El gesto, cohibido.
La voz, aflautada.
Defensa del Papa,
bajito, sin son.
Más bien un vagido,
sin apenas nada.
Cual si fuera lapa
que elude el tifón.
¡Qué triste figura!
¡Qué prelado nada!
No ha habido ninguno
que él mas tostón.
Si el verle, amargura
se muestra instalada,
habrá más de uno,
y yo: ¡Tarancón!
Que ya es decir mucho.
¡Yo taranconiano!
Pues así lo digo.
Sin ningún rubor.
Que cuando le escucho
hasta añoro, hermano,
no siendo su amigo,
a aquel mal pastor.
Y ya que su persona no he nombrado,
Piense cualquiera en quien es el no citado.