Don Antonio Ceaballos, obispo de Cádiz, es, según me dicen muchos, buenísima persona, piadosísimo, excelente director espiritual... Ya como pastor de una diócesis es otra cosa. Y algunas veces no llega. Qué le vamos a hacer.
Un comentarista habitual del Blog, comedido siempre en cuanto dice, nos revela que queriendo celebrar la Hermandad de la Santa Caridad su tradicional misa de difuntos acudió al obispado con la pretensión de que fuera según el modo extraordinario. Y en el obispado, siempre con el mayor deseo de secundar la voluntad del Papa, les contestaron que no les parecía oportuno.
Me encantaría, por el señor obispo, que hubieran informado mal a nuestro comentarista y que no hubo tal petición. Porque, en otro caso, el obispo debería desautorizar, moderadamente, tampoco es como para fusilarlo, al clérigo que se dedica a poner obstáculos a lo que el Papa desea. Y con alguna publicidad. Porque en otro caso no faltará quien piense que el obstaculizador es el obispo. Y no creo que quiera pasar por ello.
Don Antonio es de esos obispos que crean problemas en la Conferencia Episcopal. Hay obispos, y él es uno de ellos, que sus hermanos no saben en que Comisión colocarles. Porque sus saberes no le señalan para ninguna. Y a rellenar una que tenga pocos. Sí esa información se confirmara no deberían nombrarle para la próxima de Liturgia. Que posiblemente ya le pille como emérito. Pero los señores obispos verán. A Julián López le han encomendado tres veces la presidencia de esa Comisión. Y así nos va.