La paradoja musulmana. El tema sigue siendo la violencia

En la postal anterior he presentado algunos textos importantes sobre la yihad, que puede entenderse como guerra santa (en el sentido que tenía para el Israel antiguo) o como esfuerzo creyente (no militar) a favor de la pacificación de todos los hombres. No he querido entrar en la discusión de los comentaristas (cuyo interés y sabiduría agradezco, a pesar de su posible acritud), porque he estado fuera de Salamanca, sin acceso a una wifi… y porque quiero seguir opinando sobre el tema.

Interpretación del Islam

Algunos musulmanes han interpretado esos textos y otros de la yihad o “lucha santa” en línea de fundamentalismo guerrero (que sería propio de los grupos más integristas), como algunos que operan en Levante (Siria-Irak) y en algunos países africanos.

Otros los entienden desde la perspectiva de un pacifismo místico, abierto a todos los pueblos y religiones; ellos reconocen que Mahoma luchó en otro tiempo con armas (lo mismo que otros santos guerreros cristianos), pero había entonces otras circunstancias que ahora no pueden aplicarse.

Principio

La raíz del Islam no es la violencia guerrera, sino la revelación de Dios y la experiencia de entrega creyente, por la pacificación de todos los hombres, es decir, la yihad como esfuerzo personal y social al servicio de la pacificación, pero hay musulmanes que entiende la violencia en forma de guerra militar, al servicio del triunfo del un tipo de Islam (de un tipo de comunidad)… y no al servicio de la humanidad en cuanto tal.



(Imagen: Europa espera a los que llegan por Gibraltar con un faro y una mezquita).

El tema resulta complejo, porque el Islam es religión y estructura social, ideal místico y vida política; por eso, algunos piensan que puede y debe fundar (al menos apoyar) su defensa en las armas para conquistar de esa manera el mundo para “Dios” (es decir, para su Dios).


Desde ese fondo evocaremos el sentido del Islam y la sensación de violencia y amenaza que suscita en muchos que observan su expansión en nuestro tiempo.

(He debido pasar a Gibraltar. Lo que más me ha impresionado no ha sido el peñón, ni la vieja bandera británica, ni los barcos de guerra, ni siquiera los monos, sino la Mezquita:

En el extremo sur, abriendo el camino de Europa (desde el Islam africano), en gesto de nueva penetración, más fuerte que la del viejo Tarik, que da su nombre al Peñón (Gebel-al-Tarik), en la "punta de Europa" (Europa Point), se alza la Mezquita, como una tarea, una promesa (¿un imperativo?): España, luego Europa, debe inclinarse ante el nuevo Islam ¿Es cierto?.

En el principio de la nueva Europa que empieza en Gibraltar se alza la Mezquita. ¿Qué implica eso? Mi opinión va en lo que sigue).


Dentro del arco de los comentarios... en torno a la violencia he añadido una nota final sobre el profetismo y su novedad antropológica.


Introducción


‒- Como interpretación casi pacifista del Islam podemos citar la traducción y comentario de M. Muhammad Alí, El Sagrado Corán, Ahmadiyyah Anjuman, Lahore 1986 (Edición castellana Tierra Firme, México 1986). Debemos entender el Islam desde sí mismo a través de las obras y experiencias de autores musulmanes como puede ser S. H. Nasr, Vida y pensamiento en el Islam, Herder, Barcelona 1985. También es importante ver lo que el Islam ha podido y puede ofrecer a personas de origen cristiano como R. Guénon; cf 'A. W. Pallavicini, Islam interiore, Mondadori, Milano 1991.

‒ La meta del Islam es la superación de un tipo de guerra, tal como Mahoma lo ha indicado (en su momento mecano) y tal como repiten sus seguidores, insistiendo en el sentido de la misma palabra islam, vinculada a shalam, que significa paz o pacificación. El Islam es una mística de sumisión a Dios y de pacificación a través del cumplimiento de su voluntad, tal como se expresa en el Corán.

-- Pero, asumiendo la misma experiencia posterior de Mahoma, reflejada en la Hégira y la conquista de la Meca, resulta normal que muchos piensen que la meta del Islam puede y debe buscarse a través de medios políticos y militares, para conseguir de esa manera que los hombres crean y que se extiende sobre el mundo la sociedad reconciliada.


a. Un Islam enriquecido. Las tres formas sociales del monoteísmo.

Es evidente que el Islam se ha extendido y se sigue extendiendo por la fuerza de su mensaje, centrado en la soberanía de Dios y en la justicia. Los musulmanes añadirán que no es una religión, sino la religión, la experiencia radical de sumisión a Dios. Por eso, todos los verdaderos hombres religiosos de la historia han sido musulmanes.

