"Estos son mis poderes" (Cardenal Cisneros)

Una frase de Wellington, el héroe de Waterloo [pronunciado en neerlandés “váterlo”], me lleva a interesarme algo más sobre lo que era la Iglesia, sobre el poder de la Iglesia en España, en los años en que la Revolución Francesa había intentado raer de su suelo la poderosa institución católica.

En referencia a la Guerra de la Independencia, dice Wellington: "En España el auténtico poder lo ejerce el clero; fue él quien mantuvo firme al pueblo contra Francia"

Reproduzco y comento los datos que aparecen en el libro "España: 1808-1975" de Raymond Carr.

"El auténtico poder", sí. En España la Iglesia llevaba acaparando tierras, erigiendo edificios, concentrando poder... desde hacía más de seis siglos. Por otra parte era, ha sido, el referente espiritual único: sus ideas no podían ser discutidas por nadie y quien lo intentara se encontraba frente al imperio absoluto de la Iglesia en comunión con la Monarquía.

Ese poder comenzaba principalmente en lo material. La Iglesia era el mayor terrateniente de España; era y quizá siga siendo, la mayor institución inmobiliaria; era la única institución de beneficencia en un tiempo donde gran parte de la población necesitaba ayuda para sobrevivir; era, asimismo, "un patrono con empleados a sueldo en una economía mendicante".

Las grandes ciudades con catedral vivían a costa de iglesias y monasterios. Por ejemplo, en Valladolid uno de cada veinte habitantes dependía absolutamente de la Iglesia. La labor asistencial de los pobres de las ciudades que patrocinaban el palacio episcopal y los conventos, representaba un enorme presupuesto para las iglesias locales que, por otra parte, se nutría del mismo pueblo.

Para hacernos una idea, unos ejemplos significativos:

* Burgos, con una población de 9.000 habitantes (hoy unos 170.000) contaba con 14 parroquias y 42 monasterios o conventos.
* Olmedo, con 2.000 habitantes tenía 7 iglesias y 7 monasterios.
* Para el servicio de la Catedral de Zaragoza había 349 sacerdotes.
• A mediados del siglo XVII Madrid tenía algo más de cien mil habitantes. Era una gran ciudad rodeada por una “cerca”. En el plano de Teixeira (1656), aparte de las numerosas parroquias e iglesias, Madrid está sembrada de monasterios, 31 de frailes y 26 de monjas. A ello hay que añadir iglesias y hospitales (18) regentados por cofradías y hermandades pías.

Un viajero inglés escribió: "León se mantiene en vida gracias a la Iglesia". El control doctrinal, "espiritual", en los pueblos era el mismo que en las ciudades, sin embargo causa perplejidad conocer el nivel mísero de vida en que vivían los párrocos, también su bajo nivel de formación, frente a la opulencia de las órdenes y la jerarquía en las ciudades.

En la consideración de lo dicho, podemos imaginarnos el enorme poder, incluso coactivo, que la Iglesia ejercía desde todas las instancias oficiales y privadas sobre el pueblo. Gentes que, por una parte dependían directamente de la Iglesia; gentes, por otra, que no podían alzar su voz reclamando mejoras sociales o un término a tanta prebenda.

Alguien podrá argüir que la Iglesia estaba en su derecho de adquirir posesiones y de ejercer su poder, doctrinal y asistencial, pero cualquiera que tenga un poco de honradez intelectual verá que, por una parte, la praxis estaba en franca contradicción con sus ideales; en segundo lugar que la Iglesia se constituía a sí misma como un estado paralelo que constreñía con sus tentáculos al estado civil, ése cuya función era organizar la vida de los pueblos.

Compárese lo que sucedía en otros tiempos con lo que hoy día es la Iglesia, muy lejos, de todas formas, de lo que se podría entender por "religión". ¿Qué situación se acerca más a lo que debe ser una institución espiritual, religiosa?

Habría que dilucidar cuál deba ser la verdadera interpretación de las palabras de los últimos papas loando lo que ha sido la Iglesia española a lo largo de la historia. "Gracias a Dios", ha dejado de serlo.

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