Capas decapadas, entre ellas la religiosa.

Compte tenía razón al hablar de las “tres etapas”(teológica, metafísica y positiva). Es como si el cuerpo social hubiera ido eliminando, decapando y raspando el maquillaje religioso de la cabeza rectora, bien que todavía impregne de tintura algunas zonas del cuerpo.
El lavado intenso y progresivo de la cultura ha ido limpiando la sociedad de credos, cultos, dogmas, fábulas, quimeras, sagas y alegorías crédulas que, capa tras capa, habían ocultado el verdadero rostro de la sociedad, el rostro humano, el rostro del hombre, haciéndole creer que era más de lo que realmente es.
Pero no sólo las capas fabuladoras de la credulidad . También las concepciones filosóficas. Éstas reciben su refrendo de los hechos y tienen vigencia en tanto en cuanto las circunstancias históricas se mantengan. La filosofía –llámese positivismo o de otra manera— que propone como saberes válidos los de la lógica, la matemática y la ciencia natural ha demostrado su vigencia en tanto en cuanto han revuelto en la realidad y no en el idealismo.
Lo hemos visto en nuestro tiempo. Existencialismos y filosofías de la nada de comienzos del XX impregnados de pesimismo vital se han difuminado cuando el caos que provocaron les ha devuelto a la otra realidad. ¿Por qué rumbos va a discurrir la nueva filosofía, la que explica el nuevo renacer y la que desbanca definitivamente al mundo de las credulidades? En ello están.
En este navegar incierto, tanto religiones como sistemas de pensamiento parecen haber encontrado un leve tabla de salvación, la moralidad. La fe individual se ha convertido en “convencimiento” moral para seguir una determinada conducta, aunque sigue sustentándose en historietas que, en el fondo, no se creen, a las que se añade la obligación de asistir a determinados ritos cíclicos. La moral puede decirse que es hoy la refundadora de la religión. Se cerró el círculo.