EL VALOR DE LAS PALABRAS
EL VALOR DE LAS PALABRAS
Todos sabemos que en las comunicaciones y las relaciones humanas la palabra ocupa un lugar prioritario.
Bien sabemos que en las conversaciones no siempre coinciden lo que se dice, cómo se dice y cómo se interpreta.
No siempre decimos lo que conviene ni en el momento oportuno, si queremos que las palabras sean más que “añicos sentimentales y basura intelectual”, porque, como bien decía Enrique Jardiel Poncela: “Todos los que no tienen nada que decir hablan a gritos”.
Lo importante es saber decir las palabras, descubrir qué palabras hay que transmitir y en qué momento hay que decirlas.
En ocasiones, somos despiadados en nuestros juicios y no dejamos títere con cabeza y subrayamos más lo negativo que lo positivo de cada persona y de cada hecho que observamos.
Analiza tus relaciones y medita con gran intensidad si tus comentarios y tus críticas al otro pasan por la verdad, la bondad y la necesidad. Será la mejor manera de mejorar tu entorno y construir un mundo más solidario y más fraterno.
No es bueno que se contemple nuestra vida con demasiada permisividad en nuestra relación con el otro pero sí pedimos que nuestros actos sean contemplados con piedad y nuestras debilidades con una pizca de misericordia. Sólo así llegaremos a gestar una sociedad más auténtica y más justa, anclada en la crítica constructiva y en la capacidad de construir más cuotas de fraternidad y respeto.
Alguien escribió: “si no estás dispuesto a asentar por escrito y firmarlo, no lo digas”… Y si nuestras palabras no incorporan las “tres rejas de la verdad, la bondad y la necesidad”..mejor que no la digamos.
www.marinaveracruz.net
Todos sabemos que en las comunicaciones y las relaciones humanas la palabra ocupa un lugar prioritario.
Bien sabemos que en las conversaciones no siempre coinciden lo que se dice, cómo se dice y cómo se interpreta.
No siempre decimos lo que conviene ni en el momento oportuno, si queremos que las palabras sean más que “añicos sentimentales y basura intelectual”, porque, como bien decía Enrique Jardiel Poncela: “Todos los que no tienen nada que decir hablan a gritos”.
Lo importante es saber decir las palabras, descubrir qué palabras hay que transmitir y en qué momento hay que decirlas.
En ocasiones, somos despiadados en nuestros juicios y no dejamos títere con cabeza y subrayamos más lo negativo que lo positivo de cada persona y de cada hecho que observamos.
Analiza tus relaciones y medita con gran intensidad si tus comentarios y tus críticas al otro pasan por la verdad, la bondad y la necesidad. Será la mejor manera de mejorar tu entorno y construir un mundo más solidario y más fraterno.
No es bueno que se contemple nuestra vida con demasiada permisividad en nuestra relación con el otro pero sí pedimos que nuestros actos sean contemplados con piedad y nuestras debilidades con una pizca de misericordia. Sólo así llegaremos a gestar una sociedad más auténtica y más justa, anclada en la crítica constructiva y en la capacidad de construir más cuotas de fraternidad y respeto.
Alguien escribió: “si no estás dispuesto a asentar por escrito y firmarlo, no lo digas”… Y si nuestras palabras no incorporan las “tres rejas de la verdad, la bondad y la necesidad”..mejor que no la digamos.
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