Apuntes sobre psicología de la religión: el reino de los espíritus. (5)


La Psicología trata, disecciona y analiza las pulsiones humanas con el fin de procurar entendimiento, curación o consuelo al individuo “recalentado”.

Entre las pulsiones que impelen al hombre a obrar está el deseo de éxito (asociado al cuadro más general de “búsqueda de la felicidad”).

Como es lógico, la religión, que sigue los pasos del hombre para arrebatarle su energía y proporcionarle otra pretendidamente superior, también incide en este aspecto del psiquismo.

Ruth Benedict, antropóloga sobradamente conocida, ha estudiado con interés y en profundidad este aspecto. Para ella hay una amenaza común de la práctica religiosa contra todas las culturas y es la utilización de la religión como “técnica” para alcanzar éxito.

Las implicaciones de esta afirmación van desde las formas más groseras y a ras de suelo -–el enchufe de siempre-— hasta el análisis más sofisticado y profundo del asunto.

Este deseo de éxito individual puede llegar a quebrar las mismas leyes físicas. Dice Ambrose Bierce que rezar es “pedir que las leyes del universo sean anuladas en nombre de un único rogante que se ha confesado indigno de ellos”. Adviértase la enorme contradicción que subyace en tal hecho.

Cuando hay mucho en juego y las técnicas habituales para conseguir el éxito se han agotado –medicinas, terapias, estrategias, tiempo--, se recurre a la religión como medida desesperada.

Las contradicciones respecto a la conducta normal del hombre en que incurre el comportamiento religioso producen verdadero estupor mental:

a) la mente se da cuenta de cómo funciona la naturaleza pero crea entonces unos espíritus, poderosos pero perfectamente inútiles, y los soborna con dádivas o sacrificios para que la naturaleza detenga su curso;

b) la razón se ha fabricado unas estructuras mentales, un sistema de “módulos”, unas categorías de pensamiento que le sirven para entender el mundo, esquemas que rompe cuando esas mismas leyes no le son favorables.

c) propugnan un Dios perfectamente reconocibles e inteligible, que es lo que es y que conoce las intenciones del hombre, y sin embargo tiene que escuchar las oraciones; un Dios que conoce el futuro y sin embargo se preocupa por la elección libre del hombre.

¿A qué se debe esto? Aparte de una finalidad egoísta, lo que revelan estas contradicciones es que el hombre, sabiendo que el mundo se rige por las leyes habituales,crea espíritus o fantasmas poderosos a los que acudir, espíritus que resultan fascinantes o aterradores precisamente porque infringen esos presupuestos con los que él funciona.

A esos espíritus los exime de leyes biológicas: ni nacen ni envejecen ni mueren; físicas: son espíritus, no son visibles, no tienen solidez; o psicológicas: se intuyen sus pensamientos y deseos, ésos que sólo por el comportamiento son visibles.

¿Pero los necesita? Sí. Eso le produce y le proporciona una ilusión, le da una esperanza, le asegura una válvula de escape que no consigue por otros medios.
Volver arriba