En alguna parte he leído que los pederastas han buscado refugio en la Iglesia y en las escuelas para poder saciar sus instintos perversos sin correr serios riesgos. Los internados religiosos, los campamentos vacacionales y los deportes les han servido como trampas infalibles para su caza. El ambiente sagrado, además, reviste sus depravados actos de un aura sublime, pues el depredador pederasta no tiene escrúpulos para aureolar la antesala del sexo y el sexo mismo con el misticismo amoroso de complacencia al Altísimo, al que se le presta un servicio al complacer a quien lo representa y administra lo sagrado. En ninguna otra tesitura se cumple mejor que en esta aquello de que la corrupción hace que lo óptimo devenga pésimo. Las víctimas de estos degenerados no solo pierden la inocencia, sino también la infancia y el equilibrio espiritual y psicológico necesario para seguir el proceso formativo que concluye con la madurez.

El tema nos viene impuesto esta mañana porque hoy se celebra el “día europeo para la protección de los niños de la explotación sexual”, efeméride que busca exponer públicamente los tipos de violencias y abusos a los que se ven sometidos muchos niños en Europa y despertar las alarmas para que los poderes sociales puedan abordar el problema al menor indicio a fin de prevenirlo o, llegado el caso, tomar cartas legales en el asunto. Se trata de una celebración que se llevó a efecto por primera vez el 18 de noviembre de 2015 por iniciativa del Consejo de Europa, con el propósito de aumentar la conciencia pública sobre tan grave problema para que deje de ser tabú en la sociedad y se hable abiertamente de él a fin de que las víctimas no se crean culpables y se sientan estigmatizadas de por vida. El “Convenio de Lanzarote”, firmado en 2016 por los representantes de 26 países europeos, es un documento legal, único en su estilo, que se sitúa en esa línea y propugna que todos los firmantes se comprometan fielmente no solo a combatir cualquier abuso sexual de los niños, sino también a tomar medidas para prevenirlo y castigarlo duramente.

Que hoy se celebre, además, el “día europeo del uso prudente de antibióticos”, establece una especie de paralelo con el tema anterior en cuanto a limpieza de las infecciones del cuerpo se refiere. Es una pena que no exista un antibiótico capaz de curar, por un lado, las pústulas psicológicas que produce el abuso sexual de niños y, por otro, la putrefacción mental de los pederastas. Esta celebración forma parte del proyecto de “concienciación sobre el uso de los antibióticos" a que se dedica toda la semana tercera del mes de noviembre. Con ella se pretende sensibilizar a los profesionales, a las instituciones, a las autoridades y a los ciudadanos para que utilicen de forma prudente los antibióticos y eviten los consumos innecesarios. La razón está en que el consumo excesivo, además de ser costoso para la sociedad, aumenta la resistencia de los microorganismos, sobre todo de las bacterias que se pretende combatir, con lo que los antibióticos pierden eficacia a la hora de tratar las infecciones. 

El día nos aporta otros temas de interés, uno de los cuales sigue teniendo que ver con la salud, otro es una mera curiosidad de pasatiempo y el tercero va referenciado a la cristiandad. El primero se refiere a la celebración hoy del “día mundial del paciente anticoagulado”, celebración que tiene las miras puestas en que quienes sufren esta anomalía sanitaria sean conscientes de su importancia y se cuiden como es debido. Los anticoagulantes, como su mismo nombre indica, son fármacos que reducen la capacidad de coagulación de la sangre. Este tratamiento se aplica a quienes tienen riesgos de sufrir ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y obstrucciones en las venas y arterias, por lo que se aconseja también para quienes han tenido problemas de trombosis en las piernas o embolias pulmonares.

El segundo tema, que hemos calificado como mera curiosidad de pasatiempo, se deriva de la celebración, también hoy, del “día mundial de los récord Guinness”. Como todos los lectores saben, “Guinness” es el nombre de una destilería y de una cerveza inglesas que están en el origen del “Libro de los Guinness” como acumulación de las curiosidades variopintas a que dio lugar la preocupación de su director general, Sir Hugh Beaver, cuando, estando de caza en 1954, le picó la curiosidad de saber cuál era el ave más veloz. Ello le arrastró a conocer otro tipo de curiosidades de récord y dio origen a la idea de recogerlas en un libro, curioso libro que sirvió de publicidad a la marca de la cerveza mencionada. La celebración de este día se fijó, a iniciativa de la marca Guinnes, en el año 2005. Digamos que el libro “Guinness” tiene su propio récord por ser el libro con derechos de autor más vendido (en 2003 ya se habían vendido más de cien millones de ejemplares) y también por ser el más robado en las bibliotecas públicas de los EE.UU.

El tercer tema, el referenciado a la cristiandad, se debe a la celebración hoy de la dedicación de las basílicas de San Pedro y San Pablo. La primera es el soberbio templo de la Ciudad del Vaticano, el más utilizado para las grandes solemnidades del catolicismo, y la segunda, el templo conocido como “San Pablo Extramuros”. Se trata de dos de las cuatro basílicas mayores, junto con las de San Juan de Letrán y de Santa María la Mayor. La de San Pedro es la de mayor cabida de toda la cristiandad y la de San Pablo, la siguiente. En cada una de ellas está enterrado el apóstol titular. Su belleza y su poderío arquitectónicos están a la vista de cuantos visitan Roma, en cuyas guías turísticas figuran como dos atractivos ineludibles. Para el gusto de este aprendiz de plumilla, aunque sigan siendo basílicas muy visitadas y ensalzadas, ambas han perdido mordiente y significado con relación a los auténticos cometidos evangélicos de una Iglesia que quiera ser transmisora del Evangelio de Jesús para los hombres de nuestro tiempo, la Iglesia que el papa actual desea colocar en “las periferias”, en los lugares dejados de la mano de Dios y de los que se ha apoderado el dolor y la miseria.

El punto anterior propicia que uno relacione fácilmente la pederastia con el celibato obligatorio de los clérigos y con el voto de castidad de los religiosos, aunque puede que a algunos les suene a traición o blasfemia. La blasfemia real, la que de veras injuria a Dios, es la pederastia ejercida por personas revestidas de autoridad divina que, para mayor inri, utilizan a Dios y su amor como cebo. Si curar los cuerpos enfermos es uno de los temas en que más se refleja la acción mesiánica de Jesús, defender la inocencia de los niños realza el esplendor de un mensaje que se sirve de ellos como metáfora del reino de los cielos: “dejad que los niños se acerquen a mí” y “el reino de los cielos pertenece a los que son como ellos”.

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