Sobre la muerte y resurrección de Jesús: reflexión crítica / 1

El cristianismo no es la religión de Jesús (Bart Ehrmann)

Como se indica en el título, el contenido de estos breves artículos sobre la crucifixión de Jesús como hecho histórico cierto y la resurrección como verdad de fe está realizado desde un enfoque etic (externo a la fe), una perspectiva adoptada por numerosos investigadores independientes, que se sitúan entre la hipótesis minoritaria del mitismo con su hipercriticismo escéptico y el maximalismo teológico dogmático de tipo confesional.

Estos estudiosos mantienen, desde un minimalismo histórico, de carácter crítico, la existencia real de Jesús como la hipótesis más sencilla y teniendo en cuenta los resultados de la historia de la investigación a partir del  s. XVIII.

Desde esta premisa metodológica, afirman estos expertos que el hecho más seguro que conoce la ciencia histórica sobre el profeta apocalíptico y predicador Jesús Nazareno (o Nazoreo, por tener el voto de nazir), es que fue condenado por los romanos a la pena de la crucifixión y ubicado en medio de otros dos probables insurgentes, que la tradición calificó de ladrones o de malhechores, como afirma el evangelista Lucas.

Pero, lo cierto es que los romanos no crucificaban a simples delincuentes comunes, fuesen bandidos o ladrones. Sólo aplicaban el terrible castigo cruento de la crucifixión a rebeldes contra el imperio y de hecho hubo miles de crucifixiones, no solo en Palestina, sino en otras regiones del Imperio, como muestra la conocida rebelión esclavista de Espartaco, llevada al cine en el s. XX.

Era el más cruel de los castigos romanos, según afirma Cicerón. La crucifixión colectiva del calvario fue una más entre tantas, aplicada a rebeldes o resistentes contra el poder imperial, que se negaban al pago del tributo a Roma, como fue el caso de Judas el galileo.

La tradición cristiana, sin embargo, transmitió la imagen distorsionada de un inocente y débil Pilato, que intenó salvar al Nazareno, dejándose  arrastrar por los pérfidos judíos, tanto  las autoridades como la masa popular, que en el Evangelio de Mateo pide a gritos la crucifixión de Jesús, al que antes había aclamado como Mesías hijo de David.

El tema central de los cuatro evangelios canonizados es el relato de la pasión y muerte de Jesús, de acuerdo con la primitiva predicación, y a partir de ahí se fueron añadiendo otros temas procedentes de las tradiciones orales relativas a hechos y dichos del Nazareno, vinculados a su propia predicación.

Por eso, algunos estudiosos sostienen que estos relatos sobre la vida y enseñanza de Jesús son una simple introducción o preludio a su pasión y muerte, seguidas de la resurrección, que formaba el núcleo doctrinal que los evangelistas heredaron de la teología de Pablo de Tarso, anterior a la composición de los evangelios. Pablo escribe sus cartas auténticas en los años 50, mientras que los evangelistas escriben bastante más tarde, entre el año 70 y el 100 de la e.c.

Jesús, después del fracaso de su predicación del reino de Dios en Galilea, en la etapa final de su vida aparece en Jerusalén con pretensión regio-mesiánica, aspirante a ser un Mesías de Israel, como lo fueron otros varios resistentes contra el imperio romano, según relata el historiador judío Flavio Josefo. El título de la cruz “Rey de los judíos” indicaba que el prefecto romano Poncio Pilato, quien tuvo el privilegio de ser mentado en el Credo cristiano, lo condenó por delito político de sedición contra el Imperio y no por simples motivos religiosos (blasfemia), como relatan los evangelistas y la tradición cristiana.

Desde el punto de vista histórico, Jesús tampoco fue un ser absolutamente único y singular, misterioso, incomprensible, una figura incomparable, como sostiene la mayoría de los exegetas e investigadores confesionales desde postulados apologéticos más o menos implícitos. Los investigadores independientes, por el contrario, suponen que la figura del Jesús histórico debe entenderse como un fenómeno más dentro de la historia general de las religiones.

No se trata, pues, de un enigma inexplicable, como se afirma desde supuestos apologéticos o derivados de la devoción religiosa. La unión tradicional realizada por la teología entre la figura humana de Jesús y el epíteto divino de Cristo, una simbiosis nacida de la fe, genera confusión epistemológica. Por ello, la separación de los dos términos es una premisa indispensable para cualquier aproximación científica a la historia de Jesús.

El investigador estadounidense Bart Ehrmann en su libro de 2014 How Jesus Became God (Cómo llegó Jesús a ser Dios), desde una perspectiva histórica, no teológica, afirma que cristianismo no es la religión de Jesús (the religion of Jesus), sino la religión sobre Jesús (about Jesus), que él desconoció, puesto que se formó solo después de su muerte en la cruz, ordenada por el procurador romano Pilato.

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