Es religión muy profana pues en ella no existe lugar para sacerdotes especiales; no hay clero distinto, ni culto verdadero (si prescindimos de la confesión de fe y la oración cinco veces al día como sumisión a Dios y obediencia a su profeta). No hay tampoco sacramentos ni misterios. Algunos piensan que más que religión es un tipo de vida social.

Es una religión donde todo se vuelve sagrado. No hay sacerdotes, ni sacramentos... porque todo es sacramento. Toda la historia y la vida se define en clave religiosa, tanto la política como la economía, la familia como el individuo. No queda lugar para la libertad individual entendida como independencia propia y autonomía personal, pues todo se halla definido y sustentado por la ley divina. Y, sin embargo, inmersas en Dios, las personas descubren que son y se afirman libres.

Es una religión donde no existe utopía como en el profetismo judío de la paz (renuncia a la defensa militar) o en el mesianismo cristiano de la cruz (entrega de la vida por los otros, muerte y resurrección). Pero esa falta de utopía proviene de que Dios actúa ya y está presente en todo lo que existe y sucede sobre el mundo. El Islam está convencido de que la voluntad de Dios puede cumplirse aquí y ahora, fundando una vida social regulada por la palabra que Dios ha revelado a Mahoma, es decir, por su Corán eterno.

Desde este fondo y teniendo en cuenta los apartados anteriores podemos distinguir los tres modelos religiosos principales de la historia de occidente, en línea social, en referencia a la paz.

Esto que decimos sólo puede entenderse en forma extensa: ofrecemos unos modelos orientadores, más que unos esquemas fijos, unas tendencias más que unas estructuras bien definidas.

El Am o Pueblo de Israel es una comunidad nacional, estructurada tras la destrucción del templo (70 d. de C.) como federación de sinagogas. Los judíos han renunciado por siglos a la formación de un estado y a la guerra (a excepción del sionismo actual); no han querido cambiar el orden social ni imponer su visión religiosa a los demás. Se contentan con ser un grupo de testigos (un signo mesiánico), fieles a su propia vocación hasta el final de los tiempos, en manos de otros grupos nacionales o estatales. Sólo cuando llegue el fin, cumplida su misión, se unirán todos los hombres.

La Iglesia cristiana es una comunidad universal (supranacional) formada por hombres y mujeres que creen que Jesús es el Mesías y que ellos deben ser testigos de su evangelio sobre el mundo, a través de su palabra y testimonio de vida, sin imposición violenta (aunque a veces han apelado desde hace tiempo a ella para imponer su pretensiones). Afirman que no existen pueblos ni naciones elegidas (como Israel en otro tiempo). Por eso, no pretenden conquistar el poder, ni crear estructuras políticas cristianas, sino comunidades que sean fermento de comunicación universal. Pero, de hecho, se han aliado muchas veces al y lo han utilizado para imponerse sobre el mundo con violencia.

 La Umma o Comunidad islámica es como un judaísmo universal sin utopía profética, ni pacifismo como el del Siervo de Yahvé, pero con una tendencia a la toma del poder y a la imposición de la sharía o derecho islámico. Las leyes religiosas estrictas son para el Islam muy sencillas (confesión de fe, oración de sometimiento, ayuno en ramadán, impuesto social y peregrinación a la Meca). Pero junto a ellas tiende a imponerse una especie de norma social que define toda la vida de los creyentes, vinculados por un mismo gesto de sumisión teológica .

Desde ese fondo podemos condensar lo ya dicho sobre la "yihad" o guerra santa del Islam, que ha podido tomar rasgos militares, pero que estrictamente no tenía por que hacerlo (al menos en las suras mecanas del Corán). Yihad significa decisión sagrada, entrega en manos de la voluntad de Dios, sumisión radical a su mensaje. Por la fuerza que tiene esa sumisión, por la seguridad que ofrece a los creyentes, el Islam viene a presente como religión atractiva, segura, para millones y millones de personas.

Un Islam paradójico, el riesgo del Islam.

El Islam es una experiencia de sometimiento religioso y regulación social. Por eso concede mucha importancia a la sari'a o ley de los creyentes . En principio, los musulmanes quieren respetar a los creyentes de las Religiones del Libro (judíos, cristianos) y piensan que sólo a los paganos se les podría imponer su Religión (el Islam, sometimiento a Dios) por la fuerza. Pero allí donde se vuelven mayoría tienden a tomar los resortes de la administración judicial, política y económica, para implantar la ley musulmana (¡la verdadera!), de tal forma que entre ellos resulta difícil la existencia de grupos no integrados. Eso se debe, como he señalado, al hecho de que les cuesta separar la Palabra de Dios y la Ley social de la comunidad, vinculada con la espada.

