Profético mensaje de Navidad y Año Nuevo del Cardenal Luis José Rueda El arzobispo de Bogotá hace su ‘Anuncio de paz’ contemplando el dolor de la guerra

Cardenal Rueda
Cardenal Rueda

"Vivíamos en sombras de miedo, de terror, de injusticia y de muerte. Confinados, amenazados y humillados. Se burlaban viéndonos temblar de miedo. Sus manos empuñaban armas y dinero. Eran los dueños de la tecnología y de la verdad"

"Dejamos nuestra casa y nuestra tierra en soledad, migramos sin pensar en el retorno, migramos sin mirar atrás, migramos sin saber por dónde, sin futuro, sin agua y sin pan"

"Qué hermosos son en las ciudades y sobre los montes los pies de la mujer mensajera que se puso en camino, que lleva un niño en sus brazos y está acompañada del obrero de la vida y artesano valiente del silencio"

"De las bombas y fusiles forjaremos puentes. En vez de armas, hospitales. En vez de trincheras, universidades. Los campos darán cosecha abundante. El hambre en el mundo será derrotada por la amistad social"

Para el arzobispo de Bogotá, la violencia en Colombia, con la continua masacre de líderes sociales, a los que nadie da voz, sin protección estatal, pero también la derrota humana del genocidio en Gaza, como la guerra en Ucrania, y tantas otras violencias, parecen ser el motivante de un profético anuncio, como lo hicieron los grandes profetas bíblicos:


Anuncio de paz

¡Levántate que es Navidad!
¡Escucha con el corazón!

¡Es la voz de un niño, son voces de mujeres y hombres, voces de jóvenes que caminan juntos, también los ancianos caminan y cantan!

¡Levántate!

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Navidad

Vivíamos en sombras de miedo, de terror, de injusticia y de muerte. Confinados, amenazados y humillados. Se burlaban viéndonos temblar de miedo. Sus manos empuñaban armas y dinero. Eran los dueños de la tecnología y de la verdad. Ostentaban el poder con imágenes deslumbrantes. Eran los dioses y señores de la tierra. Sus palabras expulsaban odio y violencia. Su paso era un estruendo de botas que pisotean la dignidad y aterrorizaban con insultos ofensivos. Nos han dejado en ruinas, dispersos, heridos, y nuestras ropas empapadas de sangre y lágrimas. Dejamos nuestra casa y nuestra tierra en soledad, migramos sin pensar en el retorno, migramos sin mirar atrás, migramos sin saber por dónde, sin futuro, sin agua y sin pan. Salimos con las manos vacías, con nuestros niños y ancianos ensangrentados, y llorando, cansados de caminar sin rumbo fijo.

¡Levántate que es Navidad
¡Abre los ojos querida hermana!

¡Es la voz de un niño, son voces de mujeres y hombres, voces de jóvenes que caminan juntos, también los ancianos caminan y cantan!

¡Levántate!

Qué hermosos son en las ciudades y sobre los montes los pies de la mujer mensajera que se puso en camino, que lleva un niño en sus brazos y está acompañada del obrero de la vida y artesano valiente del silencio. Ella entra a nuestra casa con la danza del amanecer y con la melodía de la esperanza: proclama mi vida la grandeza del Amor, se alegran mis entrañas por la Palabra que trae la vida abundante, exultan los ríos, aclaman los bosques por la fraternidad hermosa que era solo semilla en la tierra y ahora germina con el Sol que nace de lo alto y con el torrente de Agua que salta hasta la vida eterna.

Vienen con ella, mujeres y hombres de toda raza, lengua y nación y entonan con júbilo la canción de la esperanza, cada uno en su propia lengua, y se entretejen sus voces en el aire, y cada uno la escucha hablar de las maravillas del Señor en su propia lengua, es una sola canción y un único mensaje que se entreteje en la conciencia. Qué hermosos son los pies y las manos de la comunidad que proclama la paz, que anuncia el evangelio, que pregona el amor, el perdón y la fraternidad. Terminó la soledad. Terminó la indiferencia. El Diálogo eterno y creador se hizo carne y habitó entre nosotros. Ha renacido el Encuentro. Y hemos contemplado su gloria.

Navidad

¡Levántate que es Navidad!
¡Alza las manos!

¡Ponte en camino! ¡Ven, caminemos juntos! ¡No tengas miedo! ¡No estamos solos!!La Luz verdadera camina con nosotros!

De las bombas y fusiles forjaremos puentes. En vez de armas, hospitales. En vez de trincheras, universidades. Los campos darán cosecha abundante. El hambre en el mundo será derrotada por la amistad social. Los mares y las montañas recobrarán sus colores. Saldrán de nuestra boca solo palabras que edifican. Ya no habrá maldición alguna, ni epidemia que devaste. Venceremos al mal con el bien. Nos revestiremos de humildad y misericordia. ¡Están llegando los cielos nuevos y la tierra nueva! Una oración se escucha al unísono: PADRE NUESTRO.

Ven, Espíritu, condúcenos a la verdad plena. Felices y bienaventurados los que trabajan por la paz. Que todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Esta es la vida abundante: Que te conozcan a ti Padre Misericordioso, a ti que eres el Dios de la verdadera ternura, compasión y cercanía. Padre nuestro, que todos seamos uno en ti, hermanos todos, que todos permanezcamos en el Amor que se hizo persona y habitó entre nosotros. A Ti la gloria, el honor y la alabanza por los siglos de los siglos. Amén.


+Luis José Rueda Aparicio Arzobispo de Bogotá 

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