¿Hace la religión mejores a las personas?

Una soflama de amor también deja sentir su efecto en personas que revuelven en ideas que conllevan buenos sentimientos. Así como cualquier religión engaña para creer necedades conceptuales --ésas que toda religión lleva aparejadas--, sin embargo su prédica moral es aceptable por cualquier persona. No lo es el fundamento de tal moralidad, desde luego.
En contraposición, también es cierto que las religiones han incitado al odio, a la destrucción, al vandalismo, a la persecución y a la muerte.
Mucho depende de la situación vital, social, política e histórica en que se encuentren: hoy se acercan al pueblo con la prédica de la comprensión, el amor, la tolerancia, la familia, la honradez ¡y hasta la democracia y la ecología! ¿Por qué? Porque sienten que su doctrina está desacreditada. En conceptos y en vitalidad.
En realidad el argumento de que la fe hace mejores a las personas o que contribuye a civilizar la sociedad, es uno de los últimos argumentosque les queda cuando han agotado los demás. De ahí el tono de los últimos sermones de nuestros bienamados próceres religiosos desde el Sumo Francisco hasta el Consumido (Rouco). Y también de religiones que pretenden echar raíces en suelo abonado de "culturalismo".
Dicen, más o menos: “Vale, dejemos a un lado ese Dios tremendo del Éxodo; dejemos la virginidad de María, dejemos la huída nocturna de Mahoma a Jerusalén... Pero ¿qué sería de las personas que no tuvieran fe en un Ser Superior? ¿No se abandonarían a todo tipo de licencias y caerían en el más puro egoísmo?”. Es el argumento de la moralidad.
O también el otro argumento, que puede que tenga más sustancia (aunque lo dijera Chesterton): “Si la gente deja de creer en dios no es que no crea en nada, es que cree en cualquier cosa”.
¡Como si para ser caritativo, para ser justo, para ser honrado... tuviera que creer que Buda nació de una hendidura en el costado de su madre! ¿Alguien con un mínimo de honradez cree que para ser buena persona hay que tragarse que Cristo murió por nosotros o que Mahoma recibió la revelación del arcángel Gabriel? ¡Ni ellos mismos se lo creen!
Ojo que tampoco tenemos que deducir, cuando uno de sus miembros no actúa conforme a sus cánones, que las creencias sean perversas “per se”. Es digno de ver cómo en todo el área budista —Birmania, Tailandia...-- los donativos de los fieles caen a chorros en cuencos dispuestos al efecto. ¿Voy a deducir que el Budismo es perverso porque uno de sus monjes se apropie de la recaudación del mes?
Pero aunque no podamos deducir eso, sin embargo también la propia doctrina incita a conductas depravadas o desalmadas. Cuando un sacerdote consigue beneficiarse a la feligresa de turno, su delito parece todavía más grande: él debe ser ejemplo de vida. Evidentemente tal conducta pervertida proviene de una represión sexual exacerbada, no de la moralidad que se predica...
¡Pero resulta que una de las doctrinas asumida como de mayor perfección espiritual es la represión sexual y que el modelo más perfecto de vida cristiana es la pobreza, castidad y obediencia! Pues así les va a muchos. En algunos aspectos de la vida, por tanto, también la religión es fuente de perversión.
La gente normal, el pueblo llano, ya ha dado cuenta de tales incongruencias en multitud de chistes y chascarrillos que en muchos sentidos, al menos en el irónico, reflejan lo que son y viven.
En otras palabras. Dicen que el hecho de creer les ayuda a ser mejores. Mentira. No se necesita creer para ser mejor. Si fuera así, España y Europa serían hoy territorios habitados por bestias y desalmados: el índice de gente que da de lado los credos supera el 80%.
Y es todo lo contrario: hoy Europa es una región del mundo con más conciencia de los valores humanos, amante de la paz, democrática, social y políticamente más solidaria con el mundo que antes (esclavismo, colonialismo)... Con mucha frecuencia el hecho de creer lo que ayuda es a buscar el modo de contravenir lo que se cree o a justificar lo que se hace (mal).
Todos conocemos y todos tenemos en nuestro entorno amigos o familiares piadosos y fervorosos que son una ofensa a la convivencia; que enervan a quienes les tienen que sufrir; que destruyen la avenencia familiar; que se erigen insultantemente en modelos de perfección; que reprochan con su mirada y con sus silencios la forma de vivir de los demás; que ni siquiera están dispuestos a ayudar porque el otro no va a misa; que no participan en las alegrías “mundanas” porque eso sería escupir a Cristo; que no van a tal fiesta familiar porque tienen que leer en la novena al Cristo llagado; que confunden un “taco” con falta de principios morales... En definitiva, que asimilan valores con credos y tópicos morales deducidos de ellos.
En otro orden de cosas, gentes que añoran y justifican regímenes dictatoriales por ser éstos cristianos; que suspiran por políticas represivas; que son verdaderos tiranos para sus subordinados laborales; que...
Y todo eso viene propiciado por el credo, que es el que “vivifica” (ironía de la palabra) su conducta.
Cuando no dan miedo, dan pena.