Algo más sobre los milagros.
| Pablo Heras Alonso.
Siguiendo con el asunto de ayer, especialmente con los cientos de miles de milagros atribuidos en la historia de la Iglesia a cuantos santos llenan el censo eclesial, peor aún que la interpretación simbólica es la deriva de tales relatos. Esos milagros, a fuerza de repetidos desde la niñez, han llegado a ser narraciones, referencias, reseñas, cuentos a fin de cuentas sin conexión con la realidad, verdaderos por creídos, que no tienen otra verdad ni consistencia más que la "mental", la falsa verdad mental de la credulidad. O sea, el relato.
Pensemos un poco. Los milagros de “un tal Jesús” o eran invenciones o no lo eran. Si eran invenciones, ¿por qué citan tales milagros en sus libros y no han sido expurgados esos relatos de los textos canónicos? ¿Por qué ocupan tanto espacio en los Evangelios y son objeto de consideración y reflexión?
Si no eran invenciones y eran hechos reales ¿cómo hubiese vivido Jesús entre los humanos? ¿Podría haber llevado una vida normal? ¿No hubiera sido traído y llevado, incluso a su pesar, de ciudad en ciudad para ser conocido por todo el mundo? Y situado en nuestro mundo ¿no acapararía todos los "premios" posibles, los Nobel y los no Nobel? ¿No tendría un santuario, catedral tan grande como la de Sevilla o el mismo edificio de la ONU donde centralizar sus intervenciones?
La única extrapolación posible a nuestro mundo se puede dar en los "milagros" que sirven para "canonizar" a tal o cual personaje: en nuestro caso, los milagros suelen suceder tras la muerte del "santificando" y son sometidos a un proceso larguísimo de comprobación y certificación, proceso que, con toda seguridad, quebraría en las primeras pesquisas sobre los milagros del supradicho Jesús.
No deja de ser significativo el ocultismo con que traen y llevan los milagros asignados que hoy se dan... ¿No sería para lanzar las campanas al vuelo cuando tales hechos portentosos suceden? ¿Por qué ese sigilo? Sencillamente ¡¡porque ni ellos mismos se los creen!!
El milagro, por otra parte, no es algo de lo que la Iglesia católica se pueda sentir creadora. En todo caso, también en esto ha sido expropiadora de una taumaturgia secular. Las épocas de paz en el Imperio Romano, especialmente las épocas de Augusto y Vespasiano, solían anunciarse con portentos sobrenaturales, curaciones y otros milagros relacionados con la salud. Y recordemos los milagros de célebres personajes de la antigüedad como Apolonio de Tiana (s. I), Pitágoras o Empédocles.
Más próximos, los reyes cristianos de Francia e Inglaterra “curaban” escrofulosos con sólo tocarlos. Ese poder taumatúrgico, omnipresente en ámbitos del cercano oriente antes y después de Jesús, lo heredó y lo continuó hasta nuestros días la Iglesia.
Aún hay médicos que se prestan a esta superchería, dando fe de curaciones inexplicables que “necesariamente” deben ser siempre “milagrosas”. También en este apartado la “globalización” está propinando soberanos castigos a la creencia: por más que esgriman curaciones inexplicables, “lo de” determinados santos ascendidos a los altares por la escala del dinero, ha sido un mazazo que ha dejado tambaleando a los mismos crédulos que los conocieron. Me refiero, a Escrivá de Balaguer.
Glosa final: ¿por qué los milagros son siempre curaciones y no de otra suerte, como sosegar tempestades, prevenir terremotos, trasladar montes de sitio, impedir “danas” o inundaciones poniendo ángeles como parapeto, secar un árbol improductivo, terminar la catedral de Barcelona o hacer que una plaga llamada Covid 19 hubiera desaparecido, como decía Jesús de los que tenían fe?
Y otra ironía final: si cada año acuden de media seis millones de personas a Lourdes, de ellas un 10, 20 o 30% enfermos, ¿no es tal dato demostración de la falta de fe de quienes allí rezan, dado que nadie se cura? Para “sólo” rezar a la Virgen, basta subir al santuario de la Virgen de Pilas (Sierra de Tesla, Puente Arenas, Burgos).