El Islam quiere que todo esté regulado desde una Palabra ya dicha, desde una Ley ya dada, porque Dios así lo ha querido, de manera que para los musulmanes resulta más difícil descubrir a Dios en el camino de búsqueda y vida que los hombres van trazando libremente, como saben y quieren los cristianos (al menos tras la Ilustración). Por eso los mismos estados de mayoría musulmana se sienten obligados a proteger y expandir las normas de la religión, de una forma que nos resulta paradójica, por no decir extraña. En principio, la sumisión y pacificación del Islam no tendría que ser impositiva, siguiendo la famosa aleya donde se dice; "no cabe coacción religión" (Corán 2, 256) .

((Traducción de esa aleya por J. Cortés, Corán, Herder, Barcelona 1995. J. Vernet, Corán, Planeta, Barcelona 1996 traduce "no hay apremio en la religión". Los musulmanes "liberales" interpretan esta aleya como expresión de libertad religiosa. Pero, en la práctica (cf. Corán 10, 99-100), para un musulmán es muy difícil abandonar su religión, pues ello implicaría un rechazo del grupo social. En la práctica, una parte del Islam actúa en la línea antiguo Israel en su relación con los heterodoxos (herrem interno).))


Para probar esa afirmación se suele añadir que durante muchos siglos, los musulmanes del Norte de África (Egipto) y Oriente Medio (Siria, Irak...), desde su propia situación de supremacía, han permitido la existencia de valiosas minorías de cristianos y judíos. Pero, en estos últimos decenios, la casi totalidad de las minorías judías y cristianas han tenido que emigrar de los países de mayoría musulmana. Con la pretendida modernización (que por ahora parece haber sido sólo externa) ha crecido en muchas partas la intolerancia, la imposición y el resentimiento.


Esta situación es muy compleja e influyen en ella diversos factores: el desnivel técnico y económico, el colonialismo y neo-colonialismo con la lucha por el control de los recursos naturales (petróleo), las imposiciones de un tipo de capitalismo occidental, las formas diversas de entender la democracia y los valores de la vida etc. Esas y otras razones, agravadas por la existencia de grupos de privilegiados, que viven al modo occidental, mientras las masas sufren gran necesidad, han hecho que surjan situaciones de violencia que no pueden entenderse sólo (ni principalmente) en clave religiosa, como piensan algunos muchos que hablan del riesgo musulmán.

Ciertamente, el Islam puede tener puntos oscuros (como todas las religiones), pero constituye una tradición religiosa espléndida, con enormes posibilidades de renovación. Por eso, la respuesta frente a su posible riesgo de integrismo no puede hallarse en el control de las mezquitas y en la guerra, sino en un diálogo que tiene, a mi juicio, tres momentos.

(1) Será bueno que los musulmanes realicen, en conjunto, el proceso de la Ilustración, es decir, de la racionalidad, pero no al modo de occidente, sino en la forma que ellos mismos exploren y quieren.

(2) Es preciso que ellos busquen y desplieguen sus tradiciones de paz, desde el Corán y desde su misma historia, superando los aspectos más hirientes de una posible Guerra Santa.

(3) Musulmanes y occidentales, todos los hombres, deben superar un tipo de capitalismo e imperialismo, que lleva a la lucha y la muerte de todos .


((‒ Ciertamente, muchos musulmanes, buscadores de paz, parecen volverse intolerantes. Se sienten oprimidos por la prepotencia del capitalismo occidental. Algunos creen que no existe más salida que un integrismo fundamentalista precrítico y violento. Desde ese fondo, y por causas muy complejas (de tipo económico y social) ha crecido una intolerancia que a veces se vuelve fanática. Pero el Islam puede recorrer un camino distinto de pacificación, puede y debe tener una gran reforma, en línea de vuelta a los orígenes y de aceptación de una racionalidad humana de tipo universal, al servicio de los derechos humanos.

‒ Por su parte, muchos occidentales identifican Islam y fanatismo, activismo musulmán y terrorismo. Esas simplificaciones no son justas ni ayudan a plantear los problemas. Parece un sarcasmo condenar al Islam mientras se defiende con impunidad una política asesina de injerencia en los países musulmanes y se desarrolla una economía capitalista que condena al hambre a muchos de sus habitantes)).

