Ser humanos para estar más cerca.

en la consideración de lo que sigue, PARECERÍA que nos estamos poniendo una pantalla protectora. Pero el caso es más frecuente de lo que parece, porque se da también en los debates políticos. Pensando en nosotros:¿no hay algo de verdad en lo que decimos? Todo es basura, falsedad, ganas de destruir, incapacidad...?

¿Por qué la discusión sobre asuntos de credulidad genera tanta crispación?  No debería ser así entre personas sensatas cuando lo que se pretende, al analizar "verdades" consagradas, es buscar su fundamento y, como mucho, avivar la polémica para que resplandezca la verdad. La verdad: sí, también la suya, por supuesto.

Los hay, empero, que voluntariamente rehúyen dinámicas polemistas: o callan aturdidos o callan perdonando la vida al que “ni sabe ni vive”. Presuponiendo que "están en la verdad", que la conocen, que tienen argumentos para ello, ¿por qué sistemáticamente apelan al manido argumento de "descalificar al mensajero”, es decir, al opinante?  

Quizá porque siempre ha sido así... o peor. En las arcanas crónicas negras hemos leído cómo al mensajero se le descabezaba por traer malas nuevas. Algo hemos avanzado, por lo que el mensajero, aquí el opinante o discrepante, debería ser escuchado.

La panoplia personalizadora de que disponen aquellos que escurren el enfrentamiento con la opinión contraria es varia y variada:

  • 1) El no conocer o saber poco de la persona que opina, por lo cual, dicen, no nos merece ningún crédito. Es un mindundi, alguien que no tiene idea de lo que dice, etc. 2) El deducir, por lo que dice y pretende destruir, lo mala persona que es, el daño que pretende hacer sin buscar ni conseguir ningún bien. 3) Incluso, conocido su pensamiento, hurgan en el pasado del individuo, por ver si encuentran máculas con que desvirtuar su mensaje. 4) Generalmente se salen por la tangente, obvian el tema de que se trate trayendo al foro personajes y hechos que no son del caso.

Para todo tienen salida: si ha sido o es del "estamento", es un renegado, o peor aún, un traidor; si no lo es, no tiene base sólida alguna para juzgar lo que no conoce ni, menos, goza de ese mundo interior en que la fe se vive.

Que yo sepa ni Zola, Voltaire, Eliade, ni entre nosotros Caro Baroja, Gustavo Bueno… son o fueron frailes. Y les reconocemos autoridad suficiente para opinar sobre clérigos, religión y hechos concretos anejos.

Si uno ha pertenecido al estamento religioso o clerical, parece que nunca podrá despojarse de esa pátina, parece que eso “imprime carácter”.  No debiera, por agradecimiento, lanzar coces contra quienes le proporcionaron el pan de la cultura y de su formación.

De manera tangencial al asunto que tratamos, hay que resaltar algo que ha sido considerado como estigma individual: está por escribir el legado benéfico que aportó a la sociedad la enorme cantidad de jóvenes que pasaron por un seminario y luego se incorporaron a la vida laboral en estrato al que difícilmente hubieran llegado de no ser por eso.

Los seminarios fueron durante muchos años, podríamos decir generaciones, centros de alta cualificación humanística. Creó y formó intelectuales de renombre; gentes que durante toda su vida vivieron las inquietudes culturales; que repensaron el “hecho religioso”, por otra parte muy ligado al pensamiento y a la filosofía, así como al arte y la sociología.

Si de los hechos corrientes pasamos a las meras interpretaciones, sucede otro tanto: dependiendo de la ideología, así se acepta o no lo que se diga. Ya que lo tengo a mano, pongo el caso de un historiador entre muchísimos que se han acercado al Cristianismo con metodología imparcial, S.I. Kovaliov -“Historia de Roma” en dos tomos.

En realidad, no dice nada nuevo. Como tantos y tantos otros historiadores del cristianismo, “no encuentra” testimonios históricos suficientes para probar la historicidad de Jesús... como es casi seguro que nadie podrá probar la mía dentro de mil años. Pero, claro, ¡es un historiador "comunista"! Y se acabó la argumentación. Argumento de anti-autoridad.

Y nosotros añadimos “boutades” que cualquier cultura superficial ofrece. Podrán parecer bobadas “antis”, pero Jesús fue más importante que Amenofis IV o Julio César: ¡qué cantidad de milagros, cuántos miles de fervorosos judíos siguiéndole en masa, qué prodigios a su muerte, que enorme la cantidad de creyentes! Sin embargo ¡no hay un solo testimonio “independiente” coetáneo y ajeno a la secta cristiana sobre su persona. Y, digan lo que quieran los que ayer hablaron en TV2, los que hay son muy, pero que muy posteriores (y según dicen los estudiosos, la mayoría interpolados o falsificados)!

Si hablamos de mártires, jamás consentirán "comparaciones": para los buenos musulmanes los inmolados con bombas adosadas son mártires. ¿Lo son para una creyente cristiano? Deberían decir que sí. Y lo son como calco de los venerados como santos en el cristianismo. Vivencia pura y en ambos casos asaz dura del “ideal”, algo que siempre conduce al martirio.

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