Sobre carismas y vida religiosa.


Al albur de una conversación distentida, amistosa y cordial con un "amigo" que por otra parte es fraile, van las palabras que siguen. No voy a citar la Orden a la que pertenece porque para el caso es indiferente.

En tono jocoso este fraile muestra su "enemiga" contra todas las demás órdenes y congregaciones, "que si ésta va de capa caída", "que si en la otra todos hacen de su capa un sayo", "que si en la de más allá todos tienen su 'sueldo' fijo para sus necesidades", "que si la otra ya no sabe cuál es su 'carisma'... Quizá todo eso por no despotricar contra la suya.

Y a continuación hablamos del famoso "carisma". Sí, cada Congregación tiene su carisma (¡vaya palabra!). Es un asunto que se presta a muchas reflexiones, comenzando por atribuirle al Espíritu Santo el otro espíritu que a todas anima y terminando por la peluquería a la que acude esa monja. Reflexionemos, pues, sobre el carisma.

Hoy no es tarea fácil precisar en qué se basa el carisma de los unos respecto a los otros. Ya lo decía mi monja particular: "El carisma no se puede explicar, se vive". Luego caí en la cuenta de que, sencillamente, no sabía cuál era su carisma. A no ser que por tener un exceso de carisma, el Espíritu Santo le hubiera secuestrado el don de lenguas.

Las numerosas y prolíficas Congregaciones y Órdenes de la Iglesia católica hablan en sus estatutos del “carisma propio” fundacional. En palabras que entienda el vulgo carisma es el carácter, el estilo de vida, la forma de ser que, según dicen ellos, el Espíritu Santo infunde. O sea el propósito del fundador, el objetivo vital al que se entregarán en cuerpo y alma, la carencia social que pretenden subvenir.

Parecería que así es, que cada una es distinta a las otras; que cada una tiene un cometido en la sociedad... Pues no. Hoy día si topáramos con tres miembros de congregaciones distintas --ya todos "de calle", algunos encorbatados-- y cada uno se pusiera a relatar lo que hacen y predican, sería imposible distinguir quién es qué y qué hace quién distinto al otro. Tarea difícil distinguir el carisma de la una frenta a la otra. Todas las dedicadas a la enseñanza son perfectamente asimilables dentro del mismo carisma; todas las que ofician en la sanidad, idem.

Para un extraño el único carisma que las podría diferenciar es el de la vestimenta, el hábito, que no hace al monje pero lo distingue. Abandonado éste, el carisma se reduce pura y simplemente al modo de conseguir sobrevivir como empresas, sean de la sanidad, la enseñanza, la geriatría, la repostería o la distribución de la beneficencia cuya gestión sustenta al gestionador.

Quizá las "grandes" órdenes surgidas en tiempos inmemoriales de las profundidades medievales, todavía guardan algún que otro efluvio distintivo, pero de entre las nacidas en los albores y estertores revolucionarios del siglo XIX ni una sola se ha librado de caer en el "babel" de los carismas.

No es posible adentrarnos en detalles, pero vean los apartados esenciales del "carisma" de una orden religiosa y adivinen a cuál de ellas se puede aplicar en todo su rigor, dado que son sus rasgos distintivos:
1. preocupación por el hombre
2. una búsqueda incesante
3. comunidad y relaciones interpersonales
4. equilibrio entre la acción y la contemplación
5. sentido eclesial
6. interioridad y evangelización
7. Cristo y los pobres
8. sentido liberador y profético de los votos


¿Dominicos? ¿Jesuitas? ¿Franciscanos? ¿Guanelianos? ¿Hijas de María? ¿Esclavas de Jesús? ¿Salesianos? ¿Agustinos? ¿Maristas? ¿Sagrados Corazones? ¿Hijas de la Caridad? ¿Scalabrinianos? Para abreviar, he aquí algunos acrónimos: CO, SC, FMS, STJ, CSSp, CSC, CP,OMI, SMM, HHSSCC, OCS...

Aterricemos y veamos las cosas desde el plano en el que mi contertulio parecía verlas. Parece que el carisma inicial del Espíritu Santo sufre un merma sustancial al pasar por el filtro humano de sus miembros, porque cuando los efluvios de tal carisma llegan a los creyentes plebeyos, se descubre lo que sigue:

--en los dominicos refulge su soberbia doctrinal y su interés histórico, morboso e inquisitorial, por la preservación de las esencias;

--de los jesuitas queda el regusto de su sibilina penetración social y el falso sentido de la obediencia;

--de los franciscanos su triste apatía, su melancólico subsistir y el trato fraternal rayano en homofilia;

--de los carmelitas su sebosidad;

--del Opus Dei su carácter sectario, su secretismo y su cuidado elitismo;

--de los Legionarios de Cristo su agresividad;

--de las carmelitas Vedruna --por escoger una entre las mil congregaciones surgidas durante el XIX-- su indefinición y su rara capacidad para despedazarse a mordiscos;

--y en general de las distintas curias diocesanas, por no dejar al clero secular aparte, su maridaje con el poder...

Cada uno su carisma y un cristal de colores para mirarlo.
"Carisma" es también un vehículo Mitsubishi, pero sospecho que los japoneses no estaban al tanto de copyrights divinos.
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