A las seis de la tarde, aún no sabemos... Y dicen que pueden pasar días.

Huérfanos que nos encontramos, cuánta angustia espiritual a la espera de quién se hará cargo de nuestra situación de orfandad espiritual... Espiritual, decimos, que de la otra mejor no hablar, dado que los próximos en el escalafón seremos nosotros. Sí, el pueblo fiel se siente como desamparado, presa de un silente abandono, desprotegido de guía y pastor...
Cambiemos de tercio, que el asunto no va por ahí. El asunto tiene otra enjundia, un poquito más de calado o al menos eso nos lo parece. Es la eterna cuestión de cómo dar credibilidad a unas verdades u otras; a cuáles dar más crédito; con cuáles, incluso, quedarse.
En este caso es la elección del nuevo Papa de la Iglesia Católica o, en términos más terrenales y políticos, nuevo Presidente del Estado Vaticano, que lo de "papa" todavía no lo tengo muy claro (1).
Las dos verdades en juego:
1) Los cardenales impetran (in petram) la gracia inspiradora del Espíritu Santo con misas --Missa pro eligendo Romano Pontifice--, plegrarias, cánticos y oraciones para elegir al que luego será santo padre, sumo pontífice, vicario de Cristo, sucesor de Pedro, siervo de los siervos de Dios, etc. etc. En buena lógica --lógica que no rige en cuestiones divinas-- el Espíritu Santo no debiera dejar ninguna duda en la mente de los electores y, "lógicamente", bastaría con una sola votación. Es más, hasta no sería necesario ningún cónclave. De ahí que consideremos la segunda "verdad".
2) Los cardenales, muchos de los cuales ya se conocen entre sí personalmente, se reúnen, hablan entre ellos, sopesan cualidades personales... Asimismo, y creo no equivocarme, dispondrán de dossieres --o como quiera decirse-- con el curriculum de cada uno. Por otra parte, tendrán en cuenta la personalidad y prestigio de aquellos que han despuntado en años anteriores. Por medio de votaciones previas se van perfilando determinados candidatos... Hasta el momento creo haber contabilizado cuatro votaciones con dos fumarolas negras. Al fin, es elegido el que creen más capacitado y apto para tal cargo (¿dignidad?). Desconozco si tras su elección alguno habrá dicho alguna vez que no era digno y que no aceptaba... porque... ¡cómo atrae el poder! "Lógicamente" esto no es válido para quien se siente llamado por Dios para servir a los demás.
También pudiera ser una conjunción de ambos postulados o instancias, pero no se nos alcanza tal trabazón. En la elección del Soberano del Vaticano más prima el segundo modo que el primero: esta primera consideración es a modo de despiste, se da por descontado, es reflexión de labios para afuera. Además Dios asiste lo quiera o no, porque le va en ello su supervivencia.
Pues ése es el dilema. Y ésa es la disyuntiva en que se encuentra cualquier persona que piense en las cosas que cree. En todas. Y si de pensar se trata, a fin de cuentas deberá elegir, porque no hay disyunción posible, o lo uno o lo otro.
¿Cuál de las dos opciones dichas anteriormente tiene más verosimilitud, más peso racional? ¿A cuál de las dos verdades anteriores se refieren televisiones, prensa, radio, medios de comunicación en general cuando de los entresijos electorales hablan? ¿Hay alguna que "exclusivamente" hable del poder inspirador del Espíritu Santo, de que Dios ha concedido a su Iglesia el "espiritualmente" mejor sucesor de Pedro? Ningún medio de comunicación habla en esos términos. Ninguno. Y dichos "medios" son el portavoz pensante y parlante de la gente "normal" (insistimos en que los creyentes añaden a su "normalidad" el hecho anormal de creer).
Únicamente en el conventículo ritual se dará gracias a Dios por su inspiración, lo cual es una verónica a toro pasado.
Por si cupiera alguna duda, aquí nos quedamos con que la elección del nuevo Papa --Santo Padre (otro simbolismo "sine fundamento in re"), Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro, "Servus servorum Dei"-- es subsecuente o consecutiva a una información previa, varios descartes, incluso algún que otro tráfico de influencias, un acuerdo de mayorías, una democracia gerontocrática digna de elogio y de la que debieran tomar nota muchas democracias, no digamos dictaduras.
Esperemos que la orfandad dure poco, para alegría y júbilo del orbe católico. A la mayoría de los fieles, por otra parte, tengo la sensación de que les da lo mismo uno que otro. En el reino de la burocracia de la fe, de monaguillo para arriba, todos viven en otra esfera.
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Escrito que estaba lo dicho, muy pasadas las ocho de la noche apareció un "mercurio vaticano" de nombre francés Juan Luis, quien, con sugestivos meneos de cabeza, anunció lo esperado y deseado: "Annuntio vobis gaudium magnum: habemus papam... qui sibi nomen imposuit Franciscum" (Una gran alegría os anuncio: tenemos papa... que a sí mismo se ha impuesto el nombre de Francisco).
Mi impresión, mi muy grata impresión: el venerable prelado argentino da la sensación de que ha aparecido ante la plaza tal como es, bonachón, pleno de naturalidad, cercano, con rasgos faciales de buena persona, incluso campechao (¡qué rasgo más enternecedor ese de "buona notte e buon riposo"), con gestos tan cercanos y humanos... Se ha ganado al pueblo presente en la plaza y a cuantos lo hemos visto y oído. Que tenga suerte y éxito en su no fácil tarea: no hay intención aviesa en lo que digo sino todo lo contrario. Se lo merece.
Anotación fonética colateral: ya un locutor de TV ha pronunciado la última sílaba "-glio" tal cual se escribe, cuando cualquier iletrado sabe que "gli" en italiano se pronuncia "ll", sonido palatal lateral sonoro, no dental ni fricativo. Sonido perdido para quienes viven de Somosierra para abajo, pero la "ll" existe (lluvia, llanura..). Podrán decir que así se escribe, "glio", pero ¿al jugador del Barcelona Pujol lo pronuncian con "j" o con "y"? Claro, que oyendo "Mascherano" en vez de "Maskerano"... ¡Paletos!
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(1) Ya, sí... Unos dicen que es un acrónimo de Petri Apostoli Potestatem Accipiens, "el que recibe el legado de Pedro". Otros dicen que proviene del término griego "pappas", que vendría a ser como "padre, papá", rechazando la primera acepción por "sobrevenida", dado que el término "papa" lo recibían desde antiguo determinados obispos o autoridades.