Una ética racional y humanista (2/2).


Cuando las religiones ponen en común algo...

Si insistimos tanto en la ética racional es porque la creemos posible, dignificadora y garante de la estabilidad de este nuevo mundo trimilenario que a trancas amanece.

El “consenso entre religiones” (comunicados del Parlamento de las Religiones del Mundo) tiene su base en esa ética común y, por su parte, ha desarrollado un cuerpo racional también “ético” –no podía ser de otro modo-- que no deja de ser el certificado de defunción de cualquier moral creyente.

No distinto a cualquier “manifiesto humanista”.

¡Frente a este nuevo "descubrimiento" de las "religiones del mundo", cuántas veces han esgrimido los “orates de la credulidad” que el rechazo a la moral religiosa era garantía y motivo para que el hombre degenerase en conductas descomedidas, sin freno, egoístas, crueles...!

Ética racional.

Una ética emanada de la actividad racional no se queda en abstracciones y principios generales, que con seguridad serían interpretados de muy distinta manera por unos y otros: hay también una “ética de la ética”.

La ética se somete a una serie de condiciones, crea las instituciones oportunas, enumera principios de los que está convencida, propugna escalas de valores, genera nuevas costumbres...

Todo para que el hombre alcance la satisfacción en el quehacer diario, que no otra cosa es la felicidad, inserto tal quehacer en una sociedad que garantiza su desarrollo personal.

Este “desideratum” ya tiene o ha tenido confirmación y realización práctica en determinadas parcelas de la actividad pública y de las relaciones internacionales.

Sólo credos, religiones, inculturas, represión, ambición política, teocracias, predicaciones, predicadores y predicciones, intereses comerciales... pueden ser, y son de hecho, freno a su plena implantación.
Volver arriba