¡Menuda "historia de salvación"!

A la par que seguían sus consejas evangélicas, el pueblo llano, principalmente las masas campesinas, acumulaban odio visceral contra aquellos que los oprimían y desangraban. No se piense en odio hacia los príncipes de esta Tierra, el odio más feroz iba dirigido contra aquellos que despectivamente llamaban "clericalla". Entre otras cosas porque vivían del engaño: mientras predicaban el amor a los pobres, veían cómo esos mismos predicadores eran la causa de su pobreza, unas veces directamente y otras azuzando a los poderes temporales contra ellos.

La agitación social constituía un peligro mayor que la herejía, porque atacaba los cimientos de su existencia. De ahí la crueldad de que papas, obispos y arzobispos hicieron gala con tal de atajar el desorden herético de los campesinos. El exponente máximo de ferocidad lo encontramos en el "gran reformador" de la Iglesia, Lutero, en quien los campesino fijaron en un principio sus esperanzas de "salvación".

Es ésta otra historia silenciada y amordazada por la "gran historia". Parecería como si el asunto "agitación social" no les pareciera a los relatores del pasado que tenía la suficiente entidas histórica. Y menos si la misma iba dirigida contra la Iglesia.

Quienes más sufrían las cargas impositivas eran los ciudadanos de Roma. De ahí expresiones repetidas a lo largo de la historia como la que escuché de labios del provecto inquilino del Trastevere: "...quello figlio della putana" refiriéndose al Papa. Con relativa frecuencia había levantamientos y revueltas populares por las hambrunas y el despotismo papal, levantamientos que siempre eran ahogados en sangre, como el del año 1585 (Sixto V) cuando se dijo que "rodaron más cabezas que melones llegaban al mercado".

En tiempos en que la Iglesia ejercía el poder absoluto, se oían expresiones como "muerte a la clericalla y a los monjes", que gritaban en Perugia; "muerte a la Iglesia", en Bolonia; "abajo el Papa", en Nápoles. En Florencia asaltaron el palacio de la Inquisición y alimentaron a los perros con carne de un sacerdote familiar de la misma.

El temor al contagio de la Revolución Francesa provocó por parte del Papa la promulgación de severas leyes de excepción y acciones policiales de crueldad inusitada.

De nada sirvió: cincuenta años después 141 delegados italianos votaron la deposición del soberano del Estado Pontificio (1849). El Estado que nació fruto de un fraude --Donatio Constantini-- quedó reducido a partir de 1870 al minúsculo Estado Vaticano. Religión-Estado que choca y rechina a la luz de sus propias doctrinas y predicaciones.
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