Debe haber vencedores y vencidos.

Ese cura que dice que el Vaticano tiene que desaparecer, que consagra con rosquillas, lee el Corán en sus misas, da la comunión a Zerolo y es mantenido en su iglesia y con su sueldo por el señor cardenal arzobispo de Madrid ha sido defendido ante monseñor Rouco por Don Mariano Gamo, sacerdote que yo creía desaparecido pero que todavía pulula por Vallecas aunque ya con 76 años.

Se nos dice que el señor cardenal quiere una solución sin vencedores ni vencidos. Si eso fuese cierto, que no lo es todo lo que se lee, se equivocaría gravemente el señor cardenal. Porque el escándalo de Entrevías, conocido ya en toda España y en buena parte del mundo, exige vencedores y vencidos. O vence la Iglesia, su doctrina, su liturgia, su línea jerárquica o el gran derrotado es el cardenal de Madrid.

Esto es así y lo sabe todo el mundo. Otra cosa es que declarado el vencedor y los vencidos, a estos se les trate luego con benignidad una vez declarada su intención, que tampoco tiene que ser en la plaza pública y con sambenitos, de reintegrarse sin restricciones a la disciplina de la Iglesia.

En este partido de fútbol no cabe un empate. Porque ese empate significaría la victoria del equipo antijerárquico. Algunos quisieran la victoria por goleada: la suspensión a divinis y que en adelante se dedicaran a escardar cebollinos. Yo me contentaría con un uno a cero. Discreto, que no hace demasiado daño. El empate sería una gran victoria de Entrevías. Y del derrotado ya se habría dejado de desconocer si subía o bajaba. Bajaba.
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