La Navidad de la bicicleta y las gallinas

(JCR)
Día de mercado previo a la Navidad. Marido y mujer acaban de comprar varias gallinas que, a falta de un lugar mejor donde transportarlas, van colgadas del manillar de la bicicleta con la que vuelven contentos a su aldea. A la espalda de la madre, un bebé duerme tranquilo arrullado por el traqueteo del armazón que de vez en cuando golpea sobre algún bache traicionero. Allá por 1994, cuando el primer Sínodo Africano definió a la Iglesia como la Familia de Dios, pensé muchas veces que en África la bicicleta sería un hermoso símbolo de la Iglesia, porque pocas actividades como el pedaleo son tan compartidas por los miembros del mismo hogar.

Los vemos de espaldas y no podemos ver sus rostros, pero estoy seguro de que van felices y sonríen. Han gastado sus pocos ahorros en un vestido nuevo de colores para la mamá y unas gallinas para compartir una comida de rumbo el día de Navidad. Tal vez vendan algunas de ellas o a lo mejor las repartirán entre hermanos, primos o padres ancianos. No sería extraño que alguna de ellas fuera llevada en solemne procesión al ritmo del tambor durante el momento del ofertorio hasta el altar como ofrenda al Dios que se hizo niño nacido en la pobreza, al que los africanos entienden muy bien porque nació y vivió como ellos.

Un viaje, por corto que sea, siempre hace renacer una ilusión. La alegría de llegar a casa, de encontrarse con familiares, amigos y vecinos, de disfrutar de lo poco que uno tiene. Porque en África la gente hace gala de una sabiduría especial que consiste en sonreír cuando las cosas van bien y cuando van mal, en conformarse con las pequeñas cosas que salen a nuestro encuentro.

Gracias a mi amigo

, cooperante en Mozambique por esta bonita foto, estampa navideña que a mí por lo menos me dice mucho más que muñecos rojos barbudos o paisajes de abetos nevados.
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