La eterna cuestión de cómo se conocen las verdades de fe.

Religión sin conocimientos no es concebible, los fieles necesitan conocer lo que creen. La pregunta es lógica, cuál es el modelo de conocimiento que propugnan los científicos de la credulidad, vulgo, teólogos, para llegar a conocer las verdades de fe. Según la enseñanza tradicional de la Iglesia, las verdades esenciales de la fe llegan a los hombres de tres modos principales, verdades que luego inflaman con fuego santo el espíritu de quienes creen en Dios.

Damos de lado algo sustancial que no se suele tener en cuenta, cual es la existencia de Dios. Se da por supuesta y no debiera ser así. Dejémoslo de momento, porque sin ello no sería procedente hablar más. Así pues, la doctrina esencial de cómo el hombre accede al contenido de la fe es porque

a) La divinidad se revela a los hombres. b) Alguien recibe la inspiración divina y la transmite a los demás. c) Todo ser humano intuye, siente y vive lo sobrenatural.

Para los creyentes son afirmaciones categóricas, es decir, indubitables. Sin embargo, el que piensa puede objetar, como primera impugnación, que existe en lo que dicen una flagrante “petición de principio”, es decir, se ha de admitir tanto que “Dios es”, es decir, que existe un ente que gobierna el mundo, como que Dios “ha hablado”, se ha revelado. Admitida tal verdad de manera axiomática, nada se podría decir.

En consecuencia, tales verdades ni siquiera admiten el contraste, la duda, la objeción; son de tal forma "magmáticas" que se mueven en un plano distinto al racional. Pero además y por la misma razón, ninguna de sus formas de acceso a la verdad garantiza el conocimiento, porque no están sometidas a las mínimas reglas de comprobación establecidas.

Respecto a que la divinidad se revela, es una afirmación genérica, inconcreta y gratuita que no explica el cómo, pero que "es" y el creyente la acepta: ¡cuántas mentiras científicas han pasado por ese colador! La otra afirmación, que hay hombres especiales que reciben tal revelación: ¿Quién puede afirmar que no mienten o que sus verdades no pasan por el filtro de su convicción crédula cuando no de su ignorancia? Y finalmente, que el acceso a Dios es más que conocimiento, es una vivencia. Motivo general para creer, con lo que cada persona es receptora de "su" verdad. Esto conlleva un relativismo generalizado, individualista, sesgado, parcial, es decir, falso.

De los tres modos anteriores de “acceder a la verdad” los dos primeros están reservados a personas privilegiadas. El tercero es propio de creyentes piadosos, fervientes, devotos, incluso místicos... pero sucede que en las religiones pulula una masa informe de creyentes que no se sabe cómo llegan al conocimiento de su fe. Por lo que la fenomenología de los creyentes muestra, constatamos que hay un numerosísimo cuarto grupo que sólo conoce "de oídas", es decir, se limita a memorizar y "creer". Quizá porque no puede hacer otra cosa que creer lo que no entiende.

Respecto a este amplísimo grupo de creyentes presupuestos, el elenco de posibilidades cognitivas puede ser de lo más variopinto. Aventuramos lo que puede decir uno cualquiera de estos creyentes sabios de ignorancia:

  • porque “desde niño” me han enseñado esto
  • porque siempre ha sido así en “esta” sociedad concreta, que siempre ha sido creyente,
  • porque no quiero contradecir a mis padres,
  • por hábito mental que se ha acostumbrado a determinados tópicos, que ni siquiera se piensan,
  • porque no tengo otro pensamiento espiritual mejor en que pensar,
  • porque no puedo pensar por mí mismo en verdades tan abstrusas
  • porque me da igual creer que no creer y al menos tengo algo en que pensar
  • porque nada de lo que digan los contrarios me interesa
  • porque me he hecho amigo del cura
  • por oposición a esos “ateos malignos”

Contrástese con el modelo de conocimiento de verdades irrefutables y verificadas, con los criterios de verdad que cualquier ciencia propugna. Pero sin llegar a esos niveles científicos, en el nivel popular basta con regirse por el sentido común, porque  

  • la verdad se admite o no con independencia de quien lo diga;
  • no depende tampoco de la bondad de la persona;
  • no se necesita la pureza de alma para llegar a la verdad;
  • no se puede desfigurar, porque siempre habrá alguien que descubra la falsedad;
  • se puede contrastar lo que dice uno con lo que afirma otro y deducir.
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