Tras asesinato de un menor en Tafalla Otra oportunidad

(Paloma Pérez).-El pasado día 9 de febrero se produjo una pelea entre varios jóvenes en Tafalla (Navarra) con el resultado de un joven muerto. La víctima fue ingresada en la UCI del Complejo Hospitalario de Navarra con un pronóstico extremadamente grave y fallecía al día siguiente.

El joven fallecido era Roberto Requena de 17 años que al parecer recibió una paliza al tratar de defender a una chica que estaba siendo insultada por dos adolescentes.Los dos menores que supuestamente pegaron al fallecido, de 15 y 16 años, de etnia gitana y vecinos de la localidad, fueron detenidos y pasaron a disposición judicial.

Hasta aquí la triste noticia de un joven que ha visto sesgada su vida y de unos padres que tendrán que hacer frente a una tragedia que no tendría que haberse producido, ni ocurrido nunca.

Como cada domingo los voluntarios y capellanes hemos acudido al Centro Penitenciario de Pamplona para asistir a la misa. Los internos se iban acercando, los voluntarios saludando, todos preparaban como cada domingo la mesa que hace de altar, las lecturas, el mantel, el crucifijo, las velas, las sillas... reinaba la alegría... Hasta aquí todo como siempre, pero había algo que rompía el ritmo de otros días, llamaba la atención la numerosa presencia de internos de raza gitana no habituales en nuestras celebraciones.

Al preguntar hemos sabido que entre ellos se encontraba un interno que es padre de un muchacho de la cuadrilla de los dos jóvenes que mataron a Roberto en aquella pelea... aquella noche...en aquel pueblo. Su objetivo era claro y muy serio: ofrecer una misa a Dios por el alma del fallecido.

Me gusta comprobar cada día que todavía y, a pesar de todo, sigue habiendo muchas razones para la esperanza. Tal vez pensemos que detrás de los gruesos muros y alambradas que rodean a nuestras cárceles no hay nada bueno, que todo es gris, sucio y sin sentido. Pero allá dentro hay personas como tú y como yo, a veces con malos sentimientos, sí, pero otras con grandes gestos de respeto y de cariño.

Dios me ha dado la oportunidad, por medio de la Pastoral Penitenciaria, de acercarme a las personas privadas de libertad y de compartir con ellas retazos de vida y de crecer como persona y como cristiana. Ellos son nuestros hermanos, hermanos que están pasando una etapa dura de su vida, pero Dios les da nueva oportunidad para recomenzar. ¿Les daremos nosotros también esa otra oportunidad?

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