El Islam es una religión muy viva y ella debe ofrecer sus respuestas culturales, sociales y religiosas, partiendo del paradigma de Mahoma y del Corán, en diálogo con el resto de la humanidad (sin imposiciones de occidente). Son ellos, los musulmanes, los que deben traducir e interpretar la yihad, esfuerzo sagrado de Mahoma y sus primeros seguidores, desde la situación actual. Desde este fondo añadimos que la violencia mayor no la realizan algunos musulmanes, sino las naciones occidentales en defensa de su imperio y su capitalismo, que se define como democrático, pero que impone su ley de terror sobre el mundo, impidiendo que muchos musulmanes pueden descubrir y desplegar por sí mismos sus potencialidades de paz social y religiosa .

De todas maneras, hay una diferencia notable.

(1) La violencia de los pueblos occidentales y del gran sistema económico mundo no se realiza ya directamente en nombre de la religión, aunque a los ojos del Islam ella aparece vinculada a una tradición judeo-cristiana, que habría rechazado su base religiosa, convirtiéndose en portadora de una gran dictadura económica, social y militar.

(2) Por el contrario, la violencia de algunos musulmanes se ejerce todavía en nombre de Dios, cosa que hoy resulta condenable para muchos para cristianos budistas y judíos. De todas formas, la violencia suprema no es hoy la musulmana, pues ella es reactiva y de defensa frente a la imposición mundial capitalistas, que a veces aparece vinculada al cristianismo.

Conclusión. Paradoja del Islam

Islam significa sumisión y pacificación. Durante muchos siglos, los países musulmanes del Norte de África y del Oriente Medio, desde su propia situación de supremacía no amenazada, han mantenido dentro de su seno valiosas minorías de cristianos y judíos. Pues bien, en estos últimos decenios, la casi totalidad de las minorías judías han tenido que emigrar hacia Israel o hacia otros países; los cristianos también han emigrado en gran parte.

Al par de la pretendida modernización ha crecido la intolerancia, el deseo de imposición y una especie de resentimiento intenso en contra de la presencia de otros grupos sociales y religiosos.Hay grupos musulmanes (llamados musulmanes) que se encuentran al menos parcialmente decididos a rechazar y expulsar de su seno a los cristianos y judíos que aparecen como injerencia de occidente. En el Corán y en la tradición musulmana se tiene gran estima de Jesús (y de la Virgen), por no decir del cristianismo; el Islam se siente en deuda con el judaísmo, es como una continuación y universalización del judaísmo....

Pero muchos musulmanes actuales, hombres que se dicen partidarios de la pacificación final de la humanidad, parecen volverse intolerantes: piensan que han fracasado los ideales del capitalismo occidental y las revoluciones del marxismo; creen que no existe más salida que una vuelta hacia formas de identidad fundamentalista, en parte violenta.

APÉNDICE DE X. P., TRAS EL PRIMER DIÁLOGO SOBRE EL TEMA


En el profetismo extático y guerrero (del que hablé el otro día en este portal) los hombres experimentaban la presencia divina en clave de éxtasis psicológico, de forma que Dios sacralizaba la misma vida humana, con su capacidad de ruptura racional y de experiencia carismática. Pues bien, ahora, los nuevos profetas de la palabra han destacado la transcendencia personal de Dios, presentándole, al mismo tiempo, como alguien que puede hablar con los hombres en diálogo de alianza. Según eso, la experiencia extática (carismática) no vale en sí misma, sino sólo en la medida en que capacita a los hombres para escuchar la palabra de Dios, transmitiéndola al pueblo, como voz de denuncia por el pecado y de anuncio de la nueva y más honda intervención de Dios.
Pasamos así de la experiencia extática (carismática) del Espíritu, que se manifiesta en el trance mental y en la guerra, a la sobria experiencia personal de la presencia de Dios, que habla a unos hombres y mujeres a través de su propia conciencia personal y de su reflexión orante.

