Hijo humanado y crucificado en el Espíritu Santo. Por eso este concepto de Dios no puede utilizarse como trasfondo religioso de un césar divino (de un hombre no crucificado). Dios es la comunión de vida, el amor gratuito que crece y se despliega por (como) Jesús, como Espíritu y Verdad, como Esperanza, en la vida de los hombres.
  2. La identificación de la pax romana con la pax Christi fracasó por razón de la escatología… es decir, de la esperanza. Sólo Cristo (ningún césar del mundo) ningún poder económico puede abrir la esperanza de los hombres. Estado y Dinero cierran al hombre en lo que es, haciendo al fin que muera… El Dios del amor de Cristo es, sin embargo, esperanza de vida, esto es, principio de futuro.

 El cristianismo no comenzó como religión nacional o de clase. Como religión dominante de los dominadores, el cristianismo tendría que negar su origen en el Crucificado y perder su identidad. El Dios crucificado es, de hecho, un Dios sin estado ni clase social, pero no por ello es un Dios apolítico, sino que es de los pobres, oprimidos y humillados.

El señorío del Cristo crucificado por política, sólo se puede extender liberando a los hombres de unas formas de dominio que les hacen menores de edad y les vuelven apáticos, sacándoles de las religiones políticas que les esclavizan. La culminación de su reino de libertad debe traer, según Pablo, la destrucción de todo señorío, autoridad y poder... Los cristianos intentarán anticipar el futuro de Cristo, según las posibilidades existentes, mediante el desmontaje del dominio y la construcción de la vivencia política de cada uno».

De esa manera ha interpretado Moltmann su teología de la esperanza, situándola en el centro de la experiencia de la cruz, no para negar la esperanza, ni para impedir el desarrollo político y social, sino para fundar y expresa la esperanza de un modo político, pero no en línea de poder (imperio), sino de transformación humana, en gratuidad y comunión activa.

Estos planteamientos de Moltmann, expresados de un modo ejemplar en el conjunto de sus libros, constituyen una de las aportaciones más significativas del pensamiento cristiano del siglo XX. .

Entre sus obras, traducidas al castellano, además de las citadas, cf. Planificación y esperanza de futuro (Salamanca 1971); Trinidad y Reino de Dios (Salamanca 1986); Dios en la creación (Salamanca 1987); La iglesia, fuerza del Espíritu (Salamanca 1989); El camino de Jesucristo (Salamanca 1993); Cristo para nosotros hoy (Madrid 1997); El Espíritu de la vida. Una Pneumatología integral (Salamanca 1998); El Espíritu Santo y la teología de la vida (Salamanca 2000); La venida de Dios. Escatología cristiana (Salamanca 2004).

EPILOGO

Trinidad y Liberación: Dos matices, una realidad

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Parecen palabras distantes, que no pueden mezclarse. Una trata del Dios trascendente (ante quien deberíamos inclinarnos, dicen muchos). La otra trata del despliegue amoroso y creador, esperanzado y comprometido (no impositivo) de la vida humana.

  1. La Trinidad parece aludir sólo a la gloria de Dios, reflejada en el canto de los ángeles, en la especulación de los teólogos o en la mística de los piadosos. Evoca algo lejano, lo más inaccesible. Cuando escuchan esa palabra, muchos callan o se marcha, como si no sirviera para nada.
  2. Liberación evoca compromiso por la libertad de los demás, un camino de esperanza de vida en el futuro de los hombres. Muchos la relacionan con la lucha armada y los movimientos revolucionarios (contrarios a la tradición establecida de “iglesias de bien” y de “buenos burgueses”. Otros piensan que esa palabra vale en un tipo de América Latina no desarrollada (algo salvaje) y sólo puede propagarse por envidia en lugares de pobreza estructural. Pero, aquí, en la Europa del capital ¿de qué sirve?

Y, sin embargo, miradas limpiamente, con ojo transparente y corazón cristiano, esas dos palabras dicen y son, en el fondo, lo mismo.

Trinidad es la gloria de Dios que se expresa en la vida de los hombres, en especial en los más pobres; es el amor mutuo, la comunión personal, de palabra y cultura (Logos/Hijo) y de afecto y bienes (Espíritu Santo). Que todos los hombres compartan la vida y se amen, que sean acogidos en gratuidad, “sobre fuertes y fronteras” (San Juan de la Cruz), eso es la Trinidad, eso es la libertad para el amor (en el amor), como esperanza de vida que no defrauda, porque se funda en el don de la vida de Dios en los hombres, que es la Pascua de Jesús, en el Espíritu Santo.

Liberarse y liberar es poner las condiciones personales y sociales, culturales y económicas, afectivas y psicológicas para que todos los pueblos, clases sociales y personas podamos vivir en comunión, siendo presencia trinitaria. Por eso, en este mundo concreto, la misma Trinidad es Liberación y comunión, pero no desde arriba (que los ricos ayuden a los pobres, para que todo siga igual), de los jerarcas sabios dirijan y liberen desde arriba a los corderos pobres (¡pobrecitos!) sino más bien (y sobre todo) desde abajo: ¡que los pequeños y los pobres ayuden a los ricos para que ese sistema de opresión se vuelva trinitario, es decir, de comunión, como quiso Jesús, de manera que todos los hombres y mujeres puedan vivir en comunión (Eucaristía), que es don mutuo de vida, desde el Padre, por Jesús, en el Espíritu (que es Dios presente en todos, de forma que en el vivimos, nos movemos y sobre, como como Pablo en Atenas, presentando a Jesús en el Areópago de las culturas y pueblos del mundo, cf. Hch 17, 28).

Son, pues, dos palabras, dos matices, pero una misma realidad, pues Cristo es Trinidad y es, al mismo tiempo, la Liberación.

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