"Presbiterios partidos por la mitad y comunidades religiosas divididas" Predicar con el ejemplo en el caso catalán
(José Manuel Vidal).- La consecuencia más dolorosa del 'procés', además de la tristeza por el desgarro, quizás haya sido la fractura social, tanto dentro como fuera de Cataluña. Una fractura que alimenta la animadversión y hasta el odio entre personas y colectivos, y que anida incluso en el seno de las propias familias y en el de la comunidad católica, donde estamos llamados a perdonar "setenta veces siete" y a predicar con el ejemplo.
Un buen momento, pues, para que los católicos hagamos examen de conciencia. ¿En qué nos hemos distinguido del resto de ciudadanos al abordar y vivir este tema? ¿Hemos predicado con el ejemplo o hemos hecho como casi siempre, predicar sin dar trigo?
Animadversión y, posiblemente, odio entre políticos, que se dicen católicos. Porque tanto Puigdemont y Junqueras como Rajoy son dirigentes no sólo de raíces católicas sino que se declaran católicos. Alguno de ellos, como Oriol Jonqueras, practicante.

Vecinos que, hasta hace poco, compartían la eucaristía en pueblos y ciudades de Cataluña y se daban la paz en la misa, de pronto comienzan a mirarse con recelo. Un recelo que invade incluso familias católicas enteras, que, para no discutir e insultarse, toman la decisión de no abordar el tema catalán en sus reuniones familiares.
Presbiterios partidos por la mitad. Curas que no se hablan. Religiosos y religiosas, que viven en la misma comunidad, pero no han sido capaces de dialogar nunca sobre el tema y, en el mejor de los casos, optaron por silenciarlo en sus reuniones comunitarias. Y en el peor (que, por desgracia fue muy frecuente), se dividieron, se separaron y dejaron, en el fondo (y, a veces, en las formas) de ser hermanos.
"Reproducimos en nuestro seno las mismas fracturas que la sociedad de la que salimos", me respondió un religioso al que le planteé la cuestión, tras reconocer que, en su propia congregación se daba esa fractura. Reconocer el problema es el primer paso. Pero el segundo debería ser caminar hacia la sanación del mismo con el diálogo.
Hasta se ha escenificado alguna diferencia entre obispos. Con Sanz y Novell, sobre todo, rompiendo el pacto de moderación, silencio y diálogo, que se les exige como "pontífices" o creadores de puentes y nunca de muros. Aunque también es verdad que la mayoría del episcopado optó por el perfil bajo y por no echar más leña al fuego.
Es verdad que los políticos no dialogaron. Es verdad que la sociedad civil se fracturó. Pero no es menos cierto que en la propia Iglesia católica tampoco hemos sido capaces de dialogar serenamente sobre el tema.
De hecho, hace ya meses, un grupo de católicos de Madrid y de Barcelona intentamos montar un debate entre dos personalidades católicas de prestigio. Una independentista y otra, constitucionalista. Tuvimos que desistir de la idea, porque no encontramos dos católicos con cierto prestigio dispuestos a ese cara a cara dialogante desde los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia. La verdad es, pues, que no hemos predicado con el ejemplo.
El diálogo sobre el tema catalán en la Conferencia episcopal, en los presbiterios, en las comunidades religiosas y en las parroquias es "justo y necesario". Una asignatura pendiente, también entre los católicos, que tenemos que abordar cuanto antes y pase lo que pase en la amada Cataluña. De lo contrario, la comunidad católica seguirá esclava de aquel famoso refrán: "Haced lo que yo digo, pero no hagáis lo que yo hago". Y ya sabemos que "testigos nos quiere Dios".
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