Salir de la Iglesia de piedra para ir a la Iglesia de carne

Las iglesias y aún menos la Iglesia Católica no pueden escaparse del hecho de volver a cuestionar los “regímenes” que se imponen actualmente sobre el mundo político, el mundo económico, el mundo financiero y el mundo religioso. El movimiento de los “indignados” y las voces que ascienden cada vez más a través del mundo no son más que una señal del gran malestar que alcanza a todos los estratos de las sociedades en las cuales vivimos. Ya no estamos en los compromisos cosméticos, pero en los cambios de los regímenes que reinan sobre el mundo desde hace de un siglo y, para algunos, desde más tiempo aún.

1. Los rasgos dominantes de los regímenes existentes que se imponen sobre el mundo pueden recogerse en algunos elementos fundamentales.

El carácter oligárquico e imperial de los regímenes contaminan todo lo que se llama libertad y democracia. En la actualidad, tomamos cada vez más conciencia de ello. Los Gobiernos elegidos de estos regímenes permanecen fantoches, dejando al mismo tiempo la ilusión a los electores y electoras que viven en un mundo de libertad y democracia. La libertad, en el sentido de una participación efectiva de todos y de todas al destino de nuestras sociedades, no hace parte de este régimen.

El carácter, esencialmente individualista de las instituciones económicas y financieras, las vuelve herméticas a las consideraciones de justicia social. Ninguna de estas instituciones está allí para hacer la caridad, aunque los capitales que disponen vienen del pueblo. Si algunas se permiten a veces grandes obras humanitarias, sólo será para engañar mejor y almacenar fortunas que irían de otro modo a los impuestos. Lo importante, para ellas, es guardar la influencia sobre los capitales y el uso que se hace. La justicia en el sentido fundamental de los derechos no forma parte de sus objetivos.

El carácter manipulador de estos regímenes se destaca aún con más fuerza, hoy, mientras que los medios de comunicación son de los más sofisticados. No obstante, es necesario reconocer que las tecnologías permiten escaparse, en parte, de esta gran ilusión de una información objetiva basada en la pura verdad. La información alternativa que quieren controlar les escapa todavía. ¿Por cuánto tiempo? Vamos a ver. Así la verdad es truncada para intereses individuales y corporativos.

2. Las iglesias y particularmente la Iglesia Católica a la cual me intereso especialmente no escapan a este molde que imponen los regímenes oligárquicos, autoritarios y manipuladores.

Prácticamente, podríamos decir que son las iglesias de estos regímenes oligárquicos que les permiten proseguir su crucero de conquista y dominación con el sentimiento de hacer obra divina. En los Estados Unidos, los Evangelistas, los Mormones y otros más, hacen del régimen existente, el elegido de Dios para controlar el mundo. Incluso los católicos no se escapan de este régimen. Que se recuerde esta celebración grandiosa del aniversario de Benedicto XVI en la Casa Blanca, en 2007. Su sola presencia en la mesa de Bush, Cheney y todos los demás, eran millares justificando las mentiras de estos últimos y todos los crímenes cometidos en Irak, en Afganistán y por todas las partes del mundo. La catolicidad evangélica cogió todo un resfrío al respecto.

El Vaticano, por sus Secretariados de Estado,sus nuncios apostólicos, sus cardenales y sus obispos, controla totalmente la institución eclesial, las prácticas de la fe y sus compromisos en el mundo. En su caso, la democracia no existe simplemente, y allí donde hay voto, como en el cónclave, los electores apartados según su “ADN” ideológico, son luego elevados al rango de cardinal por el propio papa. Estarán entonces en condiciones de garantizar la continuidad del pensamiento y acción de la iglesia. Si hay a veces error sobre la persona y que esta última esté elegida papa, la burocracia vaticana estará allí para limitar los “daños” como fue el caso con Juan XXIII y Juan-Pablo I, no confundir este último con Juan-Pablo II.

