La maldad y su castigo, el Viernes Santo.

Que en el hombre haya un fondo de maldad que se manifiesta cuando le dejan cauce para ello, es algo innegable. Quizá esto que llamamos maldad no sea otra cosa que una manifestación dañina del instinto de conservación. Es algo a dilucidar.

Tanto el Evangelio como la Iglesia dejan constancia de ese algo perverso que anida en el hombre, al que pretenden darle explicación, buscar causas justificativas y aplicar remedios… inocuos! Pero no haría falta tener instituciones dedicadas a proclamar algo que es evidente. ¿No están ahí todos los Códigos desde Hammurabi hasta la última reforma del Código Penal para atestiguarlo?

Con tanto recurrencia al mal del hombre, es la Iglesia por activa y por pasiva la que crea y genera sentimientos de culpa sobreañadidos que no existían para luego tener motivos para consolar y administrar perdones.

Vuelvo a recordar mi anécdota ante monja aquella monja a la que escuchaba al inicio de la misa confesar que había “pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión": yo, echando marcha atrás en una semana, no encontré el más mínimo pecado, ni siquiera "venialillo". Ninguno. Y sin embargo los muy crédulos dicen que "pecan mucho". Son geniales... o casquivanos, vaya Ud a saber.

Aquí tenemos hoy el Viernes Santo para dedicarle un día al mal y su remedio. ¡Menudo remedio! En el A.T. y en numerosas religiones sólo se les ocurría acuchillar un cabrito, un cordero inmaculado o una gallina y con su sangre conjurar la maldad. Pues no, el cristianismo quería algo más. Y matan al mismísimo Dios, con el agravante de echarle la culpa al suicidado. “Dios quiso morir por nuestros pecados, prueba del inmenso amor hacia los hombres”. ¡Y mil gaitas!

¡Pero si luego la misma Iglesia dice lo contrario! El mal está dentro de nosotros y nosotros tenemos que ser los que le cortemos las alas. La huída del mundo es el mejor remedio para evitar el mal, dirán aquellos anacoretas de los siglos III y IV con su continuación en los cientos de conventos y monasterios con que han colonizado el mundo entero. Sí, el único enemigo del ser humano es el propio ego, como dicen los evangelios, y es enseñanza de Jesucristo. Tampoco para esto necesitábamos un predicador de campanillas.

No es con “viernes santos” con que se conjura el mal. Ni necesitamos Iglesias para ello. Recojo un comentario muy lejano en el tiempo en este blog: La Iglesia, más que administrar perdones, lo que hace es venderlos a buen precio con humo de perdones de una culpa inventada. Una estafa. En posición de monopolio durante mucho tiempo. Cuando el engaño no le ha funcionado y la Iglesia o el poder político a su servicio podían imponerse arbitrariamente, han utilizado la violencia contra la sociedad manteniendo el chollo. A la Iglesia le cuesta adaptarse al mercado libre en una sociedad libre sin el apoyo de un poder político. Por eso siempre ha preferido las dictaduras que la favorezcan en la venta de su humo. Como no se adapta, perecerá. Así de crudo.
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