La religión del amor

Entrevista a Andrés Ortiz-Osés
por Jesús Lozano Pino

---¿Cuál es, según su opinión, la esencia de la religión cristiana? El resto que no
considera esencial, ¿es suprimible?

La religión cristiana es originariamente la religión del amor, hasta el punto de
que no salvan ni la fe ni las obras por separado, sino el amor conjuntivo de la fe
operativa, la creencia como querencia (para decirlo unamunescamente). Por
desgracia esto que considero esencia del cristianismo –la religión del amor- ha
podido considerarse como accidental y suprastructural, como mero
romanticismo pío o imposible, cuando en realidad el amor es la infrastructura o
quintaesencia de la vida, la positivación de la negatividad.
---¿Hay algo infinito en el hombre finito?
La finitud del hombre lo aboca a la muerte, pero la propia muerte es una apertura
radical. La ciencia actual de S. Hawking a R. Dawkins pretende encerrarnos en
un universo clausurado, ignorando la idea de límite abierto de L. Wittgenstein a
nuestro E. Trías. La propia muerte, a la que nos conduce nuestra contingencia y
finitud, es un límite abierto, una apertura radical, hasta el punto de que
Heidegger la considera el “cobijo” final del ser, mientras que el poeta
Houellebecq la concibe como la fusión con la trascendencia. En el propio
Budismo la muerte es la vía al gran vacío nirvánico o simbólico.
Pero respondiendo directamente, sí, hay algo infinito en el hombre cristalizado
en el “alma” y su apertura omnímoda, como ya reconocía Aristóteles al definirla
como totalidad individuada. El alma es el respiradero del ser y la rajadura del
ente, el fondo sin fondo de la persona humana, el agujero de la trascendencia
interior o intratrascendencia: la herida de la vida abocada a la muerte, por la que
transita el Dios crucificado. En la filosofía cristiana Dios es el Alma del mundo,
de la que participa el hombre humanamente.
---La postmodernidad: ¿oportunidad para qué o crisis de qué?
La posmodernidad es la oportunidad de la importunidad o inoportunidad, o sea,
una oportunidad heterodoxa frente al fundamentalismo y el dogmatismo, por
cuanto representa la crisis y la crítica constituida culturalmente. Sin embargo,
frente a la posmodernidad flotante o deletérea, yo prefiero hablar de
intramodernidad o modernidad ad intra (interior): una modernidad con alma y
corazón, y no desalmada o descorazonada. La modernidad nos ha llevado al
abstraccionismo propio del capitalismo, mientras que la posmodernidad nos
propone flotar evanescentemente en dicha abstracción. Frente a ellos, la
intramodernidad es una modernidad con conciencia: con conciencia de nuestra
inconsciencia e inhumanidad.
---¿Son inversamente proporcionales poder y servir? ¿Cuáles son los signos de
violencia-poder sobre la ciudadanía que aún se observan en los estamentos
políticos? ¿Y en la Iglesia?

La potencia puede servir al otro, pero el poder se sirve del otro. El poder como
violencia está en la suprastructura dirigente o gerente de la humanidad que la
conduce inhumanamente, violentando tradicionalmente la base desde la altura,
tanto en la sociedad civil como en la Iglesia. La clase dirigente no ha sido
precisamente la clase diligente, sino negligente, respecto a la clase indigente,
que es la humanidad sufriente. Por lo demás, nuestra sociedad humana se basa
en el materialismo capitalista, cuyo principio es el acaparamiento y la rapiña, el
latrocinio y el robo enmascarado del mercantilismo del mercantilista o
mercantilisto.
---¿Qué opinión le merece el nuevo Papa Francisco y a dónde cree que nos
puede llevar su papado? ¿Se trata de una evolución o una revolución?

Francisco no es un Papa o Patriarca sino un Fratriarca, caracterizado por la
hermandad franciscana y la inteligencia jesuítica, la empatía latino-americana y
la gracia porteña. Su presencia providencial no representa ni una mera evolución
ni una drástica revolución, sino una transvolución o convolución, una auténtica
conmoción religioso-cultural, cuyo signo es de apertura fundamental en medio
de la cerrazón fundamentalista. La clave de su fratriarcado o fratriarcalismo es la
misericordia con la miseria humana y la crítica del enfatuamiento propio del
hombre contemporáneo.
---¿Cayó la teología de la liberación como cayó el muro de Berlín? ¿Por su
propio peso, superada o aplastada?

Sí, cayó realmente para reconstruirse simbólicamente, murió para fructificar:
como el grano evangélico que tiene que morir para resuscitar/resucitar. De esta
forma se ha purificado de su escoria, como se purificó el radicalismo de
Mandela en la cárcel sudafricana. Pues la auténtica teología de la liberación es
una teología de la liberación de la ley por la gracia, una teología de la libertad y
la igualdad en la fraternidad cristiana.
---Echemos a volar un poco el pensamiento y hagamos, si cabe, un poco de
hermenéutica imaginativa. Pongamos el caso de que Jesús de Nazaret hubiese
llegado ahora (en el siglo XXI) al mundo. ¿Qué mundo (pre-cristiano) se
hubiese encontrado hoy y qué mensaje-vida aportaría como novedad?

Tenemos siempre lo mismo diferentemente o, mejor, deferentemente tras la
democracia. Avanzamos retrocediendo y retrocedemos avanzando, así que Jesús
encontraría lo mismo diferenciado: el desamor y el odio, la injusticia y la
maldad, el mal humano y extrahumano, pero también el bien y la bondad
siquiera oprimidos o reprimidos. Y su mensaje sería el mismo: el amor justifica
la vida y redime la existencia a través de la caridad y la fraternidad, asumiendo
críticamente el mal a través de su humanización abierta a la transcendencia
simbolizada por Dios. Dios es el fundamento que desfundamenta este mundo
corrupto y empecatado, cuyo dios es el diablo que autoafirma su inmanencia
renegadoramente.
---¿Cuál sería “el antídoto”, la contra-oferta que nos revelaría Jesús para la
infelicidad-violencia-injusticia del hombre-mundo de hoy?

