Tendría que remitir a lo que escribimos hace ya tiempo sobre el misterio como vivencia íntima individual y como concreción social organizativa del mismo.
Subsiguiente al misterio se alza el entramado de la “religión”.
Prescindiendo de que religión se suele entender como “organización religiosa” y a sabiendas de que existen muchísimas concepciones de lo que es el “hecho religioso”, tres palabras no más resumen la religión, sea vivencia individual o social:
destrucción, construcción, celebración. 1. La religión es “destrucción” interior por la renuncia del propio individuo al yo a través del sacrificio continuado,
exterior, negando el mundo y, en ciertos periodos históricos, alzándose en contra suya;
2. La religión es también “construcción”, interior por la impregnación de dogmas y la exigencia de prácticas,
exterior, creando un entramado de ritos, recintos y burocracia;
3. Y, por último, también es “celebración” de la destrucción, propiciando sacrificios reales o simbólicos y
de la construcción, haciendo de los mitos, fiesta;
apropiándose y asumiendo todo lo humano y elevándolo a la categoría de lo divino.