Simbología de Aragón

Desde mi retiro medito levemente sobre Aragón y sus avatares, que son los nuestros. En el escudo de Aragón pueden descifrarse simbólicamente las huellas de nuestro devenir histórico no aisladamente, sino en relación y contacto con los pueblos limítrofes en tierra y mar. Puede así sintetizarse el despliegue y repliegue aragonés en la historia a través de cuatro símbolos fundacionales: el árbol de Sobrarbe, la cruz de Íñigo Arista, san Jorge de Alcoraz y las Barras, palotes o bastones verticales. En su conjunto configuran la conquista de nuestra europeidad (cristiana).

El árbol de Sobrarbe es una encina verde sobre la que se posa una cruz roja, un símbolo cristiano que nuestra tradición proyecta en su vieja lucha contra los moros. Se trata de un mito simbólico que ubica el origen de Aragón en las montañas, así pues en la naturaleza pirenaica de signo matriarcal. En efecto, el árbol aragonés de Sobrarbe es el equivalente al árbol vasco de Guernica, ambos símbolos de una naturaleza libre y de una presunta ley natural regida por los viejos fueros o privilegios feudales, que se reivindican frente al nuevo poder centralista del Rey unificador.

Como mostró Caro Baroja, hay una mitología matriarcal-naturalista en todo el norte peninsular, la cual recorre desde los Pirineos hasta el litoral cantábrico en su conjunto. Este trasfondo simbólico se trasluce en Aragón en la leyenda de Bernardo del Carpio, el héroe leonés del siglo XI que, tras vencer a los moriscos y conquistar Aínsa, se casó con doña Galinda, hija del conde Alados de Latre, mostrando así su desposorio con la “dueña” matriarcal de la tierra o territorio. En todo este contexto, el norte español o aragonés representa el ámbito de la naturaleza cristiana libre o liberada frente al sur musulmán, sea en el bajo Ebro o en Andalucía.

A ese norte de naturaleza libre pertenece también el segundo símbolo del escudo aragonés, la cruz de Íñigo Arista, el rey navarro de las montañas pirenaicas, cuyo escudo porta el signo crucífero que, según tradición, se le apareció en los cielos también en una batalla antimorisca, siendo asumido por los jacetanos a modo de estandarte. Algo parecido ocurre con el tercer símbolo de nuestro escudo, dedicado a san Jorge, el soldado romano de Capadocia que se aparece en la batalla de Alcoraz en Huesca contra los islámicos, portando de nuevo una cruz victoriosa. En el escudo aragonés esta cruz está circundada por cuatro cabezas de moros vencidos.

Reflexionemos antes de proseguir. En el primer símbolo de la cruz sobre el árbol de Sobrarbe se nos narra simbólicamente una especie de fondo naturalista de carácter matriarcal, un trasfondo paradisíaco o idílico propio del mito de origen. El tema matriarcal-naturalista se prosigue en parte en el segundo símbolo, en la cruz de Íñigo Arista, el cual es ya un héroe navarro que inspira a los aragoneses de la montaña pirenaica a combatir al invasor. Pero con la visita a Alcoraz de san Jorge, el caballero protector de los guerreros cristianos en el Imperio romano oriental, se acentúa el sesgo patriarcal-aguerrido. En primer lugar, la propia cruz de san Jorge se denomina “patriarcal” por su doble travesaño; en segundo lugar, san Jorge encarna al héroe patriarcal matadragones, en este caso vestido de blanco y en corcel blanco frente a los negros moros.

Ahora bien, nos queda el último símbolo del escudo de Aragón, las barras, palos o bastones verticales, cuya coloratura en oro y rojo parece provenir del Vaticano romano, así pues del Papado, bajo cuya tutela se estableció nuestro rey Pedro II. Sin duda bajo esas barras verticales se realiza la expansión aragonesa y catalana en el mediterráneo, antes de proceder a su impansión o repliegue peninsular bajo los Reyes católicos, así como a la posterior expansión atlántica en las Américas. Nuestra conquista mediterránea tiene un componente patriarcal y aguerrido bien simbolizado por dichas barras o barrotes verticales. Y sin embargo, esas barras o barrotes del escudo aragonés revierten hoy en la bandera aragonesa en barras tradicionales tipo fajas de signo horizontal.

Este traspaso de las barras verticales del escudo a las barras horizontales de la bandera es un cambio simbólico de trascendencia significativa, ya que representa la trasformación del pasado aguerrido y patriarcal en un presente democrático y fratriarcal. En el escudo de Aragón el árbol de Sobrarbe significa nuestra prehistoria naturalista o matriarcal, mientras que san Jorge señala nuestra historia patriarcal o agresiva. Pero la bandera oficial de Aragón, estatuida en 1984, encarna una simbología democrática de signo horizontal y fratriarcal. Aragón inicia su identidad europea (cristiana) desde su refugio pirenaico, se expande en la conquista mediterránea y finalmente reviene a su propio espaciotiempo, ocupando su actual franja mediadora de extremos, entre el centralismo y el separatismo.
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