Hablando en metáforas o cómo desaparece el pastor.

Cuando yo enseñaba, y en algún momento tuve que dar clases de Literatura, explicaba la metáfora diciendo que es una comparación a la que se le suprime el “como” comparativo. Por ejemplo: Las nubes son como algodones que flotan en el cielo. Esto es comparación. Si quitamos el “como”, surge la metáfora: Las nubes son algodones en el cielo.

Es cierto que esta explicación no llena todas las expresiones metafóricas, por ejemplo, si digo “la noche está soñando y clava estrellas en tus ojos”, estoy expresándome con metáforas, pero creo que sirve como primera aproximación y es una forma de saber hacer metáforas cuando se escribe.

La metáfora se utiliza también cuando queremos comunicar un concepto abstracto de una manera familiar y accesible. Constituye una parte integrante de nuestro lenguaje y de nuestro pensamiento y aparece en nuestras conversaciones cotidianas, aunque muchas veces no nos demos cuenta: ¡Eres una china en el zapato!

Hay otra forma metafórica de expresarse, la alegoría, que viene a ser un relato pletórico de metáforas o la expresión de una idea abstracta con figuras concretas o visibles. Por ejemplo, la muerte se puede expresar con una figura femenina vestida de blanco esgrimiendo una guadaña. Es la alegoría de la muerte.

Pues, a lo que vamos, el lenguaje bíblico está plagado de metáforas y alegorías. Pero estamos ya tan familiarizados con ellas que las hemos asimilado sin tener conciencia de que lo sean y actúan en nuestro subconsciente de forma solapada. Más aún, se han desgastado tanto que ya no ejercen influjo alguno en la representación imaginativa del oyente. Hoy toca referirme al cura del pueblo que viene cuando... viene y se va sin parecer que ha venido. Aquí ni hay pasto ni hay pastor, hay nueva realidad.  

 El Señor es mi pastor... En verdes praderas me hace recostar...

Hay que destacar la metamorfosis que ha experimentado esta metáfora; más bien resulta una especie de metempsícosis: Dios se transfiere a Jesús (Buen Pastor) y de él, a los discípulos (Apacienta mis ovejas...). De modo que actualmente los pastores de la Iglesia son el Papa, los obispos y los sacerdotes  Son ellos quienes conducen a sus ovejas a los verdes prados y allí los hacen recostar. Excluyamos del gremio a los que sonlobos con piel de oveja, que ésta también es alegoría siniestra: escuchemos al del otro día, el llamado Mikel.

Así leído o escuchado una y otra vez, se asume fácilmente. Pero si preguntamos a muchos “creyentes” qué significa esta metáfora, su explicación es tautológica y convierten o banalizan la metáfora convirtiéndola en vulgar comparación: “Pues que ellos son como los pastores, los que nos dirigen y nosotros como el rebaño, que seguimos sus instrucciones”.

Detengámonos en los términos para aclarar la simbología metafórica.

Pastor: La imagen del pastor forma parte de la experiencia humana. Quizá menos para los “urbanitas”, que no perciben el olor tan especial que despide el rebaño. Los hombres han domesticado a algunos animales, en nuestro caso las ovejas, con las que han estrechado, si se puede hablar así también en metáfora, lazos de familiaridad. Me decía un pastor de mi pueblo: ¡Anda, cómo no voy a conocer a cada oveja! Y eran ciento y mucho. Dos planos, el real (hombre que cuida, protege y guía al ganado); el simbólico, (pastor implica conducción, protección, guía). Y por analogía, gobierno, administración, tutela, dirección... Las ovejas no saben a dónde van, pero instintivamente intuyen que el pastor las guía por senderos adecuados hacia exuberantes pastos.

Ovejas: El paisaje de un rebaño paciendo o sesteando tranquilamente en una verde pradera produce sensación de bienestar hasta en el corazón más azaroso. Tal vez sea por el simbolismo que tiene la imagen: criaturas indefensas que se deleitan con pastar y recostar bajo la mirada vigilante de aquel en quien han aprendido a confiar. La oveja es animal fiel, obediente y gregario.

Casi dos horas pasé hace días charlando con Javier, pastor de Villodrigo, que llevaba casi mil ovejas, que ¡ya son ovejas! Y me hablaba de ellas. Y de su propia vida. Y de vez en cuando ni me escuchaba: “Espera, que se me van”. Pero yo soy de ciudad y me convertía en continua pregunta. Para la gente de la ciudad ha desaparecido la idílica figura del pastor que, provisto de zurrón y acompañado a veces de su apacible burro, recorría trochas y cañadas en perpetua aunque corta trashumancia en busca de generosos pastos.

Pero ¿qué ha sucedido en nuestro tiempo? Pues que actualmente, las granjas han sustituido a los bucólicos rediles y majadas. Los pastores se han trocado en cuidadores, asalariados, jornaleros.  La fresca hierba verde, en pienso, forraje o heno. Y para distinguirlas y clasificarlas, basta injertar en su oreja una placa.

Y así, la metáfora bíblica ha perdido sentido. O ha sufrido una metamorfosis integral. Lo malo es que, con la caída de la metáfora, se ha impuesto la realidad.

  • Los pastoresya no apacientan el rebaño; se apacientan a sí mismos.
  • Ya no van tras la oveja perdida; esperan que vuelva al redil.
  • Y a la “oveja negra” la maltratan con violencia y dureza.
  • Y entre las ovejas, unas engordan y otras pasan hambre. Porque los asalariados, que no son pastores, no distribuyen equitativamente el alimento.
  • Ceban a unas y luego pisotean el pasto correspondiente a las demás...

Esto ya no es metáfora, es metonimia.

Los asalariados, que se apropian el título de pastores y maestros, proporcionan el pasto doctrinal a su pequeño rebaño. Y las ovejas, fervientes ovejas clonadas, asimilan la hierba sin criterios, en cantidades masivas, inhalan su esencia y se identifican con el pastor. Y así se produce una “fusión recíproca y solidaria”, es decir, una “con-fusión”...

(Para comprender bien estas últimas interpretaciones léase Ezequiel, cap. 34)

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