Lecciones patrísticas (III)

Instrucción vaticana sobre el estudio de los Padres de la Iglesia

Lo Studio dei Padri della Chiesa Oggi

1.- Su objetivo. Vista la buena marcha del Augustinianum y el aire saludable de los estudios patrísticos en seminarios de especialización, la Congregación para la Educación Católica acordó por la década de los ochenta del XX reforzar las cosas con un documento que afrontase la realidad de la nueva disciplina.  

Por fin el 10 de noviembre de 1989, en la fiesta de san León Magno, salía del  Palacio romano de la Congregación para la Educación Católica la Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la Formación Sacerdotal, con la firma del cardenal prefecto del dicasterio, William Wakefield Baum, y del secretario arzobispo José Saraiva Martins, años más tarde prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Introducción y Conclusión aparte, el Documento consta de: I) Aspectos de la situación actual; II) ¿Por qué estudiar a los Padres de la Iglesia?; III) ¿Cómo estudiar a los Padres?; y IV) Disposiciones prácticas. Elaborada por altas instancias de la Santa Sede, tras haberse asesorado previamente de cualificados especialistas, algunos, por cierto, profesores entonces del Instituto Patrístico Augustinianum.

2.– Introducción. Da cuenta de «algunos problemas concernientes a tal tema [Patrística]» (Intr. 1). Sale al paso de por qué invitar a profesores y estudiantes a volverse hacia el pasado cuando, en la Iglesia y en la sociedad, se dan hoy tantos y tan graves problemas que exigen ser resueltos urgentemente. Recuerda que la reflexión teológica nunca renunció a la presencia afianzadora y orientadora de los Padres. Al contrario, tuvo siempre «la viva conciencia de que en ellos hay algo de especial, de irrepetible y de perennemente válido, que continúa viviendo y resiste a la fugacidad del tiempo» (n.2).

Seguidamente aborda «las muchas analogías que unen el tiempo presente [años ochenta del XX, por supuesto] con la época patrística, no obstante las claras diferencias. Como entonces, también hoy la Iglesia está realizando un delicado discernimiento de los valores espirituales y culturales, en un proceso de asimilación y de purificación, que le permite mantener su identidad y ofrecer, en el complejo panorama cultural de hoy, las riquezas que la expresividad humana de la fe puede y debe dar a nuestro mundo» (n.3). Todo esto, en sí considerado, constituye un reto para la vida de la Iglesia entera y, de modo particular, para la Teología.

La Congregación añade a la conveniencia y casi necesidad del documento el gran valor de la doctrina patrística. La observación de la realidad eclesial «muestra cómo […] las nuevas corrientes de espiritualidad reclaman alimento sólido y fuentes seguras de inspiración. Frente a la esterilidad de tantos esfuerzos, el pensamiento se vuelve espontáneamente a aquel saludable soplo de verdadera sabiduría y autenticidad cristiana que emana de las obras patrísticas. Es un soplo que ya ha contribuido, incluso recientemente, a profundizar numerosas problemáticas litúrgicas, ecuménicas, misioneras y pastorales que, recibidas del Concilio Vaticano II, son consideradas por la Iglesia de hoy fuente de aliento y de luz» (n.4).

Concluye destacando la trascendencia y solidez de los Padres: «demuestran una vitalidad siempre actual y tienen muchas cosas que decir a quien estudia o enseña teología» (Ib.). He aquí el esclarecimiento de sus destinatarios: «se dirige ahora a los Responsables de la formación de los sacerdotes» (Ib.), y la clasificación de su finalidad y  contenido: «proponer algunas reflexiones sobre la situación actual de los estudios patrísticos (I), sobre sus más profundas motivaciones (II), sus métodos (III) y su programación concreta (IV)» (Ib.).

3.- Situación de los estudios patrísticos cuando vio la luz este Documento. En lo que atañe a este importante argumento, la I Parte se interroga sobre dos cosas: «el puesto que se les reserva en la preparación de los futuros sacerdotes y las orientaciones de la Iglesia al respecto» (I,4).

Del estado que entonces presentaba la Patrística en los Institutos de formación sacerdotal dice que «está en estrecha relación con las condiciones generales de la enseñanza de la teología», aunque «su situación no es igual en todas partes; [pues] no sólo difieren de un país a otro, sino incluso es distinta en las diversas diócesis de cada nación». Con todo se pueden señalar «aspectos positivos, así como también ciertas situaciones y tendencias, que presentan, a veces, problemas para los estudios eclesiásticos» (I-1:5).

El recurso a la dimensión histórica en el trabajo científico de los teólogos de finales del XIX y principios del XX como algo «extraordinariamente provechoso y fecundo, porque ha hecho posible un mayor conocimiento de los orígenes cristianos, de la génesis y de la evolución histórica de las diversas cuestiones y doctrinas, y también, porque el estudio de los Padres ha encontrado algunos cultivadores verdaderamente eruditos e inteligentes que han sabido poner en evidencia el nexo vital que rige entre la Tradición y los problemas más urgentes del momento presente. Gracias a un tal acceso a las fuentes, los largos y fatigosos trabajos de investigación histórica no se han quedado reducidos a una mera investigación del pasado, sino que han influido en las orientaciones espirituales y pastorales de la Iglesia actual» (I-1:6 a).

