Gran riqueza de platos (temas) sobre la mesa de nuestro desayuno de hoy, que nos tientan a degustarlos sin prisa, saboreándolos a fondo, aunque dispongamos de poco tiempo para ello. Ayer, día de Pentecostés, tema que acaparó todo nuestro espacio, se celebraba el “día mundial sin tabaco”. Su importancia me obliga a no pasarlo por alto. El enunciado, con la tajante preposición “sin”, es lapidario: ¡fuera el tabaco!

A los seguidores de este blog ya les conté, a ese respecto, cómo el 25 de febrero de 1981 dejé de fumar drásticamente. En plan de cirujano brutal, corté por lo sano al abrir la cuarta cajetilla de tan venturoso “día de la victoria”, día en que nací de nuevo al ganar una guerra tras haber perdido muchas batallas. Mi única arma de destrucción masiva fue la firme voluntad de no seguir siendo una piltrafa humana. Y aquí sigo, como si el concepto de tabaco hubiera desaparecido no solo de mi mente, sino también del diccionario. ¡Adiós para siempre, mal bicho, pues tú sí que eras para mí un virus demoledor!

La campaña anual de “un día sin tabaco”, promovida por la OMS, es una oportunidad para concienciar sobre los efectos nocivos y letales del consumo de tabaco y la exposición al humo del tabaco ajeno. Concienciar sobre los efectos (yo era una piltrafa) y disuadir del consumo (borré el tabaco de mi mente). Ojalá que estas pocas líneas tuvieran una fuerza mágica para convencer a todo lector que quiera dejar de fumar de que el tabaco mata y de que la vida es muy bella sin él.

Y si la consigna es “menos tabaco” (mejor nada), que, en contrapartida, hoy se celebre el “día mundial de la leche” viene a recordarnos que debemos consumir muchos más productos lácteos de lo que hacemos habitualmente. Consumir más leche y productos lácteos contribuye a la sostenibilidad, al desarrollo económico y a una nutrición saludable, según la recomendación hecha por la FAO al promover este día en el año 2001:“la leche y los productos lácteos son alimentos ricos en nutrientes que suministran energía y poseen cantidades significativas de proteínas y micronutrientes, que son esenciales para reducir el hambre y la desnutrición, especialmente entre los más vulnerables”.

Que hoy celebremos, además, el “día mundial de las madres y los padres,” para destacar su importante papel en la educación de los niños, abunda en la necesidad de evitar vicios horrendos y destructivos y en la conveniencia de fomentar hábitos saludables de consumo. Menos tabaco y más leche es una consigna que, en este contexto, adquiere fuerza expresiva universal para todos los demás ámbitos o dimensiones de una vida que debe ser toda ella una lucha tenaz entre contravalores y valores. Con esta celebración, la ONU, al establecerla en septiembre de 2012, quiso reconocer la gran labor que hacen los padres en la educación de sus hijos y honrarlos por ello.

Y, puesto que de consumos hablamos, no está demás recordar que un día como hoy de 1952 se suprimieron en España las “cartillas de racionamiento” que se habían emitido en la posguerra. La cosa ocurrió justo cuando yo me preparaba para ir a estudiar en una “escuela apostólica” a cientos de kilómetros de mi pueblo y el maestro del lugar me sorprendía adelantándome que las palabras en latín tenían declinaciones: nominativos, vocativos, acusativos, genitivos, dativos y ablativos.

“En los años 40, debido a la guerra, la política económica de Franco y el aislamiento internacional, en España escaseaban los alimentos. El gobierno decidió controlar la distribución de las mercancías, asignando a cada persona cierta cantidad de los productos básicos más escasos: azúcar, arroz, aceite, pan, judías..., que había que recoger con la Cartilla de Racionamiento”.

Como en el pueblo no pasábamos hambre, aunque quizá nuestra alimentación fuera deficiente en nutrientes y proteínas, apenas recuerdo ir a la compra con el librito de cupones en las manos, si bien sí que me quedó grabado lo de ir al estanco a por el cuarterón de tabaco que correspondía a cada fumador y a por el librillo de hojas en que cada cual envolvía, con suma habilidad, sus cigarrillos. La escasez de tabaco, lejos de permitirle a los hombres (no se sabía de ninguna mujer que fumara) adquirir el "vicio de fumar", les llevaba a recrearse con cada chupada. Conocí a un lejano pariente que presumía (se lo vi hacer) de que, tras una gran calada, reconducía el humo de tal manera por los vericuetos de su interior que no salía nada al exterior. 

Aunque la mesa de nuestro desayuno esté tan llena, aún nos queda una pequeña esquina, no más, para recordar que hoy hace justo dos años se formó en España un insólito gobierno, que hizo explotar en aplausos a muchos y dejó a no menos cariacontecidos y que, a trancas y barrancas, sigue de pie apuntalándose de forma extraña, cuyos detentores más parecen funambulistas que deambulan sobre cuerdas con el peligro de pegarse un trompazo en cualquier momento.

En mi condición de aprendiz de escritor que se mantiene al margen profesional de la política, una referencia como esa solo me lleva manifestar mi propia perplejidad y desengaño por el hecho de que los españoles no hayamos sido capaces, tras varias elecciones generales, de despejar de nubarrones el discurrir de la cosa pública.

Lo evidente es que los españoles estamos ideológicamente muy fragmentados y, a juzgar por cómo hacen política nuestros políticos, seguimos alojándonos mentalmente en las dos Españas largo tiempo atrincheradas. Es algo que lamento seriamente porque nos empobrece y nos priva de muchas otras riquezas de la vida. ¿Tan difícil es entender que los políticos tienen que tener una capacitación acorde con las responsabilidades que están llamados a ejercer y que su misión primera, por encima de cualquier otro interés personal o gremial, consiste en prestar un servicio eficiente a todo el pueblo español?

Atención, pues vienen curvas y estrecheces, circunstancias que de por sí no hacen más que generar más tiranteces y crispaciones. Si nos emperramos en no aprender la importante lección de lo mucho que vale colaborar con todos, respetando como es debido a los que piensan diferente, seguiremos cometiendo los mismos errores y sufriendo las mismas penalidades. ¡Ojalá uno tuviera el poder de insuflar sentido común en la mente de la mayoría de los españoles! Hoy es un aniversario que debería hacernos reflexionar para ver por dónde no podemos caminar sin terminar en un precipicio.

Tal vez algún lector se pregunte a qué viene todo esto si en ello no parece que pinten nada la religión ni el quehacer cristiano, que es lo propio de esta página web. Sin embargo, todo lo dicho no hace más que poner sobre el tapete un intenso programa de trabajo de evangelización al redundar en la necesaria humanización de los comportamientos humanos. Y ya hemos repetido muchas veces que el Evangelio es una hermosa obra de “humanización”, iniciada con la “encarnación” del Hijo de Dios.

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