Ascetismos ¿aberrantes?

El otro día estuve viendo un programa de televisión, que trataba de esos grupos marginales, cuya religión les impulsa a rechazar los progresos que acepta la sociedad. Se trataba de los Amish y de alguna secta menonita. La cámara nos paseaba por pueblos con coches de caballos, gentes vestidas a la usanza del siglo XVIII en algunas partes de Europa, mujeres con cofias o sombreros en la cabeza, calles sin anuncios de neón o tiendas de las multinacionales, habitantes vestidos con gran semejanza y dando sensación de eficientes trabajadores. Esta diferencia, que marcaban sobre el resto de la sociedad en la que vivían, se hacía en nombre de la religión y, en última instancia, sobre Jesús de Nazaret, ya que su credo es cristiano.


A los pocos días de ver el programa, tuve una gran sobremesa con un grupo de amigas y salió el tema a relucir. Yo mostraba mi extrañeza por un tipo de vida tan dispar, y cerrado a las novedades que aporta la técnica, hasta que una compañera me hizo caer en la cuenta, que muchas órdenes religiosas contemplativas, en nuestro país, son iguales. Si dejáramos caer los muros de sus conventos, nos encontraríamos con mujeres ataviadas con raros vestidos antiguos, confeccionados sólo con lana, con cofias y uniformadas, con jofainas para el lavado personal, electricidad reducida… En ambos casos, se trataba de vivir como lo habían hecho los fundadores, de parar en el tiempo sus costumbres


De aquí, la conversación derivó a los ascetismos que decían podía ser una de las razones de los ejemplos españoles. Una de las amigas comentó que su hermana había estado 10 años en uno de estos conventos y que, al principio, no había hablado mucho de sus vivencias pero, poco a poco, fue contando las costumbres que se llevaban a cabo en su orden. Por lo visto, desconozco la frecuencia, las hermanas se flagelaban unas a otras hasta hacerse sangre y el director espiritual (miembro de una de las órdenes conservadoras fundadas en el siglo XX) mandaba a su dirigida, que escribiera en un papel todos sus pensamientos e hiciera penitencia, colocando garbanzos bajo sus rodillas, para pasar en vela de esta guisa toda la noche o con los brazos en cruz. Me imagino que es un botón de muestra y que, de estas cosas, habrá muchas más.



Ya sé que voy a ser religiosamente incorrecta pero no me importa. Creo que ya pasó el tiempo, en el que el cuerpo era enemigo del alma y ahora se debe comprender como un necesario compañero de camino, al que en la medida de lo posible, hay que cuidar porque es un bien que Dios ha puesto en nuestras manos. Pero lo peor, para mi gusto, es la imagen de la divinidad que subyace a estas prácticas, un ser masoquista que disfruta con el dolor de sus personas queridas. Ascetismos en público u obligados por un confesor, no tienen sentido a la luz del evangelio, que pide que te retires a tu cuarto para orar ¡Cuanto más para este tipo de acciones… si se hacen!


Me gusta el deporte y creo que para mantener un nivel aceptable hay que hacer una gimnasia que puede resultar dura. No dejar que el cuerpo se nos vaya de las manos es bueno y se me ocurren mil ejercicios en ayuda de los demás, que cumplen este cometido. Intento comprender que actitud de Jesús de Nazaret se trata de emular y no la encuentro. Incluso me da vergüenza, cuando mis amigos ateos nos echan en cara este tipo de acciones, que me parecen sectarias. Dicho esto, soy liberal y creo que cada persona debe vivir como quiera, pero me choca que los obispos en sus diócesis no regulen, ya que les gusta regular, estas prácticas obligadas en algunas congregaciones.
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