Estos nuevos profetas (de Amós y Oseas al Zacarías y el Tercer Isaías), siguen siendo “videntes”, pero en un sentido distinto, como intérpretes de la presencia de Dios y de su acción en la historia de los hombres (y especialmente de Israel). En el lugar donde actuaba el espíritu extático viene a desarrollarse ahora una nueva “inteligencia” de Dios y de la historia, una comprensión más honda de la voluntad de Dios y de su diálogo con los hombres.
Estos nuevos profetas de la “acción del Espíritu en la historia”, cuya voz se escucha en Israel desde el siglo VIII al V a.C. constituyen un fenómeno nuevo y único en la historia de la humanidad. Antes (y en otros lugares) había videntes carismáticos y chamanes, adivinos y echadores de suertes, astrólogos, hechiceros y vaticinadores, como sabe Dt 18, 9-22. Pues bien, en Israel y sólo en Israel ha surgido una serie impresionante de profetas del más hondo Espíritu de Dios, que es trascendente, por encima de todas las posibilidades humanas, pero que, al mismo tiempo, dialoga en intimidad con los hombres y mujeres que le invocan y escuchan su palabra. Esta nueva visión de la profecía de Israel no tiene par en la historia de la humanidad, aunque puede compararse, desde su propio plano con los sabios de China, los místicos de la India y los filósofos de Grecia, en una línea que ha sido evocada por K. Jaspers en su estudio sobre el tiempo-eje (siglos VIII-V a. C.). He estudiado el tema en otro contexto, aquí sólo quiero ofrecer una breve comparación con el surgimiento de la gran filosofía griega :

‒ Los filósofos de Grecia han querido superar la experiencia extática del pneuma apelando a la claridad racional del logos (es decir, de la mente o nous humana). Así han ido más allá de la sacralidad cósmica y de la magia, situando al ser humano ante la verdad de su propio despliegue intelectual, dentro de un mundo que tiene sentido y debe ser ordenado de un modo racional, en una línea que culmina en la filosofía y después en el pensamiento científico moderno.

‒ Los profetas de Israel han superado la experiencia extática a través del diálogo personal con Dios, en clave de palabra (es decir, de alianza), insistiendo en la importancia de la “racionalidad ética”, tal como se expresa en la historia de Israel y del conjunto de los pueblos, en línea de justicia. De esa forma han podido iniciar una nueva visión de la historia, abriendo un camino distinto de humanidad, que se funda en la confesión de la trascendencia de Dios y en la certeza de que él revela a los hombres su palabra .

Estas dos han sido y siguen siendo, de algún modo, las experiencias fundamentales de la historia de occidente:

-- El descubrimiento y cultivo de la racionalidad del pensamiento y de la vida (Grecia)
-- y la experiencia de de la trascendencia de Dios, con la posibilidad de establecer con él un diálogo de alianza, en línea de fidelidad ética y de apertura mesiánica hacia un futuro de reconciliación humana.

stas perspectivas no se contradicen; pero son distintas y deben entenderse como tales para que puedan fecundarse mutuamente.

En una línea que en algún sentido es paralela a la de Grecia, la gran profecía de Israel ha superado una experiencia extática de guerra y una visión carismática de Dios (en la línea del éxtasis sagrado), desarrollando . Dios no se revela en los guerreros, ni se manifiesta en el entusiasmo de los nebiim que entran en trance. En gesto de fidelidad impresionante, siguiendo su nueva concepción del diálogo con Dios, esos profetas (Oseas, Isaías, Miqueas...) han venido a presentarse como defensores de una no violencia activa, en plano de fidelidad creyente y, al mismo tiempo, del diálogo personal con Dios a través de una palabra que tiene un hondo contenido ético (como indica el primer gran profeta “escritor”, que es Amós, en el siglo VIII a.C.).

Los nuevos profetas ya no ven a Dios en la guerra ni en el éxtasis mental, sino más bien en la escucha de una palabra de contenido ético, de compromiso personal de vida. Quizá se encuentra al fondo de esta nueva concepción una experiencia vinculada al recuerdo del Éxodo, donde se dice que Dios salva a los hombres sin necesidad de que apelen a las armas y combatan. Quizá influye también la experiencia de la majestad de Dios que defiende a la ciudad de Jerusalén con su gracia superior, sin necesidad de guerra. Y sobre todo influye la certeza de que el hombre puede y debe dialogar con Dios a través de la palabra (en línea ética).
Humanamente hablando, la propuesta de estos nuevos profetas (desde Oseas al Segundo Isaías, desde Amós a Ezequiel, pasando por Isaías y Jeremías, cf. cap. 3) resulta inviable y carece de sentido, pues son muchos los que dicen que a la guerra sólo puede responderse con la guerra (conforme al principio del talión) y a Dios se le conoce únicamente a través de fenómenos extáticos.

Pues bien, superando ese nivel, en un momento determinado (siguiendo en la línea de sus grandes profetas), el Israel bíblico (de Isaías al libro de la Sabiduría) ha renunciado a la defensa armada (al Espíritu que alienta en los guerreros) y ha renunciado también al cultivo de una religión extática, centrada en los sacrificios animales y en la experiencia del éxtasis mental.
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