¿Quiénes son los Padres de la Iglesia?

El Dicasterio reconoce que dicho interés continúa, en condiciones distintas, claro es, de suerte que, pese a un notable decaimiento general de la cultura humanística, se nota aquí y allá un despertar en el campo patrístico, según lo demuestra la multiplicación de «óptimas publicaciones de colecciones patrísticas y de monografías científicas, que son, sin duda, el índice más evidente de una verdadera hambre del patrimonio espiritual de los Padres; fenómeno consolador que también se da positivamente en las Facultades teológicas y en los Seminarios». Sin embargo, «la evolución verificada en el campo teológico y cultural evidencia ciertas  insuficiencias y diversos obstáculos»  (I-1:7 b).

Cabe resaltar las tendencias teológicas que prestan escasa atención al testimonio de los Padres y, en general, de la Tradición eclesiástica, limitándose a la confrontación directa de los datos bíblicos con las realidades sociales y con los problemas concretos de la vida. Son «corrientes teológicas que prescinden de la dimensión histórica de los dogmas». En tales casos, «la actividad teológica se reduce a un puro biblicismo o llega a ser prisionera del propio horizonte histórico […], creyendo hacer teología, no hace en realidad sino historicismo, sociologismo, etc., rebajando los contenidos del Credo a una dimensión puramente terrena» (I-1:8 c).

Otro peligro proviene de los  métodos exegéticos. «La exégesis moderna, que se sirve de las ayudas de la crítica histórica y literaria, proyecta una sombra sobre las aportaciones exegéticas de los Padres a las que se considera simplistas y, en sustancia, inútiles para un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura. Tales orientaciones, al mismo tiempo que empobrecen y desnaturalizan la exégesis misma […], disminuyen indudablemente la estima y el interés por las obras patrísticas» (I.1:9 d).

Hay dificultades «que nacen de concepciones distorsionadas de la Tradición […] en lugar de la concepción de una Tradición viva, que progresa y se desarrolla con el devenir de la historia, se tiene de ella otra demasiado rígida, llamada a veces integrista, que reduce la Tradición a la repetición de modelos pasados y hace de ella un bloque monolítico y fijo […] Paradójicamente repercute de modo desfavorable sobre el aprecio de la época patrística la misma concepción de la Tradición eclesiástica viva, cuando los teólogos al insistir sobre el igual valor de todos los momentos históricos, no tienen suficientemente en cuenta lo específico de la contribución aportada por los Padres al patrimonio común de la Tradición» (I,1:10 e).

Añádase el frecuente desconocimiento de las lenguas clásicas, imprescindibles ellas para echarse a los ojos las obras de los Padres. Lo cual hace que la situación de «la patrística en los Institutos de formación sacerdotal se resienta notoriamente de los cambios culturales actuales, caracterizados por un creciente espíritu científico y tecnológico, que privilegia casi en exclusiva los estudios de las ciencias naturales y humanas, descuidando la cultura humanística» (I,1:11 f).

Tradición Apostólica

Sobre dificultades, el Documento señala el reducido espacio reservado  a la patrística en los nuevos ordenamientos académicos, y a menudo también «la falta de colecciones patrísticas y de adecuados apoyos bibliográficos en las bibliotecas» (I,1:12 g).

En cuanto a los Padres en las orientaciones de la Iglesia, la Congregación (I,2: 12-16c) recuerda las indicaciones del Vaticano II relativas al método de la enseñanza teológica, y al papel de la Tradición en la interpretación y transmisión de la Sagrada Escritura; en concreto el  Decreto  Optatam totius (n. 16), la Constitución Dei Verbum sobre el valor de la Tradición, la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis  y La formación teológica de los futuros sacerdotes (nn. 85-88), de la misma Congregación, así como las intervenciones papales.

«El estudio de los Padres, de gran utilidad para todos, es de imperiosa necesidad para aquellos que tienen a pecho la renovación teológica, pastoral y espiritual promovida por el Concilio […] Son una estructura estable de la Iglesia, y para la Iglesia de todos los tiempos cumplen una función perenne. De modo que todo anuncio o magisterio posterior, si quiere ser auténtico, debe confrontarse con su anuncio y su magisterio» (I,2:16c).

El documento, en resumen, pone sobre aviso a Obispos y Superiores Religiosos sobre un tema de gran importancia para la sólida formación de los sacerdotes, la seriedad de los estudios teológicos y la eficacia de la acción pastoral en el mundo contemporáneo. Sus consideraciones y disposiciones desean que un más atento estudio de los Padres lleve a una mayor asimilación de la Palabra de Dios y a una renovada juventud de la Iglesia, que en ellos tuvo y tiene a sus maestros y a sus modelos.

Patrística- Católicos firmes en la Fe

Volver arriba