La doctrina, los cultos, los sacramentos, tal como se practican, encuadran la muchedumbre de los fieles, los acercan a un dios celestial y les tranquilizan sobre su vida de fe y su salvación. Como lo decía últimamente el cardenal Maradiaga de Honduras “no es la economía que va a salvar a la humanidad, sino Jesús”. Basta que se atengan fielmente a la enseñanza del magisterio y al culto de los sacramentos. ” El Señor dijo a Pedro: « Te daré las claves del Reino de los cielos: lo que atas sobre la tierra, quedará atado en los cielos, y lo que desates sobre la tierra, quedará desatado en los cielos. » (Mt 16, 19) Es allí una referencia ampliamente utilizada para asentar la autoridad del papa y de los obispos.

Lo que no dicen o de que hablan poco, es que este mismo poder se dio también a la comunidad de los cristianos. « En verdad os digo: todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. » (Mt 18,18) Esta referencia se sitúa en un contexto donde las discordias pueden encontrar su solución directamente al lado de la comunidad de los fieles. Lo que esta última decidirá será considerado como aprobado por Dios mismo.

En esta óptica, Pedro y todos los demás no podían operar sin estar en armonía con la comunidad de los cristianos. Allí hay un inicio de democracia directa que las autoridades se guardan justamente de valorizar. Pues es el tiempo de volver a estas prácticas de las primeras comunidades cristianas y de poner fin a estas formas de autoridades jerárquicas, generalmente desconectadas de las comunidades básicas y del pueblo en el cual la gran mayoría son víctimas de esta pobreza generada por el sistema económico.

3. Es necesario que la humanidad vuelva a ser el centro de las preocupaciones de la fe y que Jesús de Nazaret ocupe el primer lugar.

Una vuelta inevitable a los evangelios y a las problemáticas del mundo se ha convertido en la condición esencial para la supervivencia de las iglesias. Las iglesias, incluso la Iglesia Católica, no están allí para salvar a sus instituciones, sus cultos, sus sacramentos, sino para aportar por sus compromisos concretos la esperanza a los pobres, a los dejados por cuenta, a los perseguidos, a los presos políticos y humanitarios. Es necesario que la Humanidad esté percibida como la verdadera residencia de Dios entre nosotros, de Dios con nosotros. ¿En este sentido la Humanidad no es Iglesia? Para eso, es necesario que los cultos se transformen en obras y que los sacramentos encuentren los grandes ejes hacia los cuales aspira la humanidad entera. Estos ejes son la justicia, la verdad, la compasión, la solidaridad, la catolicidad en su sentido universal y globalizante y también la misericordia que permite renacer a sí mismo y con los demás. Es necesario encontrar la libertad que aporta la fe y de la cual nos habla el apóstol Pablo en su carta a los Colosenses.

Pues si sois muertos con Cristo cuanto á los rudimentos del mundo, ¿por qué como si vivieseis al mundo, os sometéis á ordenanzas, Tales como, No manejes, ni gustes, ni aun toques, Las cuales cosas son todas para destrucción en el uso mismo), en conformidad á mandamientos y doctrinas de hombres? Tales cosas tienen á la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, y humildad, y en duro trato del cuerpo; no en alguna honra para el saciar de la carne.20-23


En una palabra, es necesario sacar a Jesús de los templos hechos de manos de hombre para encontrarlo donde ha estado siempre y está todavía, en el centro de la Humanidad, en compañía de los más pobres, indigentes y olvidados. Él quiere simplemente que vayamos a juntarnos a él, donde está, para que con él tomáramos carga de esta parte de la humanidad dejada por cuenta por los grandes y potentes de este mundo de conquista y dominación.
Ya, muchos creyentes y no creyentes están obrando en este mundo y como lo decía el apóstol Santiago:

Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si el hermano ó la hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, Y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y hartaos; pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿qué aprovechará? Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras

He aquí la nueva consigna para el tiempo en que vivimos. He aquí la vía por la cual el papa Francisco parece querer orientar la Iglesia. ¿Hasta dónde podrá ir en la renovación de los principales protagonistas que tendrán que encarnar esta nueva orientación? Debe saber muy bien que “no se hace algo nuevo con lo viejo. »


traductor: Marius Morin
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