Tiempo mítico e historia

En el marco de las grandes intuiciones del prestigioso historiador de la religión Mircea Eliade, esta forma de concebir el tiempo como duración, elaborada sobre todo desde el campo de las filosofías occidentales, escapa a la manera de entender el tiempo en el ámbito de las sociedades más tradicionales y arcaicas. Para el hombre primitivo apenas si tiene algún sentido concebir el tiempo como simple duración o como historia. El tiempo del quehacer diario, de las acciones vulgares y comunes, sólo tiene sentido en la medida en que éstas imitan y repiten las acciones ejemplares paradigmáticas, realizadas por los grandes héroes en el tiempo mitico, en el «gran tiempo». Las acciones del hombre son reales, es decir, tienen sentido auténtico, en la medida en que reproducen los grandes gestos de «aquel tiempo», en la medida en que participan de una realidad que les trasciende.

El valor de las acciones del hombre no aparece vinculado a su condición física en sí, sino al hecho de que reproducen un acto primordial, repiten un ejemplar mítico. Para el hombre arcaico no hay acto alguno que no haya sido realizado y vivido anteriormente por otro, por alguien que no es un hombre. Lo que él hace ha sido ya hecho por otro; su vida es la repetición ininterrumpida de gestos inaugurados por otros. Ciertamente, en este caso la noción de lo «real» o de lo «no real» escapa a la conceptualización de las metafísicas occidentales.

¿Qué es el tiempo mítico? Por supuesto, no hay que identificarlo ni con la eternidad, que trasciende el tiempo, ni con la prehistoria, concepto proveniente del campo de la ciencia. El tiempo mítico es el tiempo primordial, el tiempo en que se sitúan las gestas prodigiosas de los héroes míticos. Es el tiempo verdaderamente real, el tiempo paradigmático que confiere realidad y sentido a las acciones de los hombres a lo largo de la historia.

Este tiempo ni se inventa ni se instituye por decreto, artificialmente. Es la memoria colectiva la que transforma, de manera inconsciente pero profunda, la historia en mito. La memoria colectiva, como demuestran los fenomenólogos e historiadores de la religión, es capaz de transformar en el espacio de dos o tres siglos un acontecimiento histórico en una leyenda o en un mito. La memoria popular retiene con dificultad las connotaciones «individuales» de los acontecimientos de la historia. Porque funciona con estructuras diversas: categorías en vez de acontecimientos, arquetipos en vez de personajes históricos. El personaje histórico se identifica progresivamente con el modelo mítico, con el héroe, y el acontecimiento se interpreta en términos de mito ancestral.

Este proceso de «mitificación» o de transformación de la historia en mito es frecuente y se encuentra en numerosas tradiciones antiguas. Los hebreos, a fin de poder «soportar la historia», es decir, las derrotas militares y humillaciones nacionales, interpretan los acontecimientos contemporáneos mediante el antiquísimo mito cosmogónico-heroico de la victoria provisional del dragón, que, a su vez, será definitivamente vencido por el Mesías.

De esta manera, el mito acontece en un tiempo -valga la expresión- intemporal, en un instante sin duración, como ciertos místicos y filósofos se representan la eternidad.
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