El bien y el mal en el hombre están.


Uno de los fundamentos, por no decir el primero, de las religiones es su prédica moral. En teoría la moralidad de las religiones surge de una doctrina previa que la fundamenta. Hoy parece no ser así: es la predicación de una "moral más alta" la que fundamenta, más bien justifica,la existencia de la propia religión.

Ahí tenemos al Supremo Funcionario del rito católico, asomado a la ventana del Grand Palais exhortando al bien, a la paz, a la hermandad, a la solidaridad, al perdón... Y de ahí hasta el último escalafón del funcionariado sacro, el sacristán y el monaguillo, todos con su mensaje de paz y amor.

Pero dichas exhortaciones al bien son pretexto para colar de rondón dogmas y ritos.De hecho todas las religiones tienen hoy su máximo punto de apoyo en las pretenciosas propuestas de moralidad.

¡Como si los humanos no supiésemos dónde se encuentra el bien o el mal!

La fuerza interior que "anima" a realizar el bien es lo que en términos humanos denominamos "conciencia". La suprema conciencia colectiva otros la personaifican y la llaman "Dios": Dios me pide, Dios me exige, Dios me anima, Dios me ayuda, Dios incluso me perdona...

La conciencia moral surge en el niño a muy temprana edad. Tampoco hace falta recurrir a los estudios de Piaget ("La conciencia moral en el niño") para saberlo, aunque son asaz instructivos al respecto.

En todas las religiones, en todas, abundan las prédicas moralistas, como no podía ser de otro modo, la primera la del amor con los sentimientos adheridos a él:

¿No es la mejor forma de generosidad realizar cuanto sea para el bien común? (Confucio, Libro III).

Practica el perdón. Manda el bien (Mahoma, Corán VII,198)

No odies en tu corazón a tu hermano...(Bhagavad Guita, 3)

Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Biblia, Levítico, 19,17).

El virtuoso incremente la amistad... con una ininterrumpida sucesión de actos amistosos (Budacarita, 11).

Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros (San Juan, 15,17).

Sean benévolos con todo cuanto vive (Buda).

El sabio cuida a todos los hombres y no abandona a ninguno; acepta todo y no rechaza nada (Tao).


Estas citas merecen la atención que merecen, ninguna si son pretexto para exigir, v.g., el óbolo de San Pedro. Es pensamiento común de la humanidad: cualquiera puede decir lo mismo y de hecho lo dice en cualquier ocasión, por ejemplo con los pedagógicos consejos a los hijos.

En la conciencia de todo hombre está grabada la necesidad de practicarlo sin que nadie invente frases ocurrentes para empujarle al bien. Quizá podría ser ése el único Dios común, la Bondad Común... ¿pero no es “eso” ya el hombre?

De ahí pasan a la lógica de lo ilógico, que les pierde. Sí, es lógico pensar, pero no deducir ni personificar, que el “principio” del bien tiene que ser el Máximo Bien, un ser personal y existente no se sabe dónde, al que se opone el Mal.

Por lo mismo, es lógico pensar, pero no deducir, que el principio del mal sea un ser Maligno total, denominado de muy diversas maneras, Demonio, Satán, Set, Belial, Lucifer... Es la lógica de la creencia, más cuando se imparte en ámbitos grandiosos y suntuosos, ornados sus sacerdotes con vestimentas singulares y tronando con voz de ultratumba. (Luego vendrán los Bultmann o Haag a decir que el demonio no existe, que es un puro sinónimo de "el mal")

No hablen ni deduzcan más sobre este Dios bueno principio del Bien, porque entonces se pierden. Ese Dios bueno no puede ser más que un bonachón impotente, a veces muy ciego, atolondrado por momentos, resignado, consolador fiel... porque en la lógica del Demonio, las más de las veces es más omnipotente que Dios.

¿O son dos dioses?
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