El clamor de los chivos expiatorios o el provecho de los masacrados.¿Mártires?


Grandes conmociones históricas en que el hombre se muesta con la agresividad salvaje de las fieras que rugen y braman.

Unos lanzan pedradas contra Dios, otros reniegan de la maldad de los hombres.

Los espectadores bien acomodados y ajenos al peligro atruenan con sus invectivas: la maldad humana ha traído el pecado. El hombre se revuelca en el pecado.

Y en toda esta marejada, están quienes sufrieron la vesania de los hombres y que habían dirigido a Dios sus súplicas angustiosas.

Ahora desertan del refugio que al fin se ha mostrado sólo como una sombra, de quien no ha hecho nada, porque no puede, por ellos, de quien permite que “los males” que otros han cometido los sufra “yo”, fiel cumplidor de sus preceptos.

Ya no se sabe si es el hombre el que se aparta del Dios-ocioso o es el Dios-idea la que se desvanece.

¿Y el ejemplo de Jesucristo que siendo justo sufrió como pecador por los pecadores? Nada sirve. La víctima comprende que le han engañado con ese cuento y tiene que decir un “allá él”, porque “mi” muerte no va a servir para nada: yo no soy ningún Cristo.

Es al fin cuando le grita a ese Dios-Saturno: ¡Mi vida es mía y sólo tengo ésta! ¿Por qué sigue siendo necesario morir para redimir a otros? ¿No tuvo la pasión de quel justo una virtualidad infinita? ¡Yo no soy hijo de Dios ni formo parte de la Trinidad!

Porque muchas veces esa muerte “real” sirve “metafóricamente” para todos. Como los canonizables de la Guerra Civil. La gente muere realmente, no metafóricamente.

No, no somos hijos de ningún dios para servir de chivos por otros. Por esa vía, la muerte de los “hiroshimitas” convertiría a la Trinidad en “multinidad”. A eso no está dispuesto Dios.
Volver arriba