LA OPCIÓN BENEDICTINA / 3

El único motivo que nos mueve es el amor a Dios ( Rod Dreher)========================================El autor, que se define como “socialconservador”, aunque no explicita su significado, señala que su libro es “una voz de alarma para que me escuchen los cristianos conservadores de Occidente” (p. 284), advirtiéndoles de que el mayor peligro no viene de las políticas izquierdistas ni del islamismo radical, sino que “la mayor amenaza viene del orden liberal laico en sí mismo”, al que la verdad cristiana ha de liberar de su alienación y de sus mentiras.

Dreher se reconoce muy influenciado por la línea conservadora de Ratzinger, al que considera “el segundo san Benito de la opción benedictina” (p. 296). Su propuesta ultraconservadora es radical porque se separa de la mainstream conservadora y porque, contra toda tentación progresista y moderna, busca la restauración de lo que considera el verdadero cristianismo, el primitivo, regresando a las raíces del mismo.

Desde una perspectiva émic, intraconfesional, esta polémica opción benedictina trata, pues, de (re)cristianizar la modernidad, en oposición a la línea teológica más “progresista”, que intenta modernizar el cristianismo, asumiendo los valores positivos de la Edad moderna, en especial de la Ilustración y de la democracia liberal.

Ejemplo institucional de esta línea más aperturista fue el aggiornamento de la Iglesia en el concilio Vaticano II. De forma paradójica, ambas corrientes se inspiran en los evangelios canonizados, pero haciendo lecturas contrapuestas de las mismas fuentes.

Desde una perspectiva antropológica étic, objetiva, de reflexión crítica y extraconfesional, el libro de Dreher defiende, al ser cristocéntrica, una postura de pura ortodoxia dogmática; y etnocéntrica, al presentar la religión cristiana como la Verdad per se, que emana del Dios bíblico y a la Iglesia como poseedora de unos valores morales en régimen de monopolio. Todo ello está fundado en la supremacía de la fe cristiana (pístis), considerada verdadero conocimiento (gnôsis), como afirma la teología de Ratzinger, inspirada en el protognóstico cuarto Evangelo.

A lo largo de todo el libro se percibe un dualismo epistémico de verdad y mentira/falsedad, y una moral de “buenos” y “malos”, o sea de creyentes e infieles, de Iglesia y “mundo”, de amigos y enemigos, que también recorre los textos de la Biblia. Para él, que realiza como Agustín una lectura de la historia sub ratione moralitatis, es obligatorio elegir entre cristianismo y paganismo actual, entre religión cristiana y nihilismo (“el que no está conmigo está contra mí", según el apotegma evangélico).

El autor presenta la moral bíblica como modelo, pero parece obviar el androcentrismo propio de una cultura patriarcal con la supremacía del poder masculino, así como la misoginia y la homofobia de la Escrituras, donde los homosexuales quedan excluidos del reino de Dios.

Dreher realiza un panegírico de la vida monástica, con una visión idílica de la orden benedictina, tomada como modelo futuro para los cristianos en una polis paralela, axiológicamente “segregada” de la actual democracia liberal.

La idea de una polis paralela la toma prestada del checo Václav Benda, para referirse a las estructuras clandestinas creadas por las comunidades cristianas, para resistir a la ideología oficial del comunismo. Ahora bien, es la politeia democrática, laica por definición, la que posibilita la libertad de religión, que él tanto defiende y antaño sometida, como la libertad de conciencia o de expresión, al anatema papal (condena de los errores del liberalismo por Pío IX).

El enfoque teológico del libro muestra igualmente una concepción mitificada y mistificada de la Iglesia primitiva, del cristianismo antiguo y del Evangelio, que no concuerda con el análisis de la ciencia histórica.

Según la investigación histórica independiente, no existe una Iglesia primitiva, sino muchas, ni un cristianismo, sino muchos, con variados grupos enfrentados, la mayoría de los cuales serán derrotados por la corriente paulina, que saldrá vencedora.

Tampoco existe “El Evangelio”, sino muchos evangelios, en el doble significado de texto o de mensaje. Por ejemplo, el mensaje del “evangelio” de Pablo (Carta a los gálatas 1) es bien distinto del “evangelio” de Jesús, pues éste, como señaló el exegeta protestante Rudolf Bultmann, pasó en poco tiempo de ser predicador a ser él predicado por sus seguidores.

Del mismo modo, el Reino de Dios espiritualizado de Pablo y de Juan (18,36) tampoco coincide con la concepción terrenal, judía y no cristiana, que Jesús predicaba. En efecto, según la ciencia histórica, Jesús de Nazaret nació, vivió y murió como judío, siendo condenado por los romanos por delito de sedición. Nunca fue cristiano ni fundó la religión cristiana.

La propuesta ultraconservadora de Dreher es una continuación, en el contexto de EE UU, de los movimientos europeos de recristianización en el último cuarto del s. XX, que buscan “desde abajo” o “desde arriba” una ruptura con el laicismo hegemónico procedente de la Ilustración para convertir a Europa en tierra de misión, con una segunda evangelización.

Entre ellos destacan los carismáticos italianos Comunión y Liberación, los Focolari (“pequeños hogares”), el español Camino Neocatecumenal, además del histórico Opus Dei y otros. Contra el fracaso de la “ciudad secular”, todos ellos buscan la construcción de una futura Ciudad cristiana fundada en los textos del Evangelio.

En su reafirmación de la identidad católica son defensores de la familia y del matrimonio tradicional, la moral sexual cristiana, en abierta oposición al movimiento LGTB, al matrimonio homosexual, al aborto y a las tecnologías reproductivas. Esta es la línea que propone Dreher.

Este cuestionamiento radical de las bases de la modernidad laica mediante la recristianización, es paralelo a los movimientos de rejudaización y reislamización que, en otros contextos, intentan lo que el sociólogo Gilles Kepel llamó “la reconquista del mundo”, buscando en los textos sagrados el fundamento de la sociedad futura.

Por ello, este fenómeno de retorno de lo sagrado recibe el nombre de fundamentalismo (término nacido en el mundo protestante). Todos tratan de combatir el laicismo, pero existen diferencias.

Mientras los movimientos de recristianización buscan la libertad religiosa para expresar los valores cristianos en el espacio público de la politeia democrática, los islamistas radicales tratan de aplicar la sharia a toda la sociedad, lo que es incompatible con la democracia. Utilizan incluso la violencia (extensión de la yihad) contra los Estados “impíos” o contra los no musulmanes, como los coptos en Egipto.

La opción banedictina de recristianización, propuesta por Dreyer, se basa en un cristianismo monolítico, deshistorizado y etnocéntrico, en el fondo exclusivista, fundado en el Evangelio como la Verdad y el Bien moral desde la supremacía de la fe cristiana. Pero, una fundamentación religiosa de la convivencia en una sociedad plural y democrática no es válida para todos, creyentes y no creyentes y termina en fundamentalismo.

Lo que necesitamos son principios y valores iguales para todos los seres humanos, fundados en una base laica, que sitúe la pertenencia a la humanidad por encima de la pertenencia a una religión, cultura, nación o sexo.

Una convivencia duradera y pacífica será posible solo cuando nos percibamos como miembros idénticos del género humano y con los mismos derechos, no dando preferencia a la identidad como cristianos, islámicos, judíos, hinduistas o ateos.

Habrá que diferenciar, igualmente, entre una Ética cívica y laica, válida para todos los humanos en el ámbito público y las morales religiosas, válidas solo para los fieles creyentes respectivos en el ámbito privado de la conciencia y dentro de sus propias comunidades. La convivencia democrática supeditada a principios sobrenaturales o trascendentes, se convierte en teocrática.

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