Ver las cosas con otros ojos (1/2). Margarita de Alacoque.

Sí: el título responde a la presunción de que los crédulos nos admitan tener otra visión de las cosas, de los testimonios, de los hechos, de las palabras... de determinados santos.

Un santo no es más que tú ni que yo. Personas excelsas y excelentes, en distintos ámbitos de la vida, los hay a raudales. Si la Iglesia quiere santificar determinadas conductas y determinadas doctrians, en su derecho está. En los demás está pasar de largo u opinar, porque en demasiados casos lo que la Iglesia católica ha santificado está en las antípodas de lo que podríamos llamar "conducta humana".

¿Se nos permite opinar bajo otros criterios? Pues si la venia ha sido otorgada, tomenos las palabras que dejaron escritas dos santas encumbradas y loadas hasta la saciedad: Margarita María de Alacoque y Teresa de Jesús.


Por otra parte, dado que el "tema" está más que superado, más que nada por manido, traer a colación las citas que siguen podría servir como regocijo del lector.

Ver con ojos humanos, psicológicos, determinados asuntos sagrados --los agujeros por donde escapa el instinto sexual-- produce un escozor mental comparable al goce estético.

Conociendo, como hemos conocido, el “ambiente” represivo de los conventos femeninos, nada de lo que se diga ahora sonará extraño:

Margarita María de Alacoque es un caso tópico de misticismo centrado en el Corazón de Jesús (1) De su biografía extractamos datos y frases:

1. A los quince años ya tiene “contactos” extáticos con Jesús, “su novio”.

2. Dice: Cuando estaba frente a Jesús me consumía como una vela en el contacto enamorado que tenía con él.

3. Masoquismo extremo: ...la menor suciedad me levantaba el corazón... un día limpié con mi lengua el suelo ensuciado por el vómito de un enfermo

4. Una vez mostré cierta repugnancia en el momento de servir a un enfermo que tenía disentería: Jesús me regañó tan severamente que, para repararlo, me llené la boca de sus excrementos y me los hubieses tragado si la Regla no prohibiera comer fuera de las comidas.

5. Un día que Jesús se puso sobre mi con todo su peso, respondió de esta forma a mis protestas: ''Déjame que pueda usar ti según mi placer ya que cada cosa debe hacerse a su tiempo. Ahora quiero que seas el objeto de mi amor, abandonada a mis voluntades, sin resistencia de tu parte, para que pueda gozar de ti”.

6. La Virgen se me aparecía a menudo, haciéndome caricias inexplicables y prometiéndome su protección.

Respecto a este último testimonio, ¿de qué clase de “protección” habla? Quizá del evidente complejo de culpabilidad generado por tales “experiencias”, desconocidas en una persona que a los 8 años entró en el convento y, sabiendo lo que han sido hasta ahora los conventos, no podía tener la más mínima idea de manifestaciones del instinto sexual.

Pro otra parte, esa repetición de actos de masoquismo continuos son, como decimos, dignos de un examen psiquiátrico; sus éxtasis no pueden catalogarse sino como trastornos psicológicos; los “acoplamientos con Jesús” continuados no pueden entenderse sino como un caso característico de erotomanía histérica.

Pero, lo que decíamos arriba: ¿se nos permite juzgar estos casos con criterios distintos a los que rigen los procesos de beatificación?
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