Historia de la persecución religiosa en España / 2.

Ya alguno se ha sentido "picado" en su pasado, también en su presente, sobre algunas frases vertidas en el escrito de ayer. Peor para él si no sabe entender tanto el texto como el contexto de lo dicho. ¡Qué le vamos a hacer!
Por si ayer no quedó claro, vuelvo a repetir de otra manera mi pensamiento: todas las guerras son malas, malignas y condenables, más todavía las guerras de agresión; es signo de barbarie asesinar, sobre todo si es por ideas; el asesinato de religiosos es de todo punto condenable; la utilización de los que murieron para sustentar ideas propias es también una vileza. Creo que esto no puede ser objeto ni sujeto de opinión. Y es pura convicción.
El libro al que ayer hicimos referencia es de todo punto digno de loa. Reluce en él objetividad a pesar de que se escribe bajo determinados presupuestos y el relato se torna con frecuencia panegírico. Lo que aparecen son "datos". Dicho lo cual, tampoco podemos negar que es un libro parcial.
Estas precisiones no debieran aparecer hoy, pero mucho me temo que lo que pueda seguir se interprete de manera torticera, sesgada y malévola. Versa sobre la persecución que muchísimos curas y párrocos de la muy santa Iglesia católica ejercieron contra el pueblo civil. Pero no con ánimo del "y tú más", sino para entender el porqué de la defección popular hacia la Iglesia y de los efectos que eso pudo tener en la población que la padeció.
¿Es esto partidismo? ¡No! Pero es preciso sacarlo a relucir cuando de "Persecución religiosa" se habla. Y también para entender la posterior "descristianización" de muchos pueblos que desde entonces, desde que sucedió "aquello" no quisieron saber nada de curas ni de Iglesia... a no ser por la presión y la represión, origen de un miedo paralizante que les llevaba a cumplir con "pascua florida".
Una "anécdota". Todos en el pueblo recuerdan lo que sucedió a la puerta del casino "El Mercantil". El párroco de Salvochea (El Campillo), don Elías Rodríguez Martín, se encontraba un día, a comienzos de 1937, departiendo con falangistas, requetés y algunos civiles de pro a la entrada del casino. Llegó entonces un grupo que traía, medio a rastras y amarrado, a un muchacho de unos dieciocho años al que habían capturado escondido en un pinar. Venía sangrando y con la ropa llena de barro.
Al ver a Don Elías, el muchacho se echó a sus pies, llorando y pidiéndole con angustia que lo salvara, que él no había hecho nada. Había gente allí esperando la reacción del señor cura párroco. La respuesta de éste fue darle una tremenda patada en la cara. Ésa fue su sentencia de muerte, como así ocurrió al poco tiempo.
Este hecho lo contó en 1999 Manuel Carcela, que entonces, 1937, era un muchacho y que presenció el hecho lleno de horror.
___________________
Por la religión y por la patria, pág. 53.