El amor humano es la gracia divina, porque la gracia es el amor de Dios al
hombre y, por lo tanto, la vida misma. Ahora bien, el amor religa religiosamente
y no obliga inquisitorialmente. La caridad es el remedio a nuestra locura
colectiva, porque es esencialmente compasión de la cruel melopea humana. El
cristianismo refunda con su “encarnación” el principio antropotópico o
simplemente antropológico, según el cual el universo toma conciencia humana
en el hombre: una conciencia humana frente a toda inhumanidad.
---¿Cómo se situaría Jesús en nuestra sociedad? ¿Como un hippie, como un
“ciudadano ejemplar”, un revolucionario, un anti-sistema, un político, un
cooperante…?

Como lo que fue y sigue siendo: un marginal errante y transversal, un profeta
errático y un creador inspirado, un sacerdote liberado del sacerdocio antiguo y
un laico liberado del laicismo moderno, un judío heterodoxo (lo cual es como
decir un ortodoxo heterodoxo): en definitiva, como un liberador y emancipador
en el nombre de un Dios heterodoxo. Porque el Dios ortodoxo nos asfixia, no
ama sino que reclama, no abre sino que cierra, no perdona o condona sino que
condena: es el gran Inquisidor de toda inquisición.
---La propuesta del Reino de Dios de este Jesús del s. XXI, ¿desearía una Iglesia
jerárquica o democrática? ¿Por qué?

Querría una Iglesia heterodoxa respecto a su ortodoxia tradicional, porque el
Dios que predica y encarna Jesús es un Dios heterodoxo respecto a toda
ortodoxia eclesiástica o cerrada, clerical o encerrada. Se trata de una divinidad
implicada y encarnada, que proyecta un horizonte de sentido abierto
(transcendente). Recogiendo la experiencia religiosa, Lutero definía el pecado
como un encorvarse en sí mismo, ofuscarse con el propio yo, encapsularse y
aislarse, obturarse y renegar; en este mismo contexto Pascal hablaba del “yo
odioso”. Olvidamos que ayudar al otro nos ayuda, ya que el otro nos salva de
nosotros mismos: por eso no hay nada más frutífero que el amor, el cual dice
afecto o afección por el otro (com-pasión).
---Saber y amar, Grecia y cristianismo: ¿se incluyen o excluyen mutuamente?
¿Son punto y aparte, punto y seguido o punto y final?

No hay sabiduría sin amor o diligencia (diligere); pero no hay amor sin saber o
saborear (sapere). Grecia y el cristianismo se excluyen externamente, pero se
incluyen internamente. Se trataría de fundar una Ilustración no abstractamente
racional sino concretamente relacional, ecuménica, que reúna razón y corazón en
una inteligencia afectiva. Su nombre más adecuado no sería modernidad ni
posmodernidad, sino intramodernidad, la cual sería una modernidad interior y no
meramente exterior o funcional, una modernidad axiológica que valora los
valores humanos y no los inhumanos.
---¿Un cristianismo débil, plural y ecuménico es una religión “descafeinada”,
sin identidad ni futuro?

Un cristianismo débil bien entendido puede ser un auténtico cristianismo fuerte.
Por su parte, un cristianismo plural es un cristianismo unidiversal, y un
cristianismo ecuménico es un cristianismo universal. El cual debe ser amoroso y
no moroso, diligente y no dirigente, abierto y no encerrado, dialógico y no
monológico, suturador o salvador de males y no saturador o abrumador de
mandatos, preceptos y obligaciones farisaicas. Pues la auténtica obligación
religiosa es la ligación o religación con la transcendencia (Dios).
---¿Qué relación existe entre economía, religión, globalización y política?
En su aspecto negativo rige la relación de la abstracción: la economía es
abstracta (el capital o el dinero), la religión instituida es abstracta (Dios o la
divinidad), la globalización es abstracta (etérea y deletérea), la política es
abstracta (funcional y funcionarial). Estamos en la era de la Abstracción,
incluyendo su arte abstracto (sintomático). Pero cabe otra relación no abstracta
sino encarnatoria, humanista o humanizadora, es decir, a favor del hombre y no
a su contra.
---¿Cuál es el papel de la religión y, en concreto, el de la Iglesia en la
postmodernidad?

La religión debería tener un papel inspirador de apertura trascendental, pero a
menudo obtiene un mero papel conspirador o pseudopolítico. En general las
religiones tienen un papel excesivamente moderador o tradicionalista,
conservador. En el cristianismo el catolicismo ha sido el adalid de cierto
tradicionalismo, mientras que las Iglesias protestantes han tenido un rol más
abierto y modernizador. Yo pienso que la religión debe mantener un alto tono
moral o moralizador, pero no de moralina y tampoco desmoralizador, por lo cual
debe implicarse en la realización de la realidad, de acuerdo al Dios
implicado/encarnado del cristianismo auténtico.
Por su parte el catolicismo, que es menos individualista y más comunitario que
el protestantismo liberal, debe llegar a ser lo que latentemente es: una Fratria de
fratrías, una Hermandad de hermandades, una Iglesia de iglesias, una
Comunidad en medio del mundo, presidida por la caridad. El Papa Francisco es
el símbolo actual de esta Iglesia abierta y no en-cerrada: su característica
antropológica y cristiana es la urdimbre afectiva frente a la estructura
deshumanizada, la persona frente a las cosas, la vida frente al dogma, el amor
frente al dolor.
Volver arriba