Comienza la Semana Santa: ya queda menos...
Por otra parte, quizá no haga falta apelar al sentido del ridículo dado que toda esa inmensa manifestación de supuesto duelo religioso sólo se traduce en una concentración masiva para llenar horas de TV y para deleite del turista. ¿Cuáles son los motivos reales que animan a los actores de tal drama?
Piénsese de forma racional de los actos rituales públicos del catolicismo en Semana Santa: ¿no es más creíble pensar que son una expresión social del conjuro de la muerte, de la impugnación del dolor o una exaltación de la figura de la madre que personifica y asume todo el dolor del mundo en la muerte del hijo?
Ridículo, decaimiento o nueva comprensión de lo humano, pueden ser motivos para que algunos caigan en la cuenta de la incongruencia de "celebrar" el dolor de esta manera, "a lo sacro". Quizá sea ése el modo de que tales obras, soberbias en arte y expresividad, reposen en el entorno sacro que las vio nacer, museos de lo humano otrora secuestrado por lo divino.
Decimos de lo humano porque humano es sentir el dolor de una madre que ve morir a su hijo; humano es condolerse con el tormento de un hombre bueno; humanos, por otra parte, fueron los personajes que sirvieron de modelo a tales obras. ¡Pero hacer exhibición pública de todo eso! ¡Dejar que lo sacro secuestre el sentimiento y la pena!
No es de recibo pensar que es necesario todo eso para condolerse con una madre. No se nos alcanza el porqué de tamaña exhibición pública de aflicción exhibida. Ni creemos que sean necesarias tales expresiones para perdonar los pecados, lavar el sentimiento de culpa o sustentar un credo.
Tampoco atisbamos que en esos actos comunitarios, cuya “necesidad” ha traspasado los límites del “no retorno”, existe el más mínimo sentido teológico serio. La forma consuetudinaria de celebrar estos "misterios", es decir, dentro del templo con ritual y lecturas "ad hoc" deja bien a las claras qué queda de todo eso: huída de la ciudad, semana de turismo, alejamiento del templo, iglesias llenas de personas avejentadas las más de las cuales "no tienen otra cosa que hacer"...
En otro orden de cosas, si el dolor se "conjura" o se purga con tales actos, podría pensarse en trasvasar esa misma magia ritual a la recuperación de una enfermedad, a la catarsis de agrupaciones de ex-alcohólicos, a la penitencia carcelaria, a los juzgados, a los accidentes laborales... adornándolas con procesiones, efusión de pétalos de flores, cánticos, manifestaciones de conmiseración, expresión versificada de deseos y similares. ¿Ridículo? Desde luego.
En cambio "todo esto" se ve muy natural. Todo parece que debe ser así porque siempre ha sido así. Parece necesidad obligada. Parecería faltar algo si no se dieran tales exhibiciones escultóricas, saeteras o "verdugueras".
Sólo quien provenga de un país “no contaminado” culturalmente por la creencia o consiga mantener la mente despierta, puede entender y mensurar el enorme ridículo que representan para una sociedad moderna tantos desfiles en tantos pueblos y ciudades católicas, especialmente España y particularmente en Semana Santa:
--recuas de centenares de personajes ridículamente embutidos en blusones y cubierta la cabeza con cucuruchos,
--cien horas ininterrumpidas de “tamboreo”,
--seis horas soportando treinta o cuarenta kilos llevando en andas una pieza de museo;
--cadenas arrastradas por pies descalzos;
--visión, turística o piadosa, del tonto de turno lacerándose las espaldas a zurriagazos
--enclavamiento, crucifixión literal, en un madero (véase lo que sucede en Filipinas)...
Si esto no es degradación humana, no se entiende qué más puede hacer el hombre para sentirse alguna vez abochornado por dejarse utilizar o participar en actos de tal calibre ridículo.
Hora es de que un país serio deje de practicar rituales más propios del miedo y el correspondiente conjuro contra la "peste negra"...
_____
Alguien dirá: "¿Este sujeto pretende que se supriman los desfiles de Semana Santa?" Podría responder que no, pero tanto la celebración como los motivos deberían entenderse de otra manera.