Beatos y Mártires

Se trata de una noticia, que al menos yo, hubiera deseado que no se produjera, ni recordado, ni comentado jamás. Pero las noticias son las noticias, y lo justo y sensato es tenerlas presentes y opinar sobre ellas, con prudencia y circunspección, y con la esperanza de que las lecciones que se desprendan de los hechos sean lo más positivas y adoctrinadoras posible. Esta es la noticia: se prepara en la Iglesia, para finales del próximo año 2,013, la macro-beatificación de 300 mártires que dieron sus vidas en la “Cruzada Española, asesinados por odio a la religión”.

. En la noticia, y pese a su inicial y obligada intención de contribuir a que se ejerza el cristianismo con mayor ejemplaridad y testimonio de vida en todos sus niveles y esferas, destaca de sorprendente manera, ya en el principio, la circunstancia de cual sea el lugar o la diócesis- santuario de España en los que han de celebrarse actos tan solemnes y masivos. Unos señores supuestamente serios, litúrgicos y pontificales, como los cardenales o arzobispos de Madrid, Barcelona, Tarragona, Valencia, Valladolid y Zaragoza, entre otros, están dando un espectáculo – “duro enfrentamiento episcopal” dicen algunos-, con la intención de que sus diócesis sean elegidas como sede beatificante de los 300 mártires de la “Guerra Civil Española”. Los más proclives al “escándalo” eclesial aseveran que en el “curriculum” pastoral administrativo, la organización se actos tan solemnes le aportaría al “ preferido” puntos notables y de consideración en la carrera jerárquica.

Por el momento no es cuestión de contabilizar la inversión que costará la organización de tan magno y colosal acontecimiento, en unos tiempos de “recortes” y ajustes sociales y ascéticos. Se trata de insistir en el testimonio, poco o nada “civilizado”, -aunque “sin llegar la sangre al río”-, precisamente de la carencia o escasa dedicación y trabajo a favor del signo de unidad -común unión- eclesial -, expresión y explicación impiadosas de cuantas contiendas particulares pudieran haber llevado, y lleven, a incivilizadas guerras civiles.

. De entre la multitud de preguntas que el Pueblo de Dios y el “otro”, se formulan con toda legalidad constitucional, se subrayan las siguientes: ¿Pero no han podido ahorrarse la Iglesia y sus representantes jerárquicos, este nuevo episodio religioso-patriótico que, nos guste o no, contribuirá a ahondar aún más la zanja-trinchera que sigue dividiendo las dos Españas? ¿Podría haber sido este el pensamiento de los mártires – los 300 y los 113.178- que quedan por beatificar todavía, desde la absoluta entrega que hicieron de sus vidas, precisamente a favor de la común-unión que identifica y hace Iglesia a la Iglesia, y fieles cristianos a sus componentes, en todos sus niveles?.

. Avecindados estos mártires en uno de los dos lados de la España enfrentada, ¿para cuando otra macro beatificación para los residentes en el otro lado, muchos de ellos con idénticos o similares ideales, intenciones y motivaciones? ¿Pero es verdad –verdad de la buena- que todos los “mártires” fueron sacrificados “por odio a la religión”? Quienes dispusieron de medios para exiliarse a tiempo -obispos, sacerdotes o laicos de sus respectivas diócesis- ¿no “pusieron tierra por medio” y lo hicieron? ¿Es que la simple y ocasional situación geográfica hace beatos a los beatos y santos a los santos? ¿Siempre la religión, y no la política y razones sociales, fueron la causa del martirio, que elevará al “honor de los altares” a algunos –ahora solo 300- de los candidatos?

. ¿Para cuando el convencimiento de que los signos fundamentales del vigor, remozamiento y actualidad de la Iglesia, ni reside, ni residirá jamás, en las magnas y multitudinarias manifestaciones –fáciles de convocar, si se dispone de medios -presentadas como otros tantos “triunfos supremos de la fe”, contra la herejía, el ateísmo y los “rojos”, sino en el testimonio humilde y martirial de cada día, en las personas y grupos que forman la Iglesia de Cristo?
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