En medicina se llama “efecto placebo” al medicamento vacío de poderes curativos que produce sugestión balsámica en el paciente. El efecto placebo tiene su fundamento primero en la palabra del profesional de la medicina, que, en el fondo, deduce enfermedades inexistentes que tienen asiento en perturbaciones psicosomáticas. La honradez del médico, lógicamente, le impide abusar de tal tratamiento.
En el sistema de creencias todo es “efecto placebo”. En este caso también tiene su origen en la palabra, para más "inri" en la "palabra de Dios", aunque administrada por humanos.
El verdadero poder curativo está en creer. Un crédulo no se plantea si el agua está bendita o no, si la hostia está consagrada o no... Si le dicen que lo está, lo cree y es suficiente. No piensa: cree. ¿Alguien en su sano juicio podría "pensar" que exista relación alguna entre "ese agua" y el perdón de culpas menores? Pues hay quien "lo cree".
Y a partir de tales creencias, reza. Y del rezo surge la convicción de que tiene que obrar en un determinado sentido.
Esto que parece grosero --agua bendita, perdón de pecados-- se puede trasvasar a todas las credulidades admitidas o a situaciones opresivas. Hay una caterva de personas que necesita creer porque son incapaces de pensar, incapaces de enfrentarse por sí mismos a sentimientos opresores, angustias, taras, condicionantes psicosociales, tradiciones seguidas desde la niñez...