Una de obispos, con chismes y secretos (¿Qué dice la Biblia?)

Presenté ayer, con cierto extensión, el evangelio del domingo 10.5.15, donde Juan exponía la “norma” o estilo básico de autoridad y la comunicación cristiana:

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer (Jn 15, 15).


Estas palabra exponen, una vez y para siempre (con Mt 15 y Hech 15), el estilo cristiano de diálogo, que debe regir en el nombramiento de obispos (y otros servicios) en la Iglesia, sin secretos ni chismes (que algunos llaman “sagrados”).

Muchas veces he tratado en mi blog de este problema, y hoy prefería callarme. Pero dos razones me llevan a plantearlo otra vez:

(a) Me han escrito diciendo que ese texto (Jn 15, 15: os llamo amigos, porque os he contado todo…) es razón suficiente para abandonar la iglesia, pues se olvida y no se aplica, por ejemplo en el nombramiento de obispos. Muchos piensan así, pero añaden que no quieren comentar el tema en público por razones obvias (dicen que diciendo lo que piensan serán marginados en la Iglesia). Me piden una opinión, y no sé qué contestarles (sólo les he dicho que “a pesar de todo”, tutto sommato, yo sigo en esta iglesia)

(b) Me han llamado otros “amigos”, para contarme algunas murmuraciones de cada día (ahora más intensas) sobre nombramiento de obispos, tras el traslado del “titular” de Mondoñedo a Santander… Me han dado nombres de auxiliares y de otros, que (según se dice) va van a ser transferidos o “elevados” en los próximos días o semanas conforme a una ley de secretos “superiores”. Me dicen que, de seguir así las cosas (¡y parece que el Papa Francisco no va a cambiarlas, por más signos de apertura que ofrezca!) están dispuestos incluso a dejar la Iglesia oficial, engrosando la lista del gran exilio “católico”.

Unos y otros me han pedido una palabra, una opinión sobre esta crisis de secretismo oficial en la Iglesia.


Una opinión tanteante en medio de la crisia:


Unos y otros me han dicho pedido una opinión, y, de verdad, no sé qué decir. A uno le he escrito en privado… y quizá nos sentaremos ante un café para seguir conversando. He dado al buscador y veo que he dedicado al tema más de veinte postales de este blog, no sé si podré decir algo nuevo, pero puedo intentarlo.

1. Ciertamente, hay que valorar en la iglesia el amor de eros (erótico) e insisir en el el “ágape” (entrega de la vida por otros). Pero quiero añadir, con Jn 15, 15, que ella en su conjunto es un espacio de “filía”, de ese amor de amigos de que trata el evangelio (ésta no es una idea mía, sino un argumento que desarrolló Benedicto XVI en su encíclica: Deus Carista est). La Iglesia ha de ser, por tanto, un espacio de amistad… y amigos son los que no guardan “secretos”, ni imponen desde arriba su opinión (con gesto más o menos benevolente e ilustrada), ni nombran obispos en secreto (sin compartir la candidatura, sin hablar, sin escuchar, sin considerarlo juntos, teniendo siempre en cuenta a los implicados de cada iglesia/diócesis).

Ciertamente, se puede apelar, como se hace, a Mt 16, 17-18 (poder de Pedro) y a la práctica secular de los últimos tiempos de la historia de la Iglesia… Pero ni el “primado” de Pedro implica ese secreto (¡ese primado es otra cosa, gracias a Dios!) ni un tipo de historia de la Iglesia puede manteniendo a todos en una situación de “dictadura” quizá buena para el siglo XI, pero que ahora es anacrónica y contraria al evangelio.

2. Por otra parte, a pesar de lo anterior, sigo en la Iglesia: Comparto la eucaristía y comulgo (¡y hasta medito en la Palabra y rezo, incluso el rosario, como hoy). Si no siguiera en ella no me molestaría lo más mínimo en hablar de estas cosas. Diría “allí se la guisen y coman ellos” y punto-pelota. Ciertamente, formo parte de esta iglesia que ha de ser espacio abierto de “amigos” que comparten la palabra (¡como Jesús, que lo cuenta todo: ¡por eso le mataron!). En ella vivo mi fe, y quiero re- y trans-formarla desde dentro, y con ese fin he escrito una Historia de Jesús, y estoy ultimando un Gran Diccionario de la Biblia (reelaboración de uno anterior: Estella 208).

Por esta razón, sigo preparando un Comentario del Evangelio de Mateo, que se ocupó de estos temas y digo, una vez más, con palabra de Jesús, que el mayor peligro de la Iglesia es la hipocresía (daos un paseo por Mt 6, 1-18 y por todo Mt 23). E hipocresía es decir que se cree en la Biblia… y besarla para después no cumplirla

3/ y último. Me parece evidente que la Iglesia en su práctica legal (con su Derecho Canónico), en el iter de su administración jerarquizada y en el nombramiento de obispos no “cree” en (=no siga a) el evangelio de Juan, ni en el de Mateo (por poner dos ejemplos). Ya sé que las cosas no son tan sencillas, ya sé que no es tiempo de jansenismos ni maniqueísmos, que entre el blanco y el negro hay mil matices (según tiempos y paletas de pintores…). Por eso sigo confiando en esta Iglesia de la que me dicen que va a nombrar, por ejemplo, un obispo de Mondoñedo/Ferrol (que no parece querido por los curas del lugar) y otro de Gazteiz/Vitoria (con éstas y otras características y nombres…). No sé qué decir, posiblemente son sólo murmuraciones de Lilit en la noche de las ruinas de Edom (libro de Isaías…).

Postdata.

Alguien me ha querido seguir contando, esta misma tarde, dándome fuentes y re-fuentes de secretos episcopales (de intrigas de unos, de cartas y protestas de otros…). Y he pensado: ¡Dios mío! ¿No habrá alguien que diga “ya basta”? ¿No podrán hacerse las cosas sin secretos de este tipo, no podrán conocerse y compartirse criterios y personas?

A pesar de todo eso, sigo en la línea (que es el Evangelio de Marcos, con el de Mateo), para exponer mis pequeñas ideas... en el nuevo Gran Diccionario de la Biblia, como las expuse en un libro sobre La Familia en la Biblia). Y a modo de conclusión: Sigo creyendo que se puede creer en el Evangelio… aunque parezca que en el plano de la administración eclesial algunos parece no creen. Sigo creyendo, no para que todo siga igual, como decía Lampedusa, sino para que podamos cambiarlo desde el Evangelio.

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