Dedicado al coadjutor: ¡cansino!


¡Cómo me gustaría decírselo a la cara! ¡Menudo sermón el del domingo pasado en "su" misa! Pero, no, no puedo. No puedo por dos razones, la primera porque no soy quién; la segunda porque lo hundiría en el marasmo, en la depresión, en la inseguridad y podría inducirle al suicidio (mental, claro). ¡Es tan buena persona!

Diatribas contra los "ídolos" de este mundo. Anatematizan los “apóstoles de la moralidad” --y él lo es en grado supino a la altura de Fray Gerundio de Campazas-- a aquellos que, dicen, dejando a Dios de lado, se fabrican ídolos a su medida, ídolos de poder, de dinero, de sexo, de glorias de este mundo.

El mensaje es tan antiguo como su libro de ruta, para unos el Éxodo, para otros el Apocalipsis.

Dado que es tema tan recurrente en sus predicaciones, es necesario ponerles, a él y sus conmilitones, ante sus propias contradicciones, con la remota posibilidad de que cambien el discurso:

• ¿Son capaces, también ellos, de pensar que su verdad puede ser discutida? ¿Podría el predicador admitir siquiera la posibilidad de que hubiera alguien contrario a este mensaje? Este alguien podría replicar que el Dios que él predica es también una idea, por lo tanto un ídolo mental, una quimera, con lo que la cuestión “ídolo” no dejaría de ser una disputa de principios, quizá de palabras. Serían palabras contra palabras. Para unos los ídolos son aquéllos, para otros los ídolos son éstos.


• De las palabras –poder, dinero, sexo-- a las realidades. Las diatribas se justifican en asertos previos que no pueden ser admitidos bajo ningún concepto, porque está en juego el trabajo diario de los hombres, incluso el concepto mismo de “homo faber”. Respecto al dinero: ¿no es fruto del trabajo y del esfuerzo? ¿No debe el hombre “correr” tras lo que le da seguridad y satisfacciones? Si a esto llaman “ídolo”, todos somos idólatras, quizá ellos más. Por otra parte, quien corre tras los ídolos de “poder” o de “sexo” –-parece éste el eterno espantajo de la creencia, denigrado por todos los medios posibles-- no hace sino dar satisfacción normal a su psiquismo, incluso a su naturaleza “animal”, cual es la de mostrarse líder para quienes necesitan de guía o cumplir el destino de la especie. ¿Qué sentimiento hay mayor que el del amor? ¿Y qué mayor que la unión física de dos seres que se quieren?


• Frente a todo eso –dinero, poder, prestigio, fama, premios, aprobación social, reconocimiento, objetos y máquinas--, algo que es natural, ellos alzan espantajos mentales --ideas, deseos verbalizados, jaculatorias, modos y modelos de vida-- que más repelen que atraen.


No, no todo es cuestión de palabras ni se les puede aceptar la primera tontería que les viene a la cabeza. Ya, de hecho, la palabra ídolo debe rechazarse de plano en un mundo de personas, porque ídolos sólo se dan en su mundo de imaginaciones.
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