La lógica de suprimir la festividad de la Inmaculada (y 5)

En España los patronazgos píos, perdón, marianos fueron abolidos por gobiernos ateos, impíos, descristianizados, malvados, irreverentes, sacrílegos y malévolos como sucedió en la II República.

[Adrede hemos sacado a relucir sinónimos del término “ateo” para que perciban los biempensantes crédulos si no existen connotaciones negativas en el término “ateo”].


Lógicamente vinieron las contra órdenes y las cosas volvieron a su sitio cuando llegó al poder un gobierno decente, el del piadoso Franco. Fue en 1938, sin esperar a que terminara la guerra.

Como en anteriores referencias hemos dicho, la defensa de los títulos de la Virgen María fue bandera de lucha de la España de la Contrarreforma. Lutero, tampoco Calvino y otros reformadores no fueron tan radicales con relación a la doctrina sobre María, como lo fueron después otras corrientes protestantes.

Las grandes cosas que Dios ha realizado en María se reducen a ser la Madre de Dios. Con esto le han sido concedidos muchísimos otros bienes, que nadie podrá nunca comprender. De ahí se deriva todo su honor, toda su bienaventuranza y que ella sea en medio de toda la raza humana una persona del todo singular e incomparable (Lutero. Auslegung des Magnificat).


Los excesos católicos que, “de facto”, hicieron de María una diosa similar a las diosas mitológicas paganas, propiciaron una corriente contraria en los protestantes, limitándose siempre a lo que los relatos evangélicos dicen.

Tanto este asunto particular de María como, en general, el espíritu reformista que rezuma del movimiento protestante desde sus inicios produjeron sus efectos benéficos en el ámbito anglosajón. Crearon otro tipo de sociedad. Fue un cambio sustancial en la manera de pensar de sus gentes, que propició otro tipo de progreso en la sociedad civil y en el mundo económico.

Mientras España se desangraba en defensas acérrimas de los dogmas católicos, o de María Inmaculada, unidad de la iglesia, obediencia al papa… (cuando los papas se erigían en prototipo de la corrupción, depodredumbre mental y degradación humana), los países nórdicos, sin dejar de ser creyentes, antepusieron la lógica a la sinrazón crédula.

Este nuevo espíritu estimuló la ética del trabajo, el valor de la educación para el progreso de la sociedad, incentivó la revolución científica, la actividad financiera y la concesión de créditos. Asimismo generó una corriente de pensamiento respecto a la primacía de la ley frente a la arbitrariedad de los nobles y reyes (parlamentarismo).

En España, sin embargo, las clases dirigentes, alentadas, influidas y apoyadas por el espíritu conservador y nada propicio a los cambios de Iglesia, dejaron en la inopia cultural y económica a las clases bajas. A principios del siglo XIX el 90 % de la población era analfabeta, cuando la cultura y la mayor parte, por no decir todo el patrimonio cultural estaban en manos de la Iglesia Católica y las órdenes religiosas. España ha sido un país atrasado hasta bien entrado el siglo XX. Y de eso tiene gran parte de culpa la Iglesia Católica.

¿Qué decir respecto a un hecho concreto y puntual como es la celebración festiva de una ficción como es la Inmaculada Concepción? La única realidad que la sustenta es la tradición, una tradición impuesta por el omnímodo poder de la Iglesia Católica en tiempos pasados.

España se ha constituido en estado democrático aconfesional. ¿Tiene algún contenido práctico esta afirmación? Debiera tenerlo. ¡He aquí uno, la supresión festiva de tal conmemoración! Quien quiera celebrarla, elija un domingo cualquiera, asista a sus ritos en horas no laborales o tómese ese día de asueto. No responde a contenido real alguno, se solapa a la celebración del Día de la Constitución, introduce elementos irracionales en el pensamiento ciudadano… ¿Necesitan las fuerzas armadas patrocinio alguno? Que comiencen a celebrar fechas significadas del pasado y personajes ilustres en vez de mitos inmaculados.

Estas palabras y estas propuestas no deberían producir escándalo en quien tuviera respeto por las creencias contrarias y defendiera la libertad para pensar… y creer. Es principio elemental para convivir, tal como la Constitución aconfesional proclama. Por nuestra parte podremos, y podemos, opinar sobre sus creencias y criticarlas, podremos tratar de convencerles de que están en el error, pero jamás les obligaremos por la fuerza a pensar como nosotros.

Si quieren seguir creyendo en los cinco dogmas marianos, no les vamos a negar ese derecho: criticaremos tales creencias, pero nada más. Pero ahí está un hecho, real, fáctico, el del 8 de diciembre, no tanto como festivo cuanto exaltación de un credo. El Estado debe tener en cuenta “también” otras razones, tan válidas como esa de que “siempre se ha celebrado”. ¿Por qué debe ser festivo este día? ¿Porque la Iglesia así lo ha prescrito? ¿Por qué lo es éste y no el 8 de septiembre, igual de importante para su credulidad? ¿Saben qué festividad mariana se celebra ese día?
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