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"Muchas veces una caricia desde el corazón hace más bien que unas monedas"
(Vatican News).- “Pienso en ustedes, que se encuentran con estos hermanos y hermanas en los comedores, en los centros de escucha, en el dormitorio o en las casas de familia para los pequeños hospitalizados en el Bambin Gesù, y reconozco en ustedes la imagen del Buen Samaritano”.
Fueron palabras del Papa Francisco esta mañana al recibir en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los miembros del Círculo de San Pedro, la asociación fundada en 1869 a instancias de Pío IX, para que se asegurara una comida a los pobres de Roma. A ellos, el Pontífice les agradeció el tiempo, "la energía, la creatividad, la paciencia y la perseverancia" invertidas en las obras de caridad y voluntariado, impresionado por el número de actividades y los rostros que se esconden en ellas, a los que se unen también historias, heridas y llagas.
Y como ha hecho en los últimos días, durante otras audiencias, Francisco vuelve a reflexionar sobre la parábola evangélica del Buen Samaritano, recordando su acercarse "al hombre herido junto al camino" con "compasión", "porque su corazón es tierno, no está endurecido, es capaz de ternura".
Así hace las cosas Dios, con tres actitudes: cercanía, misericordia y ternura. Así es Dios: cercano, misericordioso y tierno. Así. Y esto es lo primero que quiero recomendarles: la ternura.
La ternura, señala el Papa, es ese "rasgo del amor de Dios que se necesita hoy más que nunca"; no es sentimentalismo.
"Muchas veces, una caricia dada desde el corazón hace más bien que unas monedas. En sociedades a menudo contaminadas por la cultura de la indiferencia y la cultura del descarte, como creyentes estamos llamados a ir contracorriente con la cultura de la ternura, es decir, de cuidar a los demás como Dios ha cuidado de mí, de nosotros, de ti, de cada uno de nosotros"
Francisco señala que Jesús es también el Buen Samaritano, por haberse acercado "a los pequeños, a los marginados, a los últimos", por haber "dado la vida por nosotros, necesitados de misericordia y de perdón", y añade que gracias a su amor podemos amar.
Amamos de verdad a los demás en la medida en que nos reconocemos amados por Él, por nuestro Señor y Salvador. Ayudamos en la medida en que nos sentimos ayudados; nos levantamos si nos dejamos levantar por Él cada día.
Todo esto, explica el Papa, se puede vivir "en el silencio de la oración, cuando nos despojamos de nuestros roles, de nuestros cargos, tal vez incluso de nuestras máscaras" y Dios "puede poner su Espíritu en nuestros corazones, puede donarnos su compasión y donarnos su ternura". Es así como Dios trabaja con nosotros, y éste, añadió Francisco, es "el secreto de la vida cristiana y, de modo particular, del servicio caritativo".
Por último, el Pontífice anima a los miembros del Círculo de San Pedro a continuar su misión, lamentando no poder estar a su lado "físicamente en las calles de Roma", pero asegurándoles su cercanía "con su corazón y con la oración".
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