Organización y vida religiosa en la provincia de Burgos (6)
| Pablo Heras Alonso.
Ya en el siglo XVII se alzaron algunas voces tratando de poner racionalidad en la erección de templos o fundación de conventos, sin resultado efectivo alguno. No será hasta el siglo XIX cuando se comenzaron a demoler algunos templos innecesarios o a desamortizar los enormes predios acumulados por el clero e instituciones consagradas.
El mazazo desamortizador se sintió en toda España. En Revilla Vallejera y por efecto de no disponer de fondos suficientes para su mantenimiento, desaparecieron bajo las rejas del arado tres ermitas que se citan en el Catastro del Marqués de la Ensenada (Ntra. Sra. Del Monte, San Mamés y San Cristóbal); se disolvieron ocho cofradías (de la Cruz, de Ánimas, de San Andrés, de la Antigua de Villodrigo, de Ntra. Sra. de los Morales de Villamedianilla, del Rosario, de Ntra. Sra. del Valle y del Santísimo); sólo subsistió el párroco titular, desapareciendo el presupuesto para tres beneficiados; asimismo se rescindió la carga que gravaba al ayuntamiento para sostener un hospital en la provincia de Salamanca.
El modo apresurado, desastroso y a veces injusto como se llevó a cabo la desamortización, es de sobra conocido. Aunque necesaria, los efectos nocivos para la cultura fueron terribles: la mayor parte de los edificios conventuales terminaron siendo canteras de los pueblos limítrofes o granjas agrícolas o ganaderas, como el convento de los antonianos a pocos km. de Castrojeriz o el monasterio de Obarenes; muchos bienes culturales, como infinidad de libros y documentos, pinturas, tapices, estatuas, etc. terminaron arruinados, escondidos en bibliotecas privadas como elementos decorativos o vendidos a precio de saldo a museos europeos o usamericanos.
Algunas órdenes desaparecieron y respecto al provecho que extrajeron los sufridos labriegos, preciso es decir que los que más se aprovecharon de tierras conventuales y comunales amortizadas fueron las “otras” nobles fortunas que pudieron comprarlas…
Respecto a la enajenación de bienes nacionales y rebuscando datos sobre un egregio catedrático de Sigüenza, luego obispo de Canarias, nacido en Revilla Vallejera, Bartolomé de Torres (1512-1562), consejero de Felipe II en su viaje nupcial a Inglaterra, profesor en Salamanca de, entre otros fray Luis de León, cuya doctrina sobre la Trinidad llegó hasta el Concilio de Trento, encuentro que gran parte de su producción editorial se halla en el Vaticano y en ¡el British Museum!
Cerca de Revilla Vallejera tenemos tres ejemplos de tal desamortización: el Priorato de la Quinta, un monasterio aislado en el monte, del que no queda sino un lienzo de la iglesia, muchos de cuyos sillares sirvieron para casas y bodegas de este y otros pueblos cercanos; el monasterio de San Francisco, situado junto al río Arlanzón, del que con seguridad se nutrieron edificios del pueblo de Palenzuela; y el próspero monasterio de San Salvador del Moral, que fue desalojado por las monjas benedictinas en 1932 cuyo dueño actual es un constructor de Vitoria. Nada queda del recinto amurallado, ni de la iglesia ni del convento, a pesar de no haber sido desamortizado (resta un gran edificio del siglo XVIII y tiene mil hectáreas para caza y unas pocas para cereal de secano).
La sacralización de que venimos hablando de edificios y tierras, cuya propiedad estaba protegida muchas veces por el temor a la pena de excomunión, incluía lógicamente el templo, pero también el área circundante; también eran espacios sacralizados los cementerios; los edificios urbanos con las huertas aledañas y numerosas tierras de cultivo. Bajo el manto sacralizador se refugiaban las cofradías, las capellanías, las obras pías, los clérigos titulares de casas o solares y hasta los batanes y molinos.
Y no eran moco de pavo las posesiones de curas y párrocos (no digamos obispos, arciprestes o canónigos). En el testamento de un cura párroco de Revilla Vallejera Gaspar Palacín Álvarez, año 1855, se refiere el siguiente inventario:
Bienes muebles, 257; tierras, 35; majuelos (viñas), 7; casas en el pueblo, 4; bodegas y lagares, 9; huertos y tenadas, 3; dinero efectivo de cosecha, 13.399 reales de vellón. Importa el total inventariado la cantidad de 138.966 reales de vellón.
Como dato anecdótico y ya que hemos traído a colación un testamento, recojo lo consignado en el de un vecino de Revilla Vallejera, Antonio Domingo Rodríguez, firmado en 1820 y ratificado en 1822: comienza el escrito relatando datos de su persona y situación familiar; pasa a continuación a hacer confirmación de su fe, citando las verdades del credo; pasa después a encomendar su alma a la Virgen y los santos; a continuación prescribe que se le digan 210 misas que en ese tiempo tenían un coste de 4 reales de vellón; ordena también que se compren 5 libras de cera para arder en la iglesia; y termina este exordio ratificando el estipendio acostumbrado para los Santos Lugares.
Todavía en un testamento de 18 enero 1907, bien que éste era de otro párroco de Revilla, Calixto Palacín Cavia, encontramos idénticos términos de profesión de fe, mandas piadosas e inventario de bienes. Su peculio en tierras y dinero es similar al del citado Gaspar Palacín.
Comienza con esta curiosa expresión: “…previa protesta de profesar la religión del Estado…”; ordena que su entierro sea de 4ª categoría (únicamente misa rezada y responso); sufraga 36 misas rezadas a 1,25 pts. cada una; deja cantidad para que su sobrina de 17 años adquiera 4 libras de cera que debían arder en la iglesia hasta su consunción, como memoria dominical de su paso por la Tierra.