Los festejos de febrero.

Seguimos con la única fiesta de importancia en este "febrerillo loco", como todos los febreros que en el tiempo han sido. 


Hans Küng se atrevía hace pocos años a "buscar nuestras huellas" (En busca de nuestras huellas. La dimensión espiritual de las religiones del mundo. Círculo de Lectores) y respecto a Europa venía a decir lo mismo. He ahí la queja razonable de nuestros católicos patrios respecto al intento de erradicar prácticas cristianas que tienen un arraigo popular con siglos detrás.

A decir verdad hay tradiciones tan chabacanas y horteras que mejor sería, por profilaxis humana, enviarlas al desván de la historia, especialmente las relacionadas con la muerte.

Tradición eclesial era el cobro de diezmos y primicias; y tradicional ha sido, y sigue, el acaparamiento de bienes por parte de la Iglesia ¡durante siglos!; los señoríos eclesiásticos y abadengos; el presupuesto del clero por parte del Estado; los concordatos varios de una religión con estados laicos, como si fuesen planos idénticos; y como asuntos de menor enjundia, eran tradición la tonsura y determinados hábitos religiosos horteras que hoy se niegan a utilizar cuando por la calle circulan los venerables religiosos, que prefieren pasar desapercibidos…

Y tradición ha sido hasta hace pocos decenios el uso, por imposición a las mujeres, del velo en señal de respeto al varón; o que acudiera la recién parida a la iglesia con un cirio para purificarse… Tradición son peregrinaciones que se han convertido en fiestas campestres. O la veneración de reliquias que en nada se diferencian de supersticiones ancestrales. Tradición es el festival de regalitos y trajes de pre novias de las primeras comuniones. Y tradición son las usanzas fundadas en relatos de evangelios apócrifos o leyendas áureas surgidas en los años oscuros de siglos también oscuros. Todo bien explicado en libros y webs con el título de "MITOLOGÍA CRISTIANA"

No podemos estar a favor del cambio “porque sí”, porque una cosa no nos guste o porque tenemos otros antojos, a superponer sobre aquellos que todavía son populares. Tampoco por el prurito que anima a aquellos que son, sin mayor fundamento, contrarios a las creencias cristianas. Destruir sin haber encontrado repuestos no es postura procedente ni en modo alguno defendible.

¿Voy a suprimir la peregrinación a la Virgen del Rocío porque el culto a la virgen me parezca pervivencia de cultos paganos a Cibeles o a diosas similares? ¿Voy a suprimir por ley la peregrinación al santuario de la Virgen de la Cabeza (¡) porque me parezca más una fiesta campestre o algo impropio de la dignidad de la persona? ¿Voy a tergiversar la cabalgata de los Reyes Magos sólo porque tales personajes aparecen en un evangelio apócrifo y no haya realidad alguna en su relato? Allá el pueblo con su incultura, pero con sus tradiciones.

Sólo la instrucción, la cultura y la educación darán al traste con tradiciones que van quedando obsoletas. Lo que está podrido por dentro, pronto o tarde sucumbe. O es sustituido. 

La Iglesia en siglos pasados, siglos de importancia capital dado que en ellos se crearon las bases de ritos y costumbres posteriores, hizo lo contrario a lo que, hoy, cualquier persona con un mínimo de sentido humanista propugna, precisamente a favor de esa Iglesia secuestradora, cual es el mantenimiento de tradiciones populares. Una Iglesia que, muy cristianamente, hizo tabla rasa de todo.

La Iglesia puso en práctica aquello que ahora denuesta. La Iglesia sí usó de la tergiversación y sustitución de aquello que era contrario a su doctrina y, sobre todo, contrario a sus intereses. La Iglesia sí dio al traste con tradiciones populares arraigadas para implantar las suyas propias.

¿Cómo puede quejarse ahora de que esté sucediendo lo mismo? ¿Se extraña de que estén surgiendo prácticas no que regresen a pasados paganos sino que celebren lo que es común a todos los humanos, cual es la vivencia de la luz, de la naturaleza, de los cambios estacionales; cuales son las fiestas del solsticio de invierno, el solsticio de verano o el resurgir de la vida en la primavera?

La Iglesia sí hizo aquello que nosotros no defendemos, cual es la eliminación de cualquier resabio pagano que pudiera hacer sombra a lo que ella predicaba, viendo demonios y paganismo en cualquier fiesta agrícola. Fue Pablo de Tarso en el entorno helenista, pero fueron también Patricio de Irlanda, los Doce Apóstoles de Irlanda; Cirilo y Metodio; Columba de Iona y Aidán; Remigio de Reims; Agustín de Canterbury y en general la invasión de Europa en los siglos VII y siguientes, por toda una caterva de monjes fanáticos.

Los tres primeros días de febrero son especiales en el calendario, donde el profano ha sido secuestrado, como es natural, por la liturgia católica: día 1 Santa Brígida; día 2 la Candelaria; día 3 San Blas; el 15 San Valentín… Curiosidades de la vida y suplantaciones varias. Vayamos con la fiesta de referencia, la Candelaria.

Pueden decir que tal festividad ya existía en el ámbito judío; que era práctica litúrgica normal presentarse en el Templo para la purificación (¡!), pasados cuarenta días del parto (¡qué curiosa coincidencia este ajuste de fiestas!: ahora no se sabe si se hizo nacer al Niño el 25 de diciembre porque ya existía la fiesta de la Candelaria o al revés). Más cierto es que Febrero, cuando las cigüeñas regresan --ya vi antes de ayer las dos primeras en mi pueblo--, es la época del año en que se siente de manera vívida y cierta el regreso de la luz y de la vida y se percibe que la Naturaleza se prepara para el renacer de la Primavera (“primum vere” = antes del verano). Los días son más largos, los rebaños de ovejas inician su regreso trashumante y están prestas para parir… Y Febrero me indica a mí que tengo que podar los árboles, hacer trasplantes, preparar las semillas de tomate, zanahorias, pimientos… para la siembra definitiva en abril.

Acudo al libro Mitología Cristiana, de Ph. Walter y entresaco repitiendo ideas de días pasados: los pueblos celtas (desde Galicia hasta Escocia) celebraban de manera especial estas fechas cuando la Naturaleza despierta. Era el tiempo de la diosa Brigantia o Brigit. La celebración festiva se denominaba Imbolc, una de las cuatro fiestas principales del calendario celta. Era una fiesta asociada a la fertilidad.

Cuando los monjes comenzaron su predicación debieron quedar atónitos al ver cómo esta diosa tenía el mismo nombre que una santa suya del siglo V llamada Brígida, la santa que lleva un cirio en la mano, protectora de la fertilidad, la que resucita animales (como la gallina de Santo Domingo), que fue erigida patrona de Irlanda y luego sustituida. ¿O fue al revés la historia de Santa Brígida?

Resulta además que en Febrero suelen celebrarse los carnavales, época en que la Iglesia se muestra permisiva, ritos relacionados con la ingesta abundante de carne. No en vano también en febrero solía celebrarse la procesión del “buey gordo”, el buè grasso de los italianos (“Di Madride noi siam matadori, siamo prodi del circo dei tori, teste giunti a godere del chiasso che a Parigi si fa pel Bue grasso… Parigini, date passo al triunfo del bue grasso… “La Traviata”, final del Acto II).

La diosa Birgit también está asociada con el fuego –dispensador de calor, como el sol--, de donde procede también la costumbre de hacer hogueras en la fiesta de la Candelaria. “Brígida cristianiza la potente figura de la diosa madre de los celtas, la única figura del panteón celta que es a la vez madre, esposa e hija de dioses masculinos”.

La Candelaria tiene idéntico significado que las fiestas de Brígida y Blas, que se continúan, en el mismo sentido, con San Valentín. Según parece, santos inventados “ad hoc”. Fiestas de la exaltación de la luz y de la pujanza de la Naturaleza. Sacralización del carácter profano-festivo de estos días. Candelaria, velas, cirios, luz, procesiones por los caminos con velas encendidas para conjurar el poder de brujas y demonios. Con razón Lutero, que sabía de tal origen, la suprimió de su calendario litúrgico (también con poco éxito).

También los romanos celebraban estos días, del 1 al 15, las fiestas Lupercales, o fiestas del Fauno Luperco (el dios Pan griego, dios de los bosques, la agricultura y el pastoreo), fiestas de la iniciación de los adolescentes, fiestas teñidas de sexualidad. Como es lógico dentro de la lógica de los cristianos ya fanatizados, también las pretendieron sustituir (Gelasio I y la introducción de la conmemoración de San Valentín). Lo consiguieron a medias, cediendo con los excesos carnavalescos y el amor puro de San Valentín. El mismo nombre “Febrero” hace relación a esos ritos iniciáticos adheridos a las Lupercales: tiras de piel de dos animales sacrificados, februa; deidad sabina Februo; Juno Februalis

A lo que veníamos al principio: si la conciencia popular se aparta de los dogmas cristianos; si hace mutis por el foro de los ritos católicos; si ya hasta muchos calendarios dejan de incluir santorales; si… pues, qué le vamos a hacer, lógicamente lo que son hechos naturales y humanos tenderán a ser celebrados de otro modo.

Lo hizo la Iglesia en su momento, lo está haciendo la sociedad en el nuestro. De momento conviven folklore y rito, pero poco a poco el folklore se va comiendo al rito. Sobre todo si la gente sabe de qué va la cosa, algo de lo que, desgraciadamente, dudamos. 

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