Corpus Christi: pan partido para el mundo


Las fiestas religiosas van recordando los misterios de nuestra fe de manera que podamos profundizar en ellos, alimenten nuestra vida cristiana, la proyecten hacia un mayor compromiso cada día. En este tiempo hemos estado celebrando la Pascua, la Ascensión, Pentecostés, la Santísima Trinidad y ahora, en este mes, la celebración del Corpus Christi y del Sagrado Corazón de Jesús. Es decir, motivos para avivar nuestra fe no nos faltan. El desafío es recrear toda esa vida de gracia que se nos entrega y hacerla significativa para nuestro presente.
En concreto, la fiesta de Corpus hace unas décadas era una gran celebración pública donde se hacían altares y procesiones y la gente se convocaba alrededor de la Eucaristía. Esta fiesta sigue siendo visible en algunos lugares pero en otros no parece tener más la acogida y reconocimiento del pasado. Sin embargo, el significado de esta celebración sigue siendo central y definitivo para quien la vive, para quien no deja que lo esencial se pierda, por falta de lo accidental. Pero ¿qué es lo esencial de esta festividad? La presencia real del Señor en la Eucaristía, su presencia que convoca, sostiene y compromete. En efecto, la eucaristía no es simplemente el trozo de pan que vemos expuesto en la custodia. Es la presencia del Dios vivo que continua llamando, atrayendo, despertando corazones para un servicio y una entrega desinteresada. Contrario a lo que a veces pareciera verse, cuando se explica este Jesús que se hace pan y se compromete con los más débiles, muchos corazones, especialmente de los jóvenes, se sienten interpelados por su llamada y se disponen a seguirle. Unos desde diversos grupos que surgen alrededor de la parroquia y otros desde la vida consagrada, vida en la que muchos seguirían si no encontraran, algunas veces, estructuras caducas que ahogan el espíritu y hacen demasiado escarpado el camino de madurez humana y espiritual que todo joven necesita.
La eucaristía también es ese “pan para el camino” que sostiene en los momentos difíciles y alegra en las situaciones de gracia y bienestar que también nos alcanzan. A semejanza de los discípulos de Emaús, ese pan partido abre los ojos en medio de las dificultades y fortalece cuando aprieta el cansancio. Pero sobretodo permite reconocer al Señor cuando todo parece ocultarlo y hace arder el corazón cuando se reconoce ese amor divino que ha tejido nuestra vida y acompañado todos nuestros pasos.
Y lo más importante, la Eucaristía compromete la vida porque Jesús no está como presencia solitaria o como una divinidad que reclama un culto y una reverencia sagrada. Jesús eucaristía es el que se parte y se reparte por amor a todos. Es la vida entregada voluntariamente que nos invita a compartir el pan de su presencia y el don de su amor fraterno y sororal sin límites, ni medida. La imagen de la mesa común, de la cena festiva, del banquete mesiánico, nos incorpora ya en la esperanza definitiva que buscamos alcanzar. Una mesa donde caben todos y, especialmente, los más pobres, los últimos de cada momento presente. Esa mesa donde nadie pasa necesidad y no existen los vanos honores que tantas divisiones y distancias crean entre los seres humanos.
Celebrar, por tanto, la festividad de Corpus Christi, es ir más allá de la celebración litúrgica y dejarnos interpelar por el significado que nos transmite. Es agradecer la presencia real del Señor en la Eucaristía. Pero es también dejarnos llevar desde allí a la presencia real de Jesús en cada persona. En otras palabras que el sagrario nos lleve a los hermanos y estos nos remitan a Jesús. Sin esta relación intrínseca la eucaristía se convierte en un rito vacío que desdice del misterio de la encarnación.
Y, más aún, que contemplar a Jesús eucaristía nos vaya transformando en ese mismo pan que se reparte para el mundo con una vida dispuesta al servicio y a la entrega. Jesús no quiere estar en el sagrario. Quiere llegar al mundo y depende de nosotros el hacerlo posible. Que nuestro amor a la Eucaristía se haga visible en todos nuestros actos y a través de ellos muchos puedan descubrir ese Jesús que definitivamente se ha quedado en medio de su pueblo.

Foto tomada: http://imagenes.catholic.net/imagenes_db/dadc60_20521.jpg
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