El tremebundo  siglo XIV en Europa.

Según los historiadores el siglo XIV fue, quizá, el más funesto de la historia  de Europa.  Podríamos unir a él el siglo XX, cuestión de opiniones. El XIV fue el siglo de la peste negra, que entró por Mesina en el año 1347 y por Aragón en 1348 que, con mutaciones varias, llegó hasta 1355. Dependiendo de lugares, murió entre el 30 y el 60% de la población, quedando despoblados numerosos enclaves y pueblos. A unos cuatro km. de Revilla Vallejera, el pueblo de mis holganzas, en un monasterio llamado San Salvador del Moral murieron todas las monjas.

Como había que buscar culpables de la peste, los judíos fueron pronto acusados de intoxicaciones varias y envenenamientos de pozos, con la consiguiente desaparición de comunidades judías.

Se conoce a este siglo como el de la Pequeña Edad de Hielo, cambio climático que provocó la consecuente pérdida de cosechas, crisis económica global y hambrunas generalizadas en toda Europa.  Dicen que comenzó a principios del XIV y, con intervalos, duró hasta mediados del XIX.

Añádanse las numerosas guerras, la de los Cien Años por la sucesión del último Capeto, Carlos IV, entre Inglaterra y Francia y otras muchas más locales. En Castilla tuvo lugar la larga contienda entre Pedro I (el Cruel para unos, el Justiciero para otros) y Enrique de Trastámara, el de las “mercedes”, con intervención de fuerzas inglesas y francesas.  

No menos importante fue la crisis de la Iglesia. En el S. XIV se produjo el Cisma de Occidente, una crisis provocada por la ambición y los juegos políticos, con el papado instalado en Aviñón de 1305 a 1378/1410 y tres papas a la gresca. La división producida en la Iglesia, fieles, obispos y cardenales, monjes y universidades, división incluso política, fue fabulosa. Otro hecho entre religioso y político aciago, fruto de la codicia, fue  la sangrienta supresión de los Templarios.  También este siglo vio el surgimiento de movimientos heréticos, como los husitas, los lolardos o los fraticelli clamando contra la degradación de la Iglesia.  En teología, la Escolástica sufrió un gran descrédito, con Duns Scoto o Guillermo de Ockam como figuras relevantes.

Nos fijamos en el movimiento más notable de este siglo, el que propició el checo Jan Hus (1370-1415), que supuso un grave quebranto de la convivencia dentro del Sacro Imperio, concretamente en Bohemia y Moravia, con alzamientos de campesinos y numerosas guerras locales.  Por lo que sabemos por la historia, no les faltaban razones a burgueses y campesinos para rebelarse contra la opresión y esquilmación que  sufrían, tanto por parte de los señores feudales como por parte de la Iglesia.  

Los primeros por las cargas fiscales con que les oprimían; la segunda por el hecho de ser dueña de más de un tercio de las tierras, lo que, unido a la corrupción, había provocado un fuerte y creciente anticlericalismo.  Añádase a todo ello el creciente nacionalismo checo, contra imposiciones lingüísticas y exclusión de la administración. Era el caldo de cultivo para la rebelión social y para la propagación de ideas heréticas.

Juan Hus tiene muchas similitudes con Martín Lutero (1483-1546). Jua Hus en Centroeuropa y Juan Wycliff en Inglaterra (1304-1384) pusieron los cimientos del futuro protestantismo. Juan Hus fue sacerdote, destacó como predicador  y fue rector de la Universidad de Praga. Inició la traducción de la Biblia al checo. En sus sermones denunciaba la corrupción eclesial, la inmoralidad del clero y la excesiva riqueza de la Iglesia, abogando por un retorno al espíritu de pobreza que animaba a las primeras comunidades cristianas.  Confirmando sus proclamas con razones teológicas difundió entre los fieles la rebelión contra el poder abusivo de la Iglesia y, también, contra su amparo por parte de las autoridades alemanas.

Como Lutero después, protestó por la venta de indulgencias para sufragar la guerra que el Papa sostenía contra Nápoles. Su predicación influyó en los motines populares de protesta, lo que llevó a tres de sus seguidores al patíbulo.  Las movilizaciones crecieron en virulencia y Juan Hus fue excomulgado, aunque él siguió predicando.

Ya es conocido su final: “invitado” a exponer sus ideas ante el concilio de Constanza,  1414,  prometiéndole inmunidad y asegurado por el salvoconducto del emperador Segismundo, nada más llegar fue detenido, encarcelado y torturado para que adjurara de sus ideas heréticas. Fue quemado vivo el 6 de julio de 1415.

La sangrienta revolución de los husitas ya es